Emblema de Buenos Aires, y por asociación de la Argentina toda, el Obelisco sigue siendo acaso el más famoso de los monumentos nacionales. Y así será hasta que le levanten uno a Messi o al que ganó una Medalla de Oro en Taekwondo el año pasado, de cuyo nombre ya no se acuerda ni su propia madre. Normal el olvido, en una sociedad aturdida por la sobreinformación y amedrentada por las amenazas terroristas del tipo “te voa inflá a boio”, perpetrada por un grupo yihadista de Córdoba capital.
A lo que íbamos: el Obelisco fue inaugurado en el año 1936, con motivo del cuarto centenario de la fundación de la mayor ciudad del país. Tiene casi 68 metros de altura y está ubicado en el cruce de 9 de Julio y Corrientes. “Ah, ya sé, ahí en la esquina del República, donde está el negocio de camping ese que hace como 300 años que vende termos”, dirá el lector más etnocentrista, incapaz de pensar realidades que no sean las de Villa María.
Como dato curioso, decir que la obra que hoy llena de orgullo a los porteños fue en sus primeros años muy criticada y hasta motivo de burla (no hace falta ser un pensador griego de la antigüedad para darse cuenta con qué cosa larga y erecta se lo asociaba). Asimismo, vale mencionar que la piedra blanca utilizada para su construcción provino de nuestra Córdoba. Sirvan como prueba de aquello los crípticos mensajes que habitan la roca, que en su mayoría comienzan con la frase "Venía un porteño por las sierras y...".