Por Pepo Garay Especial para EL DIARIO
Las antiguas casonas se conjugan con el orden del plano urbano y los aires británicos de La Cumbre danzan. Marcando presencia fundamentalmente desde los albores del Siglo XX, los inmigrantes ingleses se encargaron de darle ese toque tan característico. Venían de construir el ferrocarril que a la postre uniría la ciudad de Córdoba con Cruz del Eje y en este adorable pueblo del Valle de Punilla se echaron a vivir la vida. El resultado brilla en el hoy, a partir de históricas viviendas (algunas con nombre y apellido, otras anónimas), templos religiosos y estancias barnizados de estilo sajón.
Aquellas bondades contagian al entorno, bosquecillos con aroma a sierras que siguen las ondulaciones del terreno. Espacios al aire libre donde el sauce, el molle, el quebracho y el romerillo hacen de las suyas, despertando las ganas de andar y brindar por la idea.
Del centro al dique
Pegada a la plaza 25 de Mayo, hay estación de ómnibus, oficina de turismo, cafés y restaurantes. Y hay mucho de La Cumbre, de estructuras inglesas, en el ambiente. La mañana despierta próspera, disfrutando del cuadro. Pero ahí nomás da un giro, llevando al visitante hacia la naturaleza. Lo primero para ver es el Balneario Municipal el Chorrito, junto al Río San Jerónimo. Cause de agua que si uno le presta atención, conducirá hasta el dique homónimo, en una travesía de dos horas realmente cautivante. Lugares como la olla del Baño de los Dioses y el salto de Huerta Mala sirven como postas, en medio de la marcha galardonada por la sombra.
Ya en el dique, estacionado a 1.400 metros de altura, el cielo abre los brazos otra vez y el sol deja ver con claridad la pequeña pero agraciada presa. Desde allí, se puede acceder caminando a la Estancia El Rosario, famosa por su producción de alfajores, chocolates y dulces.
Otros íconos del municipio son el Castillo de Mandl (fiel representante de la refinada arquitectura local), El Paraíso o Casa de Manuel Mujica Láinez (donde se descubren los pormenores de la vida del célebre escritor, hijo adoptivo de La Cumbre) y el Cristo Redentor. Ubicado sobre una tenue colina, este monumento (ocho metros de altura) da a un balcón con espectaculares vistas de la villa y de buena parte del valle. Desde el centro, se tarda media hora en alcanzarlo. Siguiendo con el tour religioso, vale la pena conocer la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen, la Capilla de San Roque y la Capilla de la Santa Cruz (ubicada en la vecina comuna de Cruz Chica).
Tras el paseo, es el verde el que llama de nuevo. Y de qué forma. Cuchi Corral, unos 10 kilómetros al oeste de La Cumbre, permite apreciar de lleno las postales del Valle del Río Pinto. Un impresionante cañadón se presenta a los pies, 400 metros de precipicio. Inmejorable oportunidad para practicar el parapente o el aladeltismo, clásicos de la zona, y volar por los cielos de Punilla.
Mucho menos extremo, el recorrido conocido como Camino de los Artesanos ofrece bellos paisajes a diestra y siniestra, las montañas y los árboles de guías. Una vía de tierra que se extiende por casi 12 kilómetros, mechados con negocios de artesanías, casas de té y otros pequeños emprendimientos. El final de la carretera coincide con el arribo a Villa Giardino y el placer de seguir en las sierras.