Y saber que la celebración del Día del Peluquero tiene que ver con un rey, que fue santificado por la Iglesia, la misma institución que, vaya paradoja, también condenó a aquellos hombres de los espejos que osaban peinar a las mujeres.
Esta historia la contó, en las páginas de la revista Estilo Profesional, el presidente de la Confederación General de Peluqueros y Peinadores de la República Argentina, Miguel Ligori. Aquí reproducimos la versión.
En la Vieja Roma
Pero vayamos al principio. Fue a principios del Siglo XVII que comenzó a mencionarse en los documentos a los peluqueros, aunque en realidad podemos considerar el tensor romano, barberos y fabricantes de pelucas en la Edad Media en Occidente, como los verdaderos peluqueros en el sentido de peinadores. Fueron ellos los que cuidaban el cabello, cortándolo con armonía y según la conformación de la cabeza, de acuerdo al rostro de las personas, ciñéndose a la moda de la época. También afeitaban, teñían el cabello y trabajaban en el cuidado de las uñas.
Los tensores encargados de este oficio eran, por entonces, esclavos de magnates romanos. Luego, la historia del peluquero en Occidente y su evolución se puede trazar comparativamente a nuestra artesanía con muy pocas variantes, la misma de todos los países.
En la reluciente Francia
Sin embargo, fue a comienzos del reinado de Luis XIV, como en anteriores reinados, el tiempo en el que los grandes señores confiaron el cuidado de sus cabezas a sus ayudantas de cámara, y los peluqueros debían conformarse con cortar el cabello a la gente del pueblo.
Fue por entonces que aparecieron los peluqueros de señoras, profesión que, según ellos, pertenecía a las artes liberales, mientras que la de simple tensor pertenecía a las artes mecánicas.
En lo que concierne a las damas, se deben recordar las proscripciones del Concilio de 1605, mediante las cuales la Iglesia prohibió a los hombres arreglar el cabello a las mujeres, y condenó a las mujeres que contravinieran esta prohibición.
No obstante, antes del reinado de Luis XIV, hubo algunos peluqueros con fama de artistas a los que acudían damas para hacerse peinar.
En la rama masculina se distinguieron los peluqueros, unos simplemente como tensores y otros como barberos cirujanos, quienes junto a su oficio de cirugía menor, también aplicaban sanguijuelas o extraían muelas.
Pero es evidente que el Siglo XVII marca para el peluquero un nuevo derrotero, tanto por razones estéticas como higiénicas. Por el considerable incremento de la sociedad se constituyó el gremio de peluqueros; por un edicto de 1649 se estableció una corporación de barberos, bañistas y peluqueros de París distinta al gremio de barberos cirujanos.
Día del Peluquero
Trasladándonos a nuestro país, la agremiación tiene fechas para mencionar que llenan páginas en la historia del peluquero. De todas maneras, no podemos pasar por alto el 25 de agosto, “Día del Peluquero”, fecha en que se ha universalizado la profesión.
Ese día se produjo la santificación, por parte de la Iglesia Católica, de Luis IX, rey de Francia, quien gobernó desde 1261 a 1270, y que en su reinado jerarquizó a su peluquero declarándolo hombre libre, equiparándolo a los caballeros, jueces, médicos y magistrados, autorizándole el uso en su atuendo de un espadín que era símbolo de tal distinción.
En Argentina
En tanto, en nuestro país, por primera vez la celebración del Día del Peluquero se remonta al año 1877, jornada durante la cual se creó la Sociedad de Barberos y Peluqueros y se realizó un baile en el teatro Coliseo al cual asistieron 400 personas.
Este festejo fue organizado por Domingo Guillén, peluquero y a la vez director propietario del órgano “El Peluquero”, publicación quincenal en su primer año de vida y que en su edición número dos del mes de agosto de 1877, dio cuenta del mencionado acto.
Transcurrieron los años y, merced a la inquietud de hombres que fueron acrecentando la organización gremial, se arribó al Congreso Nacional de Peluqueros realizado en el año 1940 en la ciudad bonaerense de Pergamino, que convocado por la ex- Federación Argentina y, en su magna Asamblea, oficializó definitivamente nuestro gran día.