Escribe Silvina Scaglia, lic. en Nutrición
La educación alimentaria ha sido una tarea permanente de los nutricionistas desde los orígenes de su profesión en nuestro país, alrededor del año 1930. En la Argentina hay abundancia y variedad de alimentos, sin embargo, el principal problema de muchas personas es la dificultad para acceder a una adecuada alimentación. Dicho acceso depende de los precios de los alimentos y la capacidad de compra, basada en los ingresos de la población y sus costumbres alimentarias. Con respecto a la situación de salud, en nuestro país conviven dos tipos de problemas nutricionales, uno por exceso y otro por defecto. En el primer caso se encuentran las enfermedades crónicas de alta frecuencia en nuestra población adulta (obesidad, diabetes, hipertensión y problemas cardiovasculares) donde los estilos de vida relacionados con la alimentación están estrechamente asociados. En el segundo caso se incluyen enfermedades como la desnutrición crónica o la falta de ciertas sustancias nutritivas específicas. Ambos tipos pueden ser prevenidos con intervenciones adecuadas. Una de estas intervenciones es la educación alimentaria y nutricional, a través de la cual es posible promover estilos de vida saludables. Su objetivo principal es alentar el consumo de alimentos variados, corregir los hábitos alimentarios perjudiciales y reforzar aquellos adecuados para mantener la salud. Al mismo tiempo, orientar al consumidor en la elección de alimentos sanos propios de su cultura, y en el aprovechamiento del presupuesto familiar al aprender a comprar y combinar los alimentos de manera correcta.
Hasta la próxima...