El próximo miércoles, en horas de la tarde, Cristian Sebastián Moschitari (38) sabrá cuál será su destino por haber asesinado a Claudia Analía Rodríguez (36)… y lo más probable es que recién entonces se termine de convencer que pasará el resto de su vida en la cárcel.
Si bien todavía no se dictó la sentencia, la prueba en su contra es tan contundente y lapidaria que permite anticipar un veredicto condenatorio sin que ello resulte aventurado. Y cuando se trata de un “homicidio calificado por alevosía”, la pena es una sola: prisión perpetua.
Concluida ayer la etapa de recepción de pruebas, todo indica que el hombre que mató a mazazos a su expareja será declarado culpable de uno de los crímenes más truculentos de los que se tenga memoria en la historia policial contemporánea de Villa María y la región.
En efecto, este conmovedor femicidio, perpetrado poco antes del mediodía del 29 de setiembre de 2011, frente al Instituto Rivadavia y ante la atónita mirada de docentes y alumnos, quizás sólo sea comparable con los cruentos homicidios de los hermanitos Andrés y Lucas Lozano, de 5 años y siete meses, respectivamente, degollados por su madre, María Soledad Oliva Paradella, el 16 de diciembre de 2010 en barrio La Floresta de Villa Nueva, o del menor Paolo La Furcada, de 12 años, brutalmente golpeado en la cabeza por su abuelastra, María Ramona Cabrera, y quien era su pareja, Carlos Torchio, el 4 de agosto de 1997, en una vivienda de barrio San Martín de esta ciudad, y luego enterrado vivo en una zona rural villanovense.
El 13 octubre del 98, Cabrera y Torchio fueron condenados a “reclusión perpetua, con más la accesoria de reclusión por tiempo indeterminado”, tras ser declarados coautores de “homicidio calificado por alevosía”.
Aún encontrándose detenido, Torchio murió el 12 de marzo de 2005, a los 85 años. La mujer tiene hoy 77 años y continúa en la cárcel de barrio Belgrano porque se le denegó la prisión domiciliaria.
En tanto, el 13 de setiembre del año pasado, en fallo unánime de jueces y jurados, se le impuso prisión perpetua a Oliva Paradella (29), luego de ser declarada culpable de “homicidio doblemente calificado, por el vínculo y por alevosía, reiterado”, de sus dos pequeños hijos.
Lo que vendrá
La quinta y última audiencia del “juicio del año” se realizará el próximo miércoles, a partir de las 9, y en la oportunidad alegarán el fiscal de Cámara, Francisco Márquez; el representante de la Querella particular, José Luis Bertoldi; el apoderado de la acción civil, Mauricio Burique; la representante promiscua de los hijos menores de víctima y victimario, Ana María Díaz, y finalmente la Defensa de Moschitari, ejercida por Alberto y Augusto Chiavassa (tío y sobrino).
Ese mismo día, probablemente durante las primeras horas de la tarde y una vez concluidos los alegatos, el femicida tendrá la oportunidad de expresarse en lo que se conoce como “última palabra”, luego de lo cual los tres jueces técnicos y los ocho jurados populares titulares pasarán a deliberar para dictar sentencia.
De no producirse algún incidente jurídico que demore o postergue la definición del proceso, se estima que el veredicto se conocerá alrededor de las 3 de la tarde de ese mismo miércoles.
Lo que pasó
Durante la jornada de ayer, y tal como estaba previsto, comparecieron los cuatro últimos testigos, tres de ellos requeridos por la Defensa y el restante por el Ministerio Público Fiscal.
Se trata de Gabriel José Heredia, Fernando Daniel Pereyra y Guillermo Martín Pérez, empleados de la firma “Rodolfo Rodríguez Sistemas de Seguridad” y por ende excompañeros de trabajo de Moschitari (quien se desempeñaba como instalador de alarmas), y del médico forense de Tribunales, Gustavo Rodríguez.
De los cuatro testimonios, el más relevante fue el que brindó el forense local, quien describió las lesiones que presentaba la mujer asesinada, ya que tuvo a su cargo la autopsia el mismo día del crimen.
Al comparecer por espacio de 40 minutos, Rodríguez refirió que al examinar el cadáver de Claudia estableció que presentaba un gran hematoma (moretón) a la altura de la oreja izquierda, y detrás de ella, en la región retroauricular, dos cortes transversales y paralelos entre sí, provocados por un elemento de borde filoso, con fractura de cráneo y pérdida de masa encefálica.
De igual modo, el médico verificó que en la parte superior de la cabeza, sobre el parietal izquierdo, había un orificio de 9 centímetros de diámetro, que también causó una profusa pérdida de sustancia gris.
Rodríguez dijo que constató nueve golpes en la región craneana, contando como uno el que generó el enorme hueco en la región parietal. Y sobre el particular, estimó que Moschitari aplicó en ese mismo lugar tres o cuatro mazazos, con lo cual serían 11 ó 12 los impactos que recibió Claudia.
El forense precisó que no encontró en el cuerpo otras lesiones que hayan sido provocadas por la maza que empuñaba el femicida y aclaró que las restantes heridas (en la frente y los brazos) fueron producto de la caída y el arrastre por el pavimento, cuando la mujer intentaba escapar de Moschitari luego de haber recibido uno o dos golpes en el interior del automóvil donde se inició la feroz agresión.
Otros testigos
Con respecto a los testimonios de los excompañeros del acusado, el más significativo fue el que brindó Heredia, quien por espacio de una hora se refirió a determinadas cuestiones laborales de los técnicos que trabajan en la conocida empresa de alarmas y sistemas de seguridad, como ser qué tipo de herramientas utilizan y dónde las transportan cuando salen a realizar instalaciones domiciliarias.
Consultado por el defensor, el testigo también dijo conocer que “Cristian y Claudia se habían separado unos cinco meses antes” y que el propio Moschitari le contó que el final de la pareja sobrevino al enterarse de una supuesta infidelidad de la mujer.
Heredia aludió a que su excompañero y amigo había encontrado una conversación de chat que comprometería a Rodríguez y que, como ya declararon otros testigos, generó una violenta reacción del acusado, quien se fue del hogar familiar luego de golpear y arrastrar de los pelos a su pareja.
Sonreía siempre
En otro pasaje de su declaración, Heredia aseguró que “Claudia era de estar siempre contenta y sonriente”, que “suponía que era una pareja que estaba bien” y que “nunca” se imaginó que “iba a pasar algo semejante”, en alusión al sangriento episodio.
Cuando se le exhibió el arma homicida, Heredia la reconoció como una de las herramientas que utilizan habitualmente en su trabajo y calculó su peso en “algo más de medio kilo”.
Por su parte, los testigos Pereyra y Pérez, cada uno a su turno, dijeron que no eran amigos de Moschitari y que conocían “de vista” a Claudia por haber ido varias veces al negocio. Asimismo, los dos indicaron que nunca tuvieron problemas con el acusado, pero sí sabían que él los había tenido con el dueño de la empresa para la cual trabajan, tal como lo relató el propio Rodolfo Rodríguez al prestar declaración el jueves de la semana pasada.
Las fotografías
1) Para formular algunas preguntas y permitirle al médico forense que explicara mejor su labor, el fiscal Márquez utilizó dos afiches con fotos del crimen y dibujos del cuerpo humano
2) De izquierda a derecha, Gabriel Heredia, Fernando Pereyra y Guillermo Pérez, excompañeros de Moschitari en la empresa “Rodolfo Rodríguez Sistemas de Seguridad” de esta ciudad
3) Maza en mano, el médico forense Gustavo Rodríguez explicó detalladamente cuáles fueron las heridas mortales que constató en la cabeza de Claudia el mismo día que fue asesinada, al practicar la autopsia. Estableció que le asestaron 11 ó 12 golpes