"Sin mucha tecnología ni inversión, sólo lavando, peinando e hilando la lana se agrega mucho valor a la región", dijo Javier Martilotti, entusiasta extensionista del INTA Villa María, en una charla con EL DIARIO realizada en el predio del Funder (Fundación para el Desarrollo), donde se realizó la actividad de capacitación.
El punto de partida de la afirmación de Martilotti tiene que ver con un programa del instituto que promueve el Agregado de Valor en Origen (AVO) para todas las cadenas productivas.
En el caso de la oveja es particularmente interesante dado que, por un kilo de vellón, en cualquier barraca pagan dos pesos.
Si la seleccionan y la lavan, llega a valer seis pesos. Pero si además la peinan y la hilan, el precio llega en el mercado a 450 pesos.
Para ello, desde el INTA Villa María organizaron un taller de hilado a cargo de la Cooperativa de Trabajo Pampa de Olaen, cuyas integrantes tienen como objetivo recuperar saberes ancestrales.
Susana Frossasco, integrante de la organización, informó que la cooperativa tiene tres áreas: la de Desarrollo rural, que tiene el primer centro de acopio de lana producida por pequeños emprendedores en la provincia de Córdoba; la de Turismo alternativo y la de Procesamiento manual de fibra de llama y lana de oveja.
"Tenemos la cabeza tan industrializada que creemos que tejer es hacer una obra de arte. Cuando en realidad, el trabajo artesanal comienza desde la elaboración de la lana", dijo Frossasco.
Asistieron 15 personas de la región, algunas hilanderas, otras productoras de ovejas, que quisieron sumar saberes relacionados a la cadena ovina.
El proceso aprendido durante los tres días del taller fue interesante, dado que comenzó con las técnicas de lavado de lana. "Nuestras abuelas prefieren no lavar la lana. No está mal ni bien, son miradas, pero nosotros elegimos lavarla para que el producto final quede con una terminación más fina", indicó.
Tras la esquila de una oveja se obtienen, según las razas, unos tres kilos de vellón. El proceso de selección consiste en separar todo lo que tenga residuos para utilizar lo mejor del producto.
Luego, se lava lo seleccionado con agua caliente y se escurre en bolsas.
"El paso siguiente es el peinado, donde se toma el vellón para pasarlo por un peine (con dientes de acero), que en primer término elimina los restos vegetales que no salieron con el lavado y en segundo lugar, alinea el tejido para ir convirtiéndolo en material apto para el hilado", destacó.
Con ese producto pasan a la rueca, donde el vellón toma forma de lana con la misma -o mejor- calidad que cualquiera pueda conseguir en un comercio.
"Nosotros en la cooperativa teñimos con productos naturales. Casi todos, a excepción de la cochinilla, se encuentran en las sierras de Córdoba", dijo.
Dado el interés de los asistentes por el teñido, es que procurarán realizar un nuevo taller para aprender esta técnica.
Frossasco muestra los productos terminados, únicos, de calidad y buen gusto.
"Pintamos con agujas", dice, al enseñar las técnicas con las que adornan las prendas. También hacen, a partir del vellón, un fieltro (seco o húmedo) con el que pueden "pintar" o realizar objetos de más dureza, como sombreros.
Tanto la peinadora como la rueca son elementos rudimentarios, hechos de madera y que no requieren mayor inversión, por lo que el INTA promociona esta actividad como generadora de recursos para las familias que puedan desarrollarlo como una alternativa.
Cabe señalar que los vellones del taller fueron aportados por el grupo Los Pecorinos, integrado por productores de ovejas que se asocian patrocinados por el INTA para mejorar tanto la producción como la rentabilidad de la cadena.
En la cárcel
Participaron como asistentes del taller Edgar Plazza y Marta Galicia, trabajadores del Servicio Penitenciario. Destacaron que en la cárcel de Villa María tienen ovejas y que el objetivo de adquirir esos saberes es para desarrollar la actividad dentro de la unidad penitenciaria, con los privados de libertad y ofrecerles así una actividad terapéutica y rentable.