Cómo enseñar a enseñar. Tal parece haber sido la pregunta esencial que la profesora Alicia Camilloni (UBA y Profesorado Joaquín V. González) se ha hecho a lo largo de toda su vida. Y si esa pregunta ha devenido en especialidad, no es porque haya encontrado respuestas definitivas, sino porque aún las busca en medio de un montón de conclusiones positivas y negativas.
Lo cierto es que, desde hace medio siglo ya, Alicia se tomó a pecho esa “cruzada pedagógica”. Hasta el punto de haber viajado en tren, allá por los años 60, a una lejana localidad cordobesa llamada Villa María.
“Por ese entonces, decían que acá había una escuela secundaria maravillosa: el Rivadavia. Y yo la quise venir a conocer. Llegamos con unas amigas docentes de Buenos Aires y el propio Antonio Sobral nos vino a buscar a la estación. Después nos mostró la escuela y charló con nosotras durante el día entero. Y entendimos, efectivamente, que la escuela era tan fabulosa como nos habían contado”.
El segundo viaje de Alicia a la ciudad de Sobral la tuvo disertando en la UNVM sobre su especialidad, las didácticas de las profesiones; pero también sobre su pasión: la educación secundaria y el acceso al conocimiento, dos caras de una misma y maravillosa moneda con la que se vende el presente y se compra el futuro.
-Hoy, todos los saberes están compartimentados. ¿A qué se debe que no se conciba ya el conocimiento como en tiempos de Platón?
-Es algo en lo que he pensado mucho e incluso también he escrito, ¡pero no fui la única! A fines del Siglo XVIII, el poeta alemán Friedrich Schiller escribió un libro llamado “De la educación estética del hombre”. Y en ese libro dice que en tiempos de los griegos, un hombre podía dominar todo el conocimiento humano, mientras que en su época sólo podía ser especialista de una parte. Y Schiller se pregunta si el hombre ganó o perdió con este cambio. Y se responde: ‘La humanidad ganó, pero el hombre, como individuo, perdió’. Y yo coincido con él.
-¿Esto ha llevado a una pérdida de aspiraciones de lograr lo universal?
-Sí, porque lo universal es un concepto que se ha ido perdiendo en detrimento de las especialidades. Pero pienso que cualquier profesor, enseñe lo que enseñe, debe tener cultura general. Sobre todo en la escuela secundaria.
-¿Por qué “sobre todo” en la escuela secundaria?
-Porque hay estudios que demuestran lo necesario que es haber ido a una buena escuela secundaria para vivir en esta sociedad. Sarmiento decía, que para arar, primero había que saber leer y escribir. Y yo agregaría que hoy hasta para arar tenés que haber terminado el secundario, porque los tractores vienen digitalizados y hay que saber leer los manuales.
-¿Y cuál es, en estos tiempos, la misión esencial de la escuela secundaria?
-Justamente proveer a los estudiantes de la visión general que se necesita para la vida; porque después las sucesivas especializaciones te van estrechando cada vez más la mira. Hoy, hasta para leer el diario se necesita de un buen secundario. Porque para entender lo que dice cualquier periódico tenés que saber de economía, de matemática, de estadística... ¡Ni hablar para leer una revista de divulgación científica o un contrato! Incluso para tomar decisiones que involucran la salud, como cuando el médico te dice si querés operarte o no, es necesario el secundario... y a esos saberes te los tiene que dar la escuela.
-¿Cuál es el impacto más nocivo que deja en los alumnos la baja calidad en el Nivel Medio?
-Siempre digo que el mayor problema no radica en la escasa formación que reciben los chicos que luego irán a la universidad, sino la que reciben los que no van a seguir estudiando después. Este último alumno es el que más sufre. El que siga una carrera de alguna manera va a poder compensar sus baches, pero el otro quizás no vuelva a tener otra oportunidad...
-¿La escuela olvida su función primordial?
-La escuela no olvida ni recuerda. Siempre hay “alguien” que olvida o recuerda por la escuela. Si estamos como estamos, es por decisiones que han tomado muchos ministros de Educación puntuales. Es una pena muy grande ver la Educación Argentina por debajo de lo que supo ser en otros tiempos. Y no sólo para mí, sino para todos los que pasamos la vida en una de las tareas humanas más apasionantes, la de enseñar a enseñar.