“Siempre tuvimos en mente conocer personalmente a Elvis”, decía Lennon a la prensa, cada vez que daba una entrevista. Durante la gira del 64 del cuarteto por los Estados Unidos, el encuentro de "el Rey" con los "Fab Four" era prácticamente un hecho, pero los compromisos artísticos de las partes lo impedían.
El 27 de agosto de 1965 la reunión se concretó. A pesar de haberse acordado un silencio total sobre el asunto, cuando los músicos ingleses arribaron a la mansión de Elvis en Bel Air, California, un buen número de periodistas estaba haciendo guardia para reflejar el "encuentro histórico".
La reunión iba a durar en principio poco más de 3 horas y la condición esencial era que no se tomarían fotografías ni existiría grabación alguna del tan ansiado momento. Así lo pactaron previamente los mánagers de Presley (el coronel Tom Parker) y de Los Beatles (Brian Epstein). Sobre el tema nadie formuló comentarios, al menos oficialmente, pero con el correr de los años algunos protagonistas comenzaron a hablar sobre lo que se vivió durante aquella jornada. Contaba Lennon que apenas llegados, Elvis ya estaba esperándolos, aunque no en el salón principal donde fueron presentados. Pasaron unos minutos e irrumpió en escena el nativo de Tupelo que, al decir de los jóvenes visitantes, lucía grandioso vestido con un pantalón negro, camisa roja y un estrecho chaleco, también de color negro. Sólo espetó: "Hola chicos, ¿ha sido placentero vuestro viaje?". Elvis ya era una leyenda y no era sencillo enfrentarse a una leyenda grandiosa en sí misma.
Los Beatles quedaron congelados en principio, a tal punto que no sabían como comenzar con el diálogo. Sin embargo, “el Rey” distendió el ambiente y les invitó a un par de tragos. Aún así, los nóveles músicos visitantes seguían embelesados observándolo sin tregua, entonces fue cuando su anfitrión dijo: "Miren chicos, si ustedes han venido hasta aquí sólo para quedarse sentados mirándome, mejor yo me voy a la cama a descansar", inmediatamente lanzó una carcajada y los nativos de Liverpool le siguieron la corriente. A continuación, uno de los empleados de la mansión de Presley recibió la orden de alcanzar un par de guitarras y, juntos, comenzaron a ejecutar una zapada variada con temas ya consagrados del momento. Sólo Ringo Starr estaba callado sin saber cómo integrarse a ese minirecital doméstico. El únicamente podía mirar y llevar el ritmo con sus propios pies, hamacando la silla sobre la que se había sentado. Entonces Elvis, al percatarse de la situación, dijo: "Lo siento, hemos dejado la batería en la casa de Memphis".
A modo de mitigar la frustración del baterista, alguien arrimó una pandereta y eso le permitió a Ringo, al menos, calentarse un poco las manos. Casi sobre el final de la amena velada, se hizo presente en el salón Priscilla, la esposa de Presley, a quien luego la recordarían como una réplica de la famosa "muñeca Barbie". Elvis se había comportado como un verdadero anfitrión y al final de la movida, Paul McCartney invitó a Presley a disfrutar de un recital que Los Beatles darían la noche siguiente en Estados Unidos, a lo que “el Rey” manifestó: "Bien, ya veré, no sé si podré, pero gracias de todos modos". Finalmente, el dueño de casa estrechó las manos de los atribulados jovencitos y les regaló un "hasta siempre". Contaba John Lennon al respecto, años después: "Ya no volveríamos a verlo nunca más, personalmente. Fue el sentido del humor de Elvis el que penetró en mi mente, porque a él le gustaba reír y hacer reír y a nosotros también".
Atilio Ghezzi
Especial para EL DIARIO