Por Pepo Garay
Especial para EL DIARIO
Cuando el villamariense recorre los vericuetos del cercano Valle de Calamuchita, observa a lo lejos la inmensidad del Champaquí. En la contemplación, sospecha el paraíso que se esconde tras el mayor cerro de Córdoba. Sospecha bien: el Valle de Traslasierra reposa allí al fondo, donde el oeste es vigía de algunos de los paisajes más alucinantes de la provincia. Donde las montañas son un mundo y los pueblitos que las decoran, una tentación. Entre ellos, Villa de las Rosas. Encantador municipio que honra al entorno tratando de no hacer ruido, asumiendo su rol secundario ante la majestuosidad del terreno, pero colaborando con la causa pintando de cultura local algunos de sus rincones.
A 300 kilómetros de Villa María, Altas Cumbres mediante, el lugar acobija cuatro mil habitantes y un profundo respeto por el escenario que surge arriba, a los costados y en todos lados. Con una movida interesante, de mucho artesano y vida sin estrés, el colectivo mezcla criollos serranos y porteños, rosarinos y cordobeses en cambio de hábito. Nadie habla fuerte, ni siquiera en la plaza central, lugar de feria, canteros con flores y vecinos girando. Las laderas se aprecian desde casi cualquier esquina. Lo mismo los bosques de tabaquillo. Pedir más es gula.
Contexto natural
Volvamos al principio, al Champaquí. Y es que la conexión de Villa de las Rosas con el cerro es intrínseca. Desde el pueblo, parte el camino más corto hacia la cima del gigante (unos siete kilómetros de extensión). Aunque vale aclarar que este circuito es también uno de los más difíciles. Son cinco horas de empinada marcha, la cual se recomienda realizar acompañado de un guía experimentado. El panorama es sobrecogedor, con los ya citados bosques de tabaquillo dando verde y marrón al mirar, salvaje rostro que prosigue entre tenues arroyos. Después el follaje queda atrás. Las rocas mandan a casi 2.800 metros de altura, en los techos del centro del país.
Mucho menos exigente resulta el paseo del Cristo de Guasmara. Se trata de un ascenso a través de las 12 estaciones del vía crucis hasta la punta del cerro Mogote, coronado éste por una gran cruz. Cerquita del centro, la colina regala espectaculares paisajes del valle. Otros recorridos de enorme belleza son los que llevan a sitios como Las Chacras, Los Molles o El Pueblito. Aldeas asentadas en las faldas de las Sierras Grandes, hogar de casas de artesanías y ambiente costumbrista y bohemio a la vez.
En búsqueda del agua, nada como el encuentro con el dique La Viña y el dique Subnivelador. El primero se encuentra a sólo seis kilómetros de Villa de Las Rosas y tiene una circunferencia de alrededor de mil hectáreas. Allí se practica la pesca del pejerrey y deportes acuáticos varios, gracias a la savia vertida por el Río Los Sauces (formado a su vez por los Ríos Panaholma y Mina Clavero). Destaca en la postal la Central Hidroeléctrica y el paredón, de 106 metros de alto y casi 320 de largo.
Color serrano
La vuelta al centro es la vuelta a la plaza. En la colorida explanada de canteros, árboles y modestos restaurantes en los lados, se desarrolla diariamente la Feria de los Productores y Artesanos. La propuesta incluye tejidos realizados a mano, artesanías en vidrio, madera y porcelana, joyería en oro, plata y demás metales nobles y un gran surtido de alimentos, entre los que sobresalen quesos, embutidos, aceites de oliva y panes caseros. Los vecinos, clásicos y modernos, pasan y dan las buenas tardes. Se los nota dichosos. Como para no estarlo.