Luego de un fallo esperado, merecido y ansiado, no sólo por la familia de Claudia, sino por toda la sociedad, cabe preguntarnos... ¿Cambiará esto la violencia que ejercen los hombres sobre las mujeres? ¿Será ésta la última vez que tendremos que llorar a una de nosotras, porque alguien que se creyó su dueño decidió ponerle fin a su sonrisa?
Nos encantaría tener la respuesta a estos planteamientos y poder decir que sí, pero lamentablemente sabemos que la sociedad patriarcal en la que somos criados sigue engendrando nuevos hijos; hijos del patriarcado, que van a seguir cosificando mujeres y tratándolas como simples objetos, terminando con el bien más preciado del ser humano, la vida misma.
En un sistema patriarcal, donde el hombre domina y subordina a la mujer, ésta es reducida, anulada como sujeto de derechos, cosificada y esto es la cuestión de la violencia de género. Cuando esa violencia termina en muerte se llama feminicidio.
La figura del feminicidio, incorporada al Código Penal como un agravante del homicidio, por Ley 26.791 en noviembre del año 2012, implica un avance en los derechos de las mujeres, pero ello no soluciona el problema de la violencia de género.
Nuestro Código Penal es punitivo, es decir, actúa sobre un hecho que ya pasó y lo juzga: si se aplica es porque una mujer ya murió. Técnica y jurídicamente cabe aclarar que el caso de Claudia no ha caído dentro de esta tipificación, ya que fue anterior al dictado de la ley.
Entonces la pregunta es, ¿desde dónde debemos empezar a poner el foco para trabajar contra la violencia de género? Considero que es desde la prevención.
La prevención implica comprender que la cuestión de género es transversal, no es privada, sino política y pública. Uno de los principales obstáculos que debemos vencer como sociedad es pensar que la violencia de género es un problema de puertas para adentro del hogar, en el que el Estado no debe involucrarse.
Es desde el Estado, en todos sus niveles, desde donde se deben dictar las políticas necesarias para la prevención de la violencia de género. ¿Y en qué consistirían las mismas? Considero que la apoyatura de toda la prevención es: educar en la igualdad, educar con equidad e identidad de género, capacitando a los operadores que trabajan con la temática de la violencia, para que no sólo sepan detectarla, sino también contener y atender a mujeres y niños que llegan a pedir ayuda luego de una situación de violencia, para no caer en lo que se llama victimización secundaria... Esta educación debe partir, por supuesto, desde el hogar, pero también desde todos los otros espacios en que nos movemos e intercambiamos como miembros de una sociedad (escuelas, clubes, colegios, etcétera).
El caso de Claudia es una bisagra, a partir de allí la sociedad comenzó a involucrarse, a prestar más atención, nada volverá a ser lo mismo, como sociedad hemos quedado sangrando y doliendo, por la brutalidad, por la alevosía y por la impotencia de la muerte de una mujer que lo único que quería era ser libremente feliz.
Creo que este crimen y su posterior juicio han dejado huellas que, para quienes militamos contra la violencia de género, van a ser herramientas para seguir oponiéndonos, trabajando y aunándonos en la lucha contra la violencia machista. Un hombre que ama no mata, un hombre que ama, ama.
(*) Abogada del Consejo Provincial de la Mujer