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21 de Enero de 2009
A casi 27 años del conflicto bélico, dos veteranos de guerra volvieron a las islas
Dos ex combatientes locales regresaron a Malvinas
Los veteranos de guerra, Sergio Serángeli y Sergio Unzeta, viajaron a Malvinas para cerrar un capítulo de sus vidas. Durante la travesía encontraron la calidez de los kelpers y retazos de un conflicto que marcó sus existencias
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Sergio Serángeli (izquierda) y Sergio Unzeta vivieron momentos inolvidables en territorio malvinense

Viajar fortalece el corazón, aclara, el entendimiento genera nuevas perspectivas, abre la oportunidad a otros rumbos, nuevos, inciertos.
Hacerlo para cerrar un capítulo, cerrar heridas, dejando atrás una historia, dándole rienda a otras, fue el objetivo de un villamariense y un craikense que hace casi 27 años atrás se embarcaban en una situación que los marcaría por lo que llevan de sus vidas: la guerra de Malvinas.
Sergio Serángeli y Sergio Unzeta, a principios de los ‘80 tenían 19 y 20 años y formaban parte, como conscriptos, del Batallón de Infantería de Marina Nº 5 apostado en Río Gallegos que fue trasladado desde el inicio del conflicto bélico más importante de la historia argentina durante el Siglo XX, al teatro de operaciones.
Días atrás, los dos primeros ex combatientes locales en pisar nuevamente suelo malvinense, volvieron a las islas movilizados por los recuerdos que a fuego quedaron marcados en sus mentes en aquellas frías, trágicas e inolvidables jornadas de 1982.
En Malvinas, el destino les tenía reservadas horas conmovedoras. Minutos donde los veteranos de guerra recibieron la paz que necesitaban sus corazones de parte de varios de los habitantes del gélido territorio enclavado en el Atlántico sur.

Cerrar el círculo

"Teníamos mucha tensión antes de llegar a Malvinas. No sabíamos con qué nos íbamos a encontrar o cómo íbamos a reaccionar ante determinada situación, sin embargo todo fue muy natural", coincidieron en señalar Serángeli y Unzeta en diálogo con EL DIARIO.
Para que la estadía en el archipiélago que fuera escenario del conflicto bélico, los villamarienses contaron con la valiosa colaboración de Patrick Minto, un kelper que se educó durante varios años en un instituto británico ubicado en la localidad serrana de La Cumbre.
"Patrick, aparte de hablar español, nos llevó a todos los lugares que queríamos recorrer, con la mejor onda. Nos presentó a su familia y hasta pudimos compartir varios momentos con otras personas en un ambiente amigable", expresaron los viajeros.
Con el clima ideal, los ex soldados volvieron hasta sus "posiciones", encontrando en el lugar pequeños retazos de lo que quedó de aquellos convulsionados momentos.
El repaso de las decenas de fotos traídas, los vuelve necesariamente al espacio que muchas noches les quitó el sueño. Mientras Unzeta resalta: "Esta era mi posición, yo me protegía con una chapa y dejaba mis cosas ahí", Serángeli recordaba los instantes donde varios de sus compañeros cayeron en acción.
Minuciosos y como recontruyendo cada pieza del tiempo vivido sobre el archipiélago, nuestros entrevistados señalan estacas, pilas, vehículos abandonados, destruidos o piezas minúsculas de una tienda de campaña como un hallazgo que los transporta hacia los días en que la guerra era una cruda realidad.
"Quería chequear mis recuerdos. Lo que uno siempre cuenta es lo que queda en la mente. Lo último es todo borroso, confuso, necesitaba volver para cerrar esta historia tan dura de ser ex combatiente. Encontrar algo positivo en esto tan dramático", confiesa Unzeta.
"Uno no va a superar nunca muchas cosas que vio y que sintió pero esto ayuda, sirve. Todavía no sé en qué nivel, pero seguro que sirve", acota Serángeli.
"La gente sin darse cuenta, nos hace muchas demandas. Hemos ocupado 27 años de nuestras vidas en cumplir este rol”, señalan los consultados.
“Era tiempo de sacarnos de encima esta mochila", coincidieron los dos hombres que al igual que cientos de ex combatientes no pudieron escapar de los efectos del estrés pos-traumático generado tras los combates.

Tiempo de emoción

"Sin lugar a dudas, los momentos de mayor emoción fueron el haber vuelto a Supperhill (sitio donde combatió Serángeli) y la recorrida por el cementerio de Darwin. En los dos lugares se puede sentir el dolor de esos días".
"Soldado argentino, sólo conocido por Dios", expresan las lápidas del cementerio, constantemente azotado por el viento helado. Las lágrimas no se contienen y a la memoria vuelven los rostros jóvenes conocidos de tantos que no regresaron más.
"Ellos son nuestros héroes. Adolescentes, casi niños, y tanta valentía", reflexionan.
Otro de los instantes más recordados por los reporteados fue al momento de recorrer el museo en Puerto Argentino. Allí Serángeli, entre otras cosas, descubrió en una vitrina las insignias de su batallón.

Corriente afectiva

"La yapa del viaje es habernos hecho amigos de gente que participó del conflicto, no me gusta decir como enemigos, pero sí del otro lado", asienten los veteranos de guerra locales.
"Patrick, por ejemplo, fue colaborador de las fuerzas británicas en la guerra. El nos dijo en un momento: tengo claro que la culpa de lo que pasó fue de la Junta Militar, por el lado de ustedes, y de Margaret Thatcher, por el nuestro.
"En las islas Malvinas encontramos una corriente afectiva que nos hizo sentir a gusto", destacaron los protagonistas del periplo por Malvinas.
Así, jarras de cerveza mediante y cenas compartidas, los nacidos en las márgenes del río Ctalamochita establecieron lazos con kelpers que prometieron pasar por la Villa alguna vez.
“Realmente nos trataron muy bien. Por supuesto que algunos nos hicieron sentir la indiferencia, sin embargo la mayoría nos trató de manera respetuosa”, comentaron los hombres que utilizaron una aerolínea chilena para llegar a las islas.
El idioma tampoco fue un impedimento para que los viajeros hicieran conocer sus intenciones y objetivos.
“Ninguno de nosotros habla inglés, así que un poco con señas y otro con algunos términos, les hacíamos saber lo que queríamos”, señalaron.
“Hasta nos tomamos unos mates con Rubén, un chileno que trabaja en uno de los hoteles del pueblo”, agregaron.
“Alguien nos preguntó en Malvinas ¿a qué vinieron?, los dos no dudamos en contestar: a cerrar un capítulo.”
Y así fue, Sergio Unzeta y Sergio Serángeli, tras 27 años encontraron lo que fueron a buscar: paz en medio de un terreno donde se vivió el horror de una guerra injusta que se cobró la vida de cientos de jóvenes.

Los chicos de la guerra, siempre en el recuerdo

En la guerra de Malvinas perdieron la vida 649 soldados argentinos. El recuerdo de estos hombres pervive, en especial de los jóvenes que estaban haciendo el servicio militar obligatorio que padecieron hambre y frío y estaban mal entrenados.
Entre los jóvenes conscriptos, sumaron 256 muertos, los mismos habían sido utilizados, lisa y llanamente, como carne de cañón por la Junta Militar que ideó y llevó a cabo la recuperación, a sangre y fuego, del archipiélago.
Se han recogido los testimonios de ex combatientes, que fueron mayoría entre los que hacían el servicio militar, que se encontraron de pronto en las islas, padeciendo gélidas temperaturas, apenas con una muda de ropa. Esos soldados de distintas provincias que fatigaban días y noches metidos en trincheras llenas de agua helada, que se veían obligados a dormir sentados, tiritando.
Hoy a 27 años de un conflicto bélico que enlutó al país, no debemos olvidar a todos aquellos que dieron su vida y a los que fueron intentados ser sumergidos en el olvido o la negación.

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