Hay situaciones y comentarios que recolectamos a diario. En la casa, en el café, en el trabajo, en el mercado, un tema del tránsito en la ciudad de Villa María se nos manifiesta. Nos pide a gritos una respuesta. No la tenemos. Apenas sobrevivimos cada vez que salimos a la calle. Y compartimos para ver si abordamos a alguna respuesta.
Uno. "Necesitaríamos dos mil inspectores para estar en todos lados", dijo uno de los agentes de tránsito en la tarde del domingo, mientras cientos de motos daban la vuelta frente a sus narices y la mayoría a contramano se salían de la avenida costanera por las calles de barrios aledaños. Todos sin casco, con motocicletas con partes incompletas y provocando riesgos para sí y los demás en esa travesía.
Un policía asintió: "Tendríamos que estar en todas las esquinas".
Eran sólo ellos dos en este "control". Dejaron en evidencia que la fuerza pública es insuficiente. Tienen el diagnóstico, saben de la modalidad. Conocen cómo los motociclistas se avisan pocos metros antes y también de la limitación propia para emprender una persecución, que puede tornarse más peligrosa aún.
El agente municipal dijo que había grupos que se fueron a distintos sectores de la arteria de la costa, donde no había inspectores. Y aseguró que "la semana pasada se secuestraron unas 270 motos". Pero la medida todavía parece insuficiente en la tarde del domingo.
Dos. Una mujer se para en medio de una calle perpendicular a la avenida Libertador para hacerle señas a su pareja, para que éste pueda sacar el auto del garaje, tratando de no colisionar con los pibes que a contramano se mandan por esa vía evitando los controles de tránsito. Se queja, pero en su impotencia se resigna a dejar pasar a uno, a otro, a otros...
Tres. En el mismo sector, dos pibes que también optaron por escapar de los inspectores colisionaron a la cuadra siguiente con un automóvil y se dieron a la fuga. La Policía logró interceptarlos y descubrir que contaban con seguro del rodado como para responsabilizarse de los daños causados en el flamante coche de la joven. "Sólo les faltaba el casco", contó el uniformado.
Cuatro. Un papá llega con sus nenes para disfrutar de la calurosa tarde en la costanera villamariense. Las motos le pasan al lado, a contramano, porque están evitando los controles de los inspectores de tránsito. Una moto se le viene encima, se ataja. Como descargando broncas o para llamar su atención le monoteó la gorra al pedido de que dejasen de actuar de esa manera y se colocaran el casco protector. "¡Por favor, pónganse el casco, loco! ¡Se mataron cinco pibes en los últimos días!", exclamaba implorando el hombre. Varios vecinos presenciaron la escena. El acompañante de la moto se bajó desafiante, pero el pibe que manejaba pidió disculpas, tomó su gorra y pareció entender, pero mientras siguió su camino, a contramano.
Cinco. Días atrás, una mujer se bajó de su auto para pedirle por favor a un pibe que se pusiera el casco. Es que, con su moto se cruzó zigzagueando por delante del vehículo y llevaba el elemento protector en el codo. Tras eludirlo, se quejó por la ventanilla, pero el conductor del rodado menor le contestó con gestos. Justo antes de montar en cólera, la automovilista paró en el rojo del semáforo y le imploró "por favor" que se colocara el casco, pero el joven aparentemente menor edad hizo oídos sordos.
Seis. Un hombre de unos cuarenta años maneja su camioneta en el mediodía del lunes por calle Rivadavia rumbo al puente Alberdi. Lleva en su falda un niño de alrededor de un año. Imprudente, pero en su trayecto ya en el puente advierte a unos estudiantes conocidos y apenas traspasa el tramo por encima del río coloca balizas y detiene su marcha sin importar el resto (y que el paso Vélez Sarsfield está cerrado haciendo más concurrido éste). Un aporte gratuito al caos vehicular.
Siete. Sobre la moto, a pesar de ser señalados casi siempre como los hacedores del caos vehicular, transitar no es más fácil. Con el casco puesto, hay que hacerse camino con quienes doblan sin usar el guiño para avisar su maniobra o quienes se detienen de improviso sin usar balizas, los que circulan por la izquierda de la calzada y los que en la intersección no respetan la derecha o asoman la trompa achicando las posibilidades de pasar.
Es más, las únicas estadísticas dadas a conocer por el municipio hace más de un año atrás a través de las cámaras colocadas en semáforos daban cuenta de que los principales infractores no eran precisamente los moteros.
La situación del tránsito en la ciudad de Villa María, aunque la misma se refleja en las rutas, deja a los ciudadanos en un estado de desamparo y de vulnerabilidad increíbles. Nos llena de temor y nos invade de culpas por no saber cómo afrontarla. Pero algunos casos lleva a, como siempre, mirarnos en previa de riñas, a desafiarnos. A insultarnos y en cualquier momento lanzarnos unos contra otros porque no encontramos en los pedidos, los reclamos, la solicitud, la actitud y hasta en la enseñanza misma una respuesta que nos permita salir a la calle sin sentir que podemos atropellar o ser atropellados en la siguiente esquina.
Franco Gazzoli