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13 de Septiembre de 2013
Murió José “Pocho” Argarate
“Se fue... pero siempre estará”
El conocido médico neurólogo dejó de existir a los 73 años, causando un hondo pesar en su familia, amigos y en todos los que compartieron con él la militancia por una sociedad más justa y libre
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José Argarate, un apasionado de la historia, el tango y las charlas
“Después de todo, la muerte es sólo un síntoma de que hubo vida.” 
Mario Benedetti
 
A última hora del miércoles dejó de existir el conocido médico local José “Pocho” Argarate. Un problema de salud fue la causa de la partida de un hombre que dejó una huella imborrable en familiares, amigos y en todos los que compartieron su militancia por una sociedad más justa y libre.
La muerte es sólo un síntoma de que hubo vida. Y Argarate tuvo una vida intensa y marcada a fuego por la pasión de sus ideales.
Se entregó tranquilamente a los brazos de la muerte después de haber recorrido un largo camino desde su nacimiento, el 30 de octubre de 1939 en Seguí, provincia de Entre Ríos.
Sus primeros pasos fueron a la vera de los rieles del ferrocarril. Su padre era trabajador ferroviario y en su juventud “Pocho”, como le decían sus amigos, también cumplió tareas en las estaciones, testigos fieles de muchas despedidas.
Un día, él también se despidió de su pueblo para formarse profesionalmente en los claustros de la Universidad Nacional de Córdoba.
Se recibió de médico, se especializó en Neurología y su primer trabajo fue en el Policlínico ferroviario. Los trenes parecían ser parte de su destino, que le deparó momentos inolvidables y dolorosos.
Cuentan los que han tenido largas charlas con Argarate, que en sus primeras excursiones por el mundo de la medicina se encontró frente a frente con el líder sindical de Luz y Fuerza, Agustín Tosco, mientras estaba enfermo en un escondite. Tiempos difíciles y convulsionados. Tiempos de lucha, de grandes pasiones y de muerte.
Fue en esa época de dolores, recurriendo a la pluma de César Vallejos, esa época “de pasiones precedidas de dolores con rejas de esperanzas, de dolores de pueblos con esperanzas de hombres”, que Argarate y su familia llegaron a Villa María.
Padre de cuatro hijos (uno fallecido), en nuestro ámbito tuvo una activa participación en la Asamblea Permanente de Derechos Humanos. 
Precisamente desde la entidad expresaron su profundo dolor por su muerte, pero a la vez su convencimiento que “siempre estará”.
 
Un amigo con principios y valores
 
“Adherimos al duelo por su fallecimiento. Es un amigo con el que compartimos principios y valores. Se ha ido, pero estamos convencidos de que va a continuar junto con nosotros proyectando una sociedad que reivindique los valores de justicia, solidaridad y libertad”, dijo Elvio Toscano ayer, en representación de la entidad.
Su trayectoria laboral en diversos centros, entre ellos la Asistencia Pública, la UOM, el hospitalito de Villa Nueva, en Bell Ville y Oliva, sus proyectos innovadores son apenas una parte de los interesantes capítulos de su vida. 
Sus amigos lo recuerdan como un apasionado de la historia, el tango, los buenos asados y las charlas hasta la madrugada.
Bohemio, perfil bajo, innovador. Cultor de los rezongos de los bandoneones y la poesía en su más exquisita representación. Entre sus gustos estaban Pablo Neruda, Mario Benedetti y César Vallejo. 
Avido lector, le gustaba debatir sobre política, filosofía, historia.
Estuvo siempre al lado de EL DIARIO, colaborando en el suplemento Salud y con sus columnas de interés general, siempre con una mirada histórica.
Fue uno de los fundadores del CineClub del Círculo Médico villamariense, en el retorno de la democracia en 1983. Tuvo un programa de radio difundiendo la música ciudadana y editó una revista.
Formó parte del equipo de la UTN que creó un apa­ra­to pa­ra la re­ha­bi­li­ta­ción de per­so­nas que han su­fri­do tras­tor­nos neu­ro­ló­gi­cos y tie­nen afec­ta­da la nor­mal mo­vi­li­dad de sus miem­bros.
Vivió de cerca el Cordobazo. Sin duda, su muerte está plagada de síntomas de su vida.
Una vida que anduvo muchos caminos y dejó esos infinitos recuerdos que le permiten, definitivamente, burlar a la muerte.

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