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13 de Septiembre de 2013
Cartas - Opiniones - Debates: Colegio Mariano Moreno
El progreso con memoria
“Iniciaron un camino en la educación, hoy transitamos esa huella…”
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Una imagen del histórico edificio
Los edi­fi­cios his­tó­ri­cos de la co­mu­ni­dad re­pre­sen­tan las in­ten­cio­nes, creen­cias y vi­das de quie­nes los cons­tru­ye­ron, vi­vie­ron o tra­ba­ja­ron en ellos. Cuen­tan his­to­rias so­bre las co­mu­ni­da­des de esa épo­ca, so­bre có­mo se con­vir­tie­ron en lo que son hoy y nos ayu­dan a com­pren­der quié­nes so­mos. La pre­ser­va­ción de esas his­to­rias es una par­te im­por­tan­te en la cons­truc­ción de una co­mu­ni­dad sa­lu­da­ble. Con­ser­var y dis­fru­tar de la his­to­ria de la co­mu­ni­dad pre­ser­van­do los edi­fi­cios y de­más ele­men­tos re­la­cio­na­dos a ella, es hoy una ne­ce­si­dad ine­luc­ta­ble. ¿Qué se­ría de nues­tro fu­tu­ro si ba­sá­ra­mos la pro­pia his­to­ria só­lo y tan só­lo en los es­tra­tos re­cien­tes de nues­tro acon­te­cer? In­du­da­ble­men­te el ár­bol se ter­mi­na­ría se­can­do, por­que no ha­bría po­si­bi­li­dad de an­clar de ma­ne­ra fir­me esas raí­ces al pa­sa­do y re­li­gar lo con­tin­gen­te con aque­llo que nos mar­có un rum­bo, nos sir­vió co­mo guía.
¿Pue­de ser? ¿Es po­si­ble que una co­mu­ni­dad ol­vi­de su his­to­ria bus­can­do de­sa­rro­llar em­pren­di­mien­tos in­mo­bi­lia­rios? Sí, pue­de ser, la­men­ta­ble­men­te en nues­tro país y en nues­tra pro­vin­cia la si­tua­ción de la pre­ser­va­ción del pa­tri­mo­nio his­tó­ri­co es una ma­te­ria pen­dien­te. No es gra­tui­to que ha­yan sur­gi­do en los úl­ti­mos tiem­pos co­lec­ti­vos so­cia­les que tie­nen co­mo ob­je­ti­vo de­te­ner las con­ti­nuas y ava­sa­lla­do­ras de­mo­li­cio­nes. En Vi­lla Ma­ría no son po­cas las vo­ces que se han le­van­ta­do pa­ra in­ten­tar crear con­cien­cia de la ne­ce­si­dad de pre­ser­var y re­ha­bi­li­tar los edi­fi­cios que ha si­do in­sig­nias de un tiem­po glo­rio­so, de pio­ne­ros sa­cri­fi­ca­dos y en­tu­sias­tas a los que les de­be­mos una y mil ve­ces, por lo me­nos, ates­ti­guar nues­tra fe en lo que nos le­ga­ron, cui­dan­do de las hue­llas que, en edi­fi­cios co­mo el de ca­lle Co­rrien­tes es­qui­na Ma­ria­no Mo­re­no (edi­fi­cio que per­te­ne­cie­ra al Co­le­gio Ma­ria­no Mo­re­no y al Ins­ti­tu­to Se­cun­da­rio Ma­nuel Bel­gra­no), están pre­sen­tes y aún fres­cas de aque­llos pa­sos por es­te sue­lo. No es­ta­mos ha­blan­do de un cú­mu­lo de la­dri­llos y aber­tu­ras si­no del con­ti­nuo río de ge­ne­ra­cio­nes que le die­ron a es­ta ciu­dad hom­bres y mu­je­res de bien, for­ma­dos en la cul­tu­ra del tra­ba­jo y el res­pe­to a de­ter­mi­na­dos va­lo­res que hoy pa­re­cen no que­rer re­cor­dar­se, pla­ni­fi­can­do de­mo­ler la me­mo­ria. 
La im­por­tan­cia his­tó­ri­ca es­tá ge­ne­ral­men­te re­la­cio­na­da con el vín­cu­lo en­tre el ele­men­to y un even­to, o se­rie de even­tos en par­ti­cu­lar. Co­mo di­ce el li­cen­cia­do Je­sús Chi­ri­no en su co­lum­na “Tran­si­tan­do los ca­mi­nos de la his­to­ria”:
“Aun­que mu­chas ve­ces no le pres­ta­mos la de­bi­da aten­ción, la ciu­dad po­see sus ri­que­zas ar­qui­tec­tó­ni­cas. Va­lo­ra­ción que no só­lo tie­ne que ver con el re­nom­bre del cons­truc­tor o la ca­li­dad ar­tís­ti­ca, si­no tam­bién con par­ti­cu­la­ri­da­des re­la­cio­na­das con lo his­tó­ri­co. Es así, que mi­ran­do bien las cons­truc­cio­nes po­de­mos en­con­trar cla­ves del pa­sa­do lo­cal que, acla­ra­mos, no ne­ce­sa­ria­men­te de­ben es­tar re­la­cio­na­das a epo­pe­yas, si­no a los su­ce­sos que guar­da la me­mo­ria co­lec­ti­va. Es de­cir, no só­lo son mues­tras de es­ti­los ar­qui­tec­tó­ni­cos, si­no tam­bién re­fe­ren­cias de su­ce­sos en los cua­les par­ti­ci­pa­ron ciu­da­da­nos de ge­ne­ra­cio­nes an­te­rio­res a la nues­tra. Es­ta es una de las ra­zo­nes por la cual esas cons­truc­cio­nes for­man par­te del pa­tri­mo­nio cul­tu­ral de nues­tra so­cie­dad y son ele­men­tos de co­he­sión so­cial, al co­nec­tar­nos con dis­tin­tos mo­men­tos de vi­da co­mu­ni­ta­ria. Son par­tes del pai­sa­je ur­ba­no que per­mi­te es­ta­ble­cer una con­ti­nui­dad en la his­to­ria de la ciu­dad, de allí que su va­lor su­pe­ra el va­lor de mu­seo que tes­ti­mo­nia el ac­cio­nar del hom­bre co­mo cons­truc­tor del pai­sa­je cul­tu­ral de la ur­be”.
¿A quién ha­blar en­ton­ces? ¿A quién lla­mar? ¿A qué ma­nos ge­ne­ro­sas re­cu­rrir pa­ra que nues­tra ca­sa no se con­vier­ta en es­com­bros, pol­vo, ne­bli­na? ¿Quién pue­de, jus­ti­pre­cian­do el pe­so de más de 90 años de his­to­ria, creer que es po­si­ti­vo pa­ra un pue­blo ha­cer de­sa­pa­re­cer uno de sus bas­tio­nes ar­qui­tec­tó­ni­cos, que ha re­sis­ti­do al pa­so del tiem­po y ate­so­ra el pa­so del acon­te­cer ciu­da­da­no en sus es­tan­cias? Sa­be­mos que al­guien es­cu­cha­rá y po­drá en­ten­der­nos. Lo sa­be­mos por­que a na­die de­be­ría im­por­tar más un ne­go­cio que el al­ma de un pue­blo.
Por to­do lo ex­pues­to has­ta aquí, es ur­gen­te pa­ra nues­tra co­mu­ni­dad edu­ca­ti­va que se to­men las me­di­das co­rres­pon­dien­tes a pre­ser­var y re­ha­bi­li­tar el exedi­fi­cio de nues­tro co­le­gio a fin de no cor­tar, de no mu­ti­lar el ima­gi­na­rio co­mu­ni­ta­rio, su sim­bo­lo­gía, que con es­te edi­fi­cio es­tá com­ple­ta y que sin él es­ta­ría des­mem­bra­da. To­dos los que cons­trui­mos a dia­rio es­ta es­cue­la en sus di­fe­ren­tes ni­ve­les, oí­mos a las má­qui­nas acer­car­se con su pe­sa­do men­sa­je de de­mo­li­ción. Las en­tra­ña­bles pa­re­des de la que fue­ra nues­tra que­ri­da es­cue­la es­tán tem­blan­do y con ella nues­tros co­ra­zo­nes, por­que no se­ría­mos lo que hoy so­mos sin ese edi­fi­cio de pie, que nos re­cuer­da el pro­ce­so lar­go y es­for­za­do que nos lle­vó a con­ver­tir­nos en es­ta ins­ti­tu­ción que hoy co­mo ayer, en el sue­ño de esos hom­bres co­mo Dall´Ora y  Juan Roc­chi, si­gue bre­gan­do por for­mar per­so­nas de bien con sus raí­ces cla­ras. Ár­bo­les fuer­tes, no do­mes­ti­ca­dos, que cre­cen vi­go­ro­sos dan­do sus fru­tos mul­ti­pli­cán­do­se, ha­cien­do de es­ta tie­rra un mo­jón del pro­gre­so sa­lu­da­ble, es de­cir, el pro­gre­so con me­mo­ria.
 
Aso­cia­ción Pro­fe­sor Juan Roc­chi de EBEC, en sus Ins­ti­tu­tos Ma­ria­no Mo­re­no y Ma­nuel Bel­gra­no

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