Los edificios históricos de la comunidad representan las intenciones, creencias y vidas de quienes los construyeron, vivieron o trabajaron en ellos. Cuentan historias sobre las comunidades de esa época, sobre cómo se convirtieron en lo que son hoy y nos ayudan a comprender quiénes somos. La preservación de esas historias es una parte importante en la construcción de una comunidad saludable. Conservar y disfrutar de la historia de la comunidad preservando los edificios y demás elementos relacionados a ella, es hoy una necesidad ineluctable. ¿Qué sería de nuestro futuro si basáramos la propia historia sólo y tan sólo en los estratos recientes de nuestro acontecer? Indudablemente el árbol se terminaría secando, porque no habría posibilidad de anclar de manera firme esas raíces al pasado y religar lo contingente con aquello que nos marcó un rumbo, nos sirvió como guía.
¿Puede ser? ¿Es posible que una comunidad olvide su historia buscando desarrollar emprendimientos inmobiliarios? Sí, puede ser, lamentablemente en nuestro país y en nuestra provincia la situación de la preservación del patrimonio histórico es una materia pendiente. No es gratuito que hayan surgido en los últimos tiempos colectivos sociales que tienen como objetivo detener las continuas y avasalladoras demoliciones. En Villa María no son pocas las voces que se han levantado para intentar crear conciencia de la necesidad de preservar y rehabilitar los edificios que ha sido insignias de un tiempo glorioso, de pioneros sacrificados y entusiastas a los que les debemos una y mil veces, por lo menos, atestiguar nuestra fe en lo que nos legaron, cuidando de las huellas que, en edificios como el de calle Corrientes esquina Mariano Moreno (edificio que perteneciera al Colegio Mariano Moreno y al Instituto Secundario Manuel Belgrano), están presentes y aún frescas de aquellos pasos por este suelo. No estamos hablando de un cúmulo de ladrillos y aberturas sino del continuo río de generaciones que le dieron a esta ciudad hombres y mujeres de bien, formados en la cultura del trabajo y el respeto a determinados valores que hoy parecen no querer recordarse, planificando demoler la memoria.
La importancia histórica está generalmente relacionada con el vínculo entre el elemento y un evento, o serie de eventos en particular. Como dice el licenciado Jesús Chirino en su columna “Transitando los caminos de la historia”:
“Aunque muchas veces no le prestamos la debida atención, la ciudad posee sus riquezas arquitectónicas. Valoración que no sólo tiene que ver con el renombre del constructor o la calidad artística, sino también con particularidades relacionadas con lo histórico. Es así, que mirando bien las construcciones podemos encontrar claves del pasado local que, aclaramos, no necesariamente deben estar relacionadas a epopeyas, sino a los sucesos que guarda la memoria colectiva. Es decir, no sólo son muestras de estilos arquitectónicos, sino también referencias de sucesos en los cuales participaron ciudadanos de generaciones anteriores a la nuestra. Esta es una de las razones por la cual esas construcciones forman parte del patrimonio cultural de nuestra sociedad y son elementos de cohesión social, al conectarnos con distintos momentos de vida comunitaria. Son partes del paisaje urbano que permite establecer una continuidad en la historia de la ciudad, de allí que su valor supera el valor de museo que testimonia el accionar del hombre como constructor del paisaje cultural de la urbe”.
¿A quién hablar entonces? ¿A quién llamar? ¿A qué manos generosas recurrir para que nuestra casa no se convierta en escombros, polvo, neblina? ¿Quién puede, justipreciando el peso de más de 90 años de historia, creer que es positivo para un pueblo hacer desaparecer uno de sus bastiones arquitectónicos, que ha resistido al paso del tiempo y atesora el paso del acontecer ciudadano en sus estancias? Sabemos que alguien escuchará y podrá entendernos. Lo sabemos porque a nadie debería importar más un negocio que el alma de un pueblo.
Por todo lo expuesto hasta aquí, es urgente para nuestra comunidad educativa que se tomen las medidas correspondientes a preservar y rehabilitar el exedificio de nuestro colegio a fin de no cortar, de no mutilar el imaginario comunitario, su simbología, que con este edificio está completa y que sin él estaría desmembrada. Todos los que construimos a diario esta escuela en sus diferentes niveles, oímos a las máquinas acercarse con su pesado mensaje de demolición. Las entrañables paredes de la que fuera nuestra querida escuela están temblando y con ella nuestros corazones, porque no seríamos lo que hoy somos sin ese edificio de pie, que nos recuerda el proceso largo y esforzado que nos llevó a convertirnos en esta institución que hoy como ayer, en el sueño de esos hombres como Dall´Ora y Juan Rocchi, sigue bregando por formar personas de bien con sus raíces claras. Árboles fuertes, no domesticados, que crecen vigorosos dando sus frutos multiplicándose, haciendo de esta tierra un mojón del progreso saludable, es decir, el progreso con memoria.
Asociación Profesor Juan Rocchi de EBEC, en sus Institutos Mariano Moreno y Manuel Belgrano