Por Pepo Garay/Especial para EL DIARIO
En San Martín de Los Andes, el aire tiene gusto a chalés con estilo, a restaurantes refinados, a centro de esquí, a alto nivel. En Junín de Los Andes, no. El habitante menos glamoroso del sur de Neuquén elude el traje formal, la alcurnia de algunos de sus vecinos. En cambio, nos brinda una cara tradicionalista, criolla. Faceta que bien va con el ropaje de gaucho y la sencillez de los pobladores. El río, las montañas, las calles, el ambiente general, traen algo del espíritu serrano de Córdoba hasta la pura Patagonia.
Pero además, esta ciudad-pueblo de 15 mil habitantes tiene el mérito de servir como principal puerta de acceso al Parque Nacional Lanín. El volcán homónimo, decenas de lagos, circuitos para andar y deleitarse, paisajes que dejan surco en la memoria, aguardan la visita de quien, primero, por las veredas locales anda.
Paseo por el centro
La famosa Fiesta Nacional del Puestero se desarrolla cada febrero, cuando el municipio resplandece de caballos, bombachas y bombos legueros. Aunque en realidad, el espíritu campestre vive aquí todo el año. Junín es una estrofa de lo simple, del canto que dice que el sur argentino también es popular y autóctono. Dar una vuelta por el centro sirve para consolidar la idea.
Así, el viajero ve que los rostros locales andan más morenos, que la sangre mapuche todavía sobrevive en el mestizaje. La gente es buenaza y austera, poco acostumbrada al marketing turístico. Mejor para uno, que ve en el particular mucho de genuino. Perfecta la onda para visitar la plaza San Martín, la Oficina de Correos, el Colegio María Auxiliadora, el Museo de Don Moisés y ejemplos del marcado perfil religioso de la paisanada en la Iglesia Parroquial, el Santuario de Nuestra Señora de las Nieves y Laura Vicuña y el notable monumento del Vía Christi.
Caminando y preguntando, cruzando un mate con algún lugareño, se llega hasta la costanera. Allí el que silba es el río Chimehuin. Vertiente que le da vida a la ciudad, con arboledas y aridez en los márgenes, tenues cerros para hacer declaración de intenciones. Vital el paso del agua, pura y muy fresca ella. Es el río uno de los principales llamadores de turistas. Sobre todo de los seguidores de la pesca, en búsqueda de truchas y otros salmónidos.
Rumbo al parque
La huella del Chimehuin nos lleva hasta la médula del Parque Nacional Lanín, distante a 25 kilómetros del centro. Bellísima área donde la estrella es su famoso volcán. Casi 3.800 metros de altura coronados por un blanco eterno y rodeados en el debajo inmediato por el verde. Un circuito de trekking llega hasta los glaciares del gigante. Demanda unas cuatro horas de marcha, paseando entre bosques y el río helado.
Otras figuras del PN son los lagos, como el Huechulafquen y su hermano menor Epulafquen. Espejos de agua que se extienden por kilómetros, permitiendo que a sus orillas florezcan espacios como Puerto Canoa o Bahía Cañicul. Decenas de campings acompañan la idea, incluso en los bordes del también cofrade Lago Paimún.