La pregunta que el doctor Julián de Zubiría Samper no deja de hacerse, desde hace más de 30 años (desde que fundó el Instituto Merani en Bogotá), es: “¿Por qué no cambia la escuela? Si ya sabemos tanto sobre inteligencia y aprendizaje, si todos vemos que fracasó, ¿por qué la escuela no cambia?”. A la pregunta retórica del doctor le sigue otra, por demás obvia, del entrevistador:
-¿Por qué dice que fracasó la escuela?
-Porque en las escuelas primarias de Latinoamérica los niños no aprenden a leer. Y te voy a dar números de tu país. En Argentina, el 75% de los estudiantes menores de 15 años está a seis niveles por debajo del parámetro de lectura de Europa del norte. Si los niños no aprenden a leer, quiere decir que no aprenden a pensar. Y si no aprenden ni a leer ni a pensar, estamos fracasando como escuela.
-¿Cuál es, según su experiencia, la misión que debiera tener la escuela primaria?
-La educación básica deber servir ante todo para desarrollar competencias básicas. Pero no es lo que estamos haciendo. Nos perdimos en el camino. Nos dedicamos a los ríos de África o a las capitales de América. ¡Y eso no sirve para nada, porque eso está en Google! Y si lo que yo le pregunto a un alumno en un examen está en Google, entonces ese examen está mal pensado. Un alumno debiera poder usar Google en un examen, porque un examen debiera analizar la capacidad de pensar y no la memorización de datos. Pero si las clases no son de pensar, yo no les puedo pedir a los chicos que piensen el día del examen. Eso sería traicionarlos.
-En su ponencia, habló de una propuesta innovadora para las escuelas de Latinoamérica...
-Propongo que nos sentemos maestros, niños y padres a definir un proyecto educativo institucional para todo el continente; y que empecemos a actuar cada uno desde su institución, ¡pero ya mismo! En lo pedagógico, mi propuesta consiste en que al alumno no hay que darle pescado, sino cañas de pescar.
-¿Cómo es esto?
-Te doy ejemplos. Cristóbal Colón descubrió América: un pescado. Símbolo químico del sodio: otro pescado. El nombre latino de las plantas: otro pescado. Uno más uno igual a dos: otro pescado. Pero aprender a escribir, eso sí que no es un pescado. ¡Eso es una caña de pescar! Porque aprender a escribir, es aprender a pensar. Y en un futuro muy próximo, las escuelas le darán más importancia a la escritura que a todo lo demás. La escritura es un viaje a la trascendencia. Abandonemos Química, Geografía y Física y abracemos las competencias transversales como el “pensar” y el “escribir”. Todo maestro debería desarrollar el pensamiento en sus alumnos.
Las escuelas como fábricas de futuros empleados
-¿Por qué la escuela hizo tanto hincapié en las especificaciones y dejó de lado el concepto de “aprehender”?
-Tú lo has dicho bien, ¡la escuela debe ser un lugar donde “aprehender”! Pero si eso no está sucediendo, es porque el sector económico y político se beneficia si la gente “no aprehende”, si la gente “piensa mal”, si la gente “no sabe escribir”.
-¿Y cuál es ese beneficio político y económico?
-Te doy más ejemplos. Si ponen a la modelo de turno vendiendo jabón, las mujeres de nuestros países van a comprar ese jabón no por sus cualidades, sino porque piensan mal; y entonces creen que al bañarse con ese jabón, se van a volver como esa modelo. En lo político, si la gente de un país no sabe leer ni pensar, tampoco va a saber votar o reclamar. Hay intereses políticos y económicos detrás de una escuela que forma empleados y obreros; y no gente que piensa.
-¿La escuela se ha dedicado a uniformizar a los niños en pos de fabricar empleados?
-¡Absolutamente! A fines de los años 70, Pink Floyd editó “The wall”, una obra maestra de la pedagogía. Y en ese disco mostró una tesis fabulosa: la escuela que hemos hecho se hizo a imagen y semejanza de las fábricas; es decir, para formar empleados mediocres que no crean y no piensen. Y la escuela sigue formando alumnos para que sean otro ladrillo más en la pared. La metáfora de “The wall” hoy está más vigente que nunca.
Iván Wielikosielek
-Especial UNVM-