Sin embargo, hay un carlotense-villamariense que no puede decir lo mismo y que mañana, cuando los dos clubes se enfrenten por primera vez en un torneo nacional, tendrá un poco el corazón dividido, aunque se incline por el color de sus orígenes.

Antonio “Titi” Paul conoce lo que es sentir la camiseta de Jorge Ross desde sus entrañas, pero la vida también le acercó cierta pasión al “Fortinero”, club que siguió cuando se vino desde su terruño para encariñarse con Villa María, como tantos hombres que se radicaron en la ciudad en la década del 60.

“Nací en 1938, en La Carlota, y me vine a vivir a Villa María en el 67, porque trabajaba en el Banco Nación y me habían mandado con el propósito de pasar más adelante a la sucursal de La Playosa, pero al final no quise irme allá; me gustó la ciudad y decidí quedarme”, comenta “Titi”, hoy jubilado bancario, padre de dos hijas y abuelo de cuatro nietos.

Claro que la vida bancaria llegó mucho después que el fútbol, el deporte que Paul abrazó desde pequeño,  con la esperanza de llegar a ser jugador y el sueño de dar una vuelta olímpica en el club de sus amores.

En 1957 le llegó la cúspide: “Titi” fue uno de los goleadores del equipo que se coronó campeón por primera vez en la historia y, por ello, recibió en 2007 una plaqueta en la sede del club carlotense, en homenaje a aquellos jugadores que forjaron la historia positiva de la institución.

“Fue el primer título, pero curiosamente no fue en la Liga de Canals, sino en la Béccar Varela”, revela “Titi”, para luego agregar que “antes de esa campaña, Jorge Ross había tenido problemas en la Liga de Canals  y se fue a jugar a la Béccar; después volvió”, comenta.

“En aquellos tiempos Jorge Ross tuvo muchos inconvenientes, pero hace 15 años todo se complicó por problemas económicos; tenían una financiera y quedaron con las cuatro ruedas para arriba, entonces el club tuvo que vender la vieja cancha. Se lotearon los terrenos y después el estadio nuevo se mudó al otro lado del río, cerca del puente”, recuerda. Y añade que “por esa razón, al estadio ahora le dicen precisamente ‘el puente”.

“Es un estadio medianamente nuevo y tiene dos o tres tribunas, está lindo”, señala.

Como emblema del equipo campeón del 57, Paul marcó nueve tantos en ese torneo, que también tuvo de figura a su compañero Raúl De María, aquel jugador que pasó por Sarmiento de Villa María.

“Yo jugaba de volante con De María, pero siempre llegábamos al gol”, destaca, no sin antes recordar que “más allá que a veces se jugaba con muchos delanteros, nuestro equipo tenía cuatro defensores, tres volantes y tres adelante”.

Eran épocas donde el club de La Carlota ni pensaba participar en un certamen nacional, aunque hacía sus primeras experiencias con rivales de otro calibre.

“Se hacían cuadrangulares contra Estudiantes de Río Cuarto, Ameghino de Villa María y también iban los clubes de Venado Tuerto, que tenían buen fútbol”, cuenta.

De aquel tiempo a esta parte,  “Titi” se enorgullece por el esfuerzo que hicieron en La Carlota para intervenir en un Torneo Argentino B.

“Es la primera vez que el club decide jugar un torneo así, aunque los muchachos tuvieron que afinar el lápiz porque no cuentan con un presupuesto como Alumni, por ejemplo, aunque tiene un buen equipo que fue tricampeón provincial; me gusta el arquero Belbuzzi y tiene un buen técnico porque Gustavo Zalazar sabe mucho”, advierte.

 

En Lamadrid

 

Después de colgar los botines y de aceptar el traslado del Banco Nación, diez años posteriores al título histórico en Jorge Ross, “Titi” se instaló con su familia en el barrio Lamadrid de nuestra ciudad.

“Mi primera casa fue en Mendoza a 1600, al lado de la peluquería de Trento, a pocos metros del club Alumni”, indica. De ahí en más, se acercó al “Fortinero” como un aficionado más.

“Los Campana, el ‘Nene’ Miranda… Me acuerdo de todos los jugadores de aquella época; también seguí mucho al equipo cuando lo dirigía Miguel Brindisi, hasta íbamos a ver los entrenamientos”, afirma.

“Alumni tenía siempre lindos equipos, muy competitivos, y eso lo llevó a jugar siempre en otro nivel, lo seguí en el Argentino B y también en el Argentino A, pero últimamente había dejado de ir a la cancha porque medio que me había defraudado”, asevera. Y en ese sentido, argumenta: “Entiendo que los directivos nunca se dieron cuenta que Alumni estaba en una tercera categoría del fútbol argentino y lo digo por la cantidad de desaciertos lamentables que hubo y que hicieron que mucha gente dejara de ir a la cancha”.

Además, apunta que “no gustaba tanto recambio de jugadores, se perdía el sentido de pertenencia y el equipo no funcionaba”.

En ese aspecto, el último gran jugador del equipo que vio “Titi” fue el “Diablo” Roberto Monserrat, “por todo lo que contagiaba adentro de la cancha”, en aquel equipo que logró el ascenso en 2006.

“Hubo jugadores que llegaban desde afuera y no tenían voluntad, eso me fue sacando las ganas de ir a ver el equipo”, expresa, con cierta resignación, sobre todo porque su pasión por el fútbol fue como un legado que trasladó a sus hijas, a sus tres nietas y a su nieto, el más chico y el más futbolero. Una pasión que tendrá un capítulo aparte mañana.

“Yo siempre fui de Jorge Ross, porque ahí me hice desde chico, pero tengo también mi corazoncito en Alumni; lo quiero mucho al barrio”, expresa “Titi”, uno de los primeros vecinos del San Justo, uno de los primeros en salir campeón con Jorge Ross y uno de los primeros en asistir al debut de ambos equipos en el certamen nacional.