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22 de Septiembre de 2013
Con aroma a granos molidos y a papel recién impreso
Cafés literarios de la Villa
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Cálidos y amigables, íntimos y seductores, sencillos y lujosos; así son los cafés donde se dan cita los amantes de la literatura en la ciudad. Herederos de la tradición europea y porteña, tanto el bar de “Librelibro” como el espacio cultural de “Mentiras que matan” son los primeros en proponer esta posibilidad intelectual y urbana: la de combinar la lectura con la amistad y humeantes pocillos que no dejan de correr entre las mesas...


Gustavo Caleri lo dice con orgullo: “¡El mes que viene el café cumple dos años!”. Quizás esta medida de tiempo represente para él (o para cualquiera que se haya propuesto un proyecto cultural a largo plazo en Villa María) algo así como dos eternidades. Pero lo cierto es que al repasar los hitos del bar, uno no puede menos que asombrarse. Y es que por sus mesas pasaron autores de relevancia nacional como María Teresa Andruetto, Jorge Tasin o Mariana Enríquez; hubo decenas de presentaciones de libros locales y (sólo en el año 2012) cuatro ciclos de lectura: uno por cada estación. Cada uno de estos ciclos contó con tres partes y dos poetas invitados cada vez; lo que equivale a decir que el año pasado, 24 poetas de la ciudad, la provincia y el país leyeron sus textos entre gaseosas, sándwiches y cervezas (cortesía de la casa) para amigos y entusiastas. Carina Sedevich, Gustavo Borga, Marcelo Dughetti, Jorge Rossi, Fabián Clementi, Silvina Mercadal y Verónica Picco compusieron el dream team local; mientras que Elena Aníbali, Juana Luján, Sergio Gaiteri, Martha Svorcan y Roberto Miranda jugaron para “Resto de Córdoba”. De latitudes más lejanas llegaron los poetas Sergio Rigazio y Paula Yende (Junín) y Eduardo Senac (General Pico). Si a esto se le suma la decena de conferencias sobre temas tan diversos como “La crisis de la Iglesia”, “Villa Oculta” o “La naturaleza del kirchnerismo”, no hay dudas de que el café de Mitre y Mendoza se ha vuelto referente ineludible de la cultura villamariense.
 
Un “Tortoni” en miniatura
 
Pero mejor que explique este fenómeno el padre de la criatura, el librero Gustavo Caleri. 
 “Hace seis años que funciona la librería y siempre tuvimos la idea de anexarle el café; sólo que recién hace dos años tuvimos la posibilidad edilicia de concretarla”.
-¿Y sabías si la ciudad iba a dar para un café literario?
-No lo sabía, pero confiaba. Y de hecho no me equivoqué, porque hoy ves un circuito de gente que se interesa por la literatura y asiste a las presentaciones. No es un círculo muy numeroso, pero tiende a crecer.
-¿Cuál fue la idea madre a la hora de crear el café?
-Básicamente, favorecer el encuentro con el autor. Pero también generar un circuito “extra” que no se quedara solamente en la venta de libros. 
-¿Qué importancia tiene para vos el encuentro entre autor y lector?
-Creo que es fundamental a la hora de encontrar nuevas claves en un libro. Cuando el autor lee un poema en público, se tiene otra percepción de ese texto de acuerdo a la entonación, a los gestos, a los silencios. En la presentación de un libro, además, el autor te cuenta muchos secretos que abren nuevas puertas de acceso a su literatura.
-En tu local entran unas 25 personas, ¿pensás que el café es una instancia más íntima para socializar la literatura?
-Sí, y también más amena. Porque si la escala siguiente es la Medioteca con 90 butacas o el Centro Comunitario con 220, por ahí te queda grande. En cambio en el café, si juntás 20 personas tu presentación fue un éxito porque la llenaste (risas).
-¿Cómo ves la realidad cultural de la ciudad?
-Hay de todo y para todos. Música, pintura, teatro... hay espectáculos todas las semanas y muchas veces hasta se superponen. En cuanto a lo literario, hace 10 años no había ni la cantidad de escritores ni de librerías ni de editoriales que hay ahora. Cada miércoles reseño un libro para el programa de radio de Marcelo Silvera (“Me quedo acá”) ¡Y hace tres meses que sólo reseño libros locales! Han salido más de 10 en lo que va del año.
-¿Qué pensás de la calidad de la literatura de la ciudad?
- Villa María tiene escritores de gran catadura. Lo primero que a uno le viene a la cabeza es la poesía. Nombres como Edith Vera, Alejandro Schmidt, Gustavo Borga, Marcelo Dughetti o Carina Sedevich ya suenan a nivel provincial y nacional. Pero la narrativa también está teniendo un despegue bárbaro con escritores como Jorge Rossi, Fabián Clementi o Javier Páez. Y en la narrativa histórica, con Rubén Rüedi y Julio Benítez. También hay muchos jóvenes que se visibilizaron a través de talleres y nuevas antologías. Eso es muy valioso.
Lo que viene en Librelibro será la presentación de dos poemarios: “Sioux”, de Marcelo Dughetti,  y “Anatomía”, de Fabricio Devalis, de James Craik. El evento tendrá lugar el próximo jueves 26 de septiembre y quizás Caleri dé alguna sorpresa para el cumpleaños número dos de su café, ese Tortoni en miniatura que ya es un clásico en la ciudad.
 
Con el alma del “café concert”
 
Hasta hace un año (y según sus propias palabras) Griselda Rulfo no asistía a eventos literarios, tenía vergüenza de leer en público y se había retirado del mundanal ruido. Sobre todo del que hacen los libros al caer con su peso de block sobre la pulida tabla de los bares. Sin embargo, algo cambió en su interior. Y en pocos días dejó el claustro casero para organizar cafés literarios, pasando de ser una suerte de monja de clausura a una Victoria Ocampo de la Villa. Sin embargo, este cambio tuvo una explicación. Y si no, escuchemos a la propia autora de “Nueve y diez... el que no se escondió se embromó”.
“Esto del café literario es un sueño. Y los sueños no tienen ni tiempo ni espacio. Uno se los guarda todo lo que haga falta hasta que un día pueden salir a la luz. Y ese sueño que teníamos con el poeta Andrés Velo estuvo guardado 20 años porque en su momento parecía demasiado iluso”.
-¿Por qué razón era iluso?
-Primero, porque queríamos ser los dueños del café (risas) y después, porque la ciudad era muy chica y a lo mejor no daba para las letras y nos fundíamos (más risas).
-¿Y cuál fue el disparador de “Mentiras que valen la pena”?
-Allá por el año 2000 nos solíamos reunir en el patio de mi casa con un grupo de gente que nos gustaba escribir o compartíamos el taller con Marta Parodi. Y Edith Vera, que por esos días venía con nosotros al taller, nos contaba de un “café concert” que supo tener años atrás en la ciudad y que se llamaba “El Angel Azul”. Parece que el café trascendió Villa María y hasta llegó a salir en la revista Gente. Nos entusiasmamos con esas dos cosas, con el “café concert” y el hecho de estar juntos leyendo. 
-¿Y por qué se demoró tanto la concreción del proyecto?
-Porque yo trabajé durante 20 años como profesora sin tiempo para nada. Una vez jubilada, hablando con el escritor cordobés Darío Leiva, le dije “qué lindo que sería vivir como vos, que vas a todos los encuentros y todas las lecturas”. Y él me dijo “venite a vivir a Córdoba”. Yo le dije que no porque Villa María estaba linda y con una muy buena movida cultural. Y él me dijo “¿y por qué no te hacés una movida allá? Hacela y no te preocupés por los grandes escritores porque siempre son difíciles. Trabajá más bien con nosotros, desde el llano, y con la gente a la que le gusta la literatura”. Así que hablé con Andrés y él se enganchó muchísimo.
-El primer encuentro fue en un bar más pequeño y menos lujoso que este...
-Sí, fue en “Peor para el sol”, de calle Maipú, que nos acogió muy bien. Luego de un tiempo, ese bar nos quedó chico y nos pasamos al café “Sión”, en bulevar Alvear. Finalmente, llegamos a “Rigoletto”, donde tenemos un espacio maravilloso. 
-¿Cómo funcionan los encuentros?
-Nos juntamos el tercer sábado de cada mes y ya vamos por la décima edición. Tenemos un promedio de 50 personas por evento y ya se hizo una cadena. La dinámica es la del “café multicultural” porque la idea es atraer gente con distintos intereses. Lo central es el escritor que en cada reunión presenta un libro, pero también un pintor que inaugura una muestra y músicos en vivo. Luego de la presentación, hacemos ronda de lectura y lee el que quiere, ya sea poesía o cuentos cortos. ¡Tengo escritores anotados para presentar su libro hasta agosto del año que viene! 
-¿En Villa María hay público literario?
-Muchísimo. Pero lo bueno es que siempre viene gente nueva del interior porque el café se está haciendo muy conocido. Tenemos casi 700 amigos en Facebook (Griselda Rulfo Griselda). 
-¿Los escritores prefieren el espacio del café a la lectura formal y académica?
-Observo las dos tendencias. Hay gente que ya presentó su libro en el Centro Cultural o en la Medioteca, pero luego lo presenta en el café porque hay gente que viene acá y que no va allá. Es fabuloso que existan los dos espacios y se retroalimenten. Eso me pone muy contenta.
 
Griselda comenta que hoy a la coordinación del café la comparte la poeta Lola Massetti. Y enumera algunos autores que pasaron por “Mentiras que valen la pena”, como las poetas cordobesas Laura García del Castaño, Leticia Resisa, Lily Chávez, Marcela Rosales y Rocío Jiménez; el cuentista Daniel Broggin, de Hernando; y las escritoras Amanda Tomalino  (San Marcos Sierra), Claudia Tejeda (Alta Gracia) y Claudia Marescalchi (Las Perdices). Y, con mucho entusiasmo, Griselda adelanta el próximo evento: será el sábado 19 de octubre y se presentará “Cada día”, el último poemario de la escritora villamariense Susana Zazetti, editado por el sello local “El Mensú”.
De esta manera, el espacio de Alem y Mendoza se convierte cada tres sábados en un pequeño “Café de Flore” de provincias; como aquel bar parisino donde se juntaban los surrealistas y cada servilleta de papel se volvía una obra de arte.
 
Iván Wielikosielek


 

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