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22 de Septiembre de 2013
Destinos - Iquitos, Perú
Perdida en la selva
Sin carreteras que la comuniquen y rodeada de amazonas, esta ciudad de casi medio millón de habitantes despierta la curiosidad del viajero. La vida en los bordes del río, paseos por la jungla y arquitectura de una época dorada
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Por Pepo Garay
Especial para EL DIARIO

Lo que primero destaca de Iquitos está en su reseña: la capital del Departamento de Loreto, ubicado al noreste de Perú, es la mayor ciudad no accesible por carretera del mundo. A ella sólo se llega en barco (río mediante) o avión. Son casi medio millón las personas que la habitan y que viven geográficamente desconectadas, rodeadas de pura amazonia. Ese estado de aislamiento, aunque más no sea exageración romántica, alcanza para cautivar a quien pone el ojo en sus dominios.
Sin embargo hay más alicientes que terminan de generar la visita. La selva circundante, con su opulenta biodiversidad tan a la mano, y el encanto del trazado urbano, poseedor de interesantes elementos arquitectónicos y espacios públicos, se conjugan en el llamado.  
     
Malecón y después
 
El río Amazonas. Ahí casi siempre comienza la aventura por Iquitos. Venidos en barco desde Brasil, Ecuador u otros puntos del Perú, son varios los visitantes que llegan a la ciudad gracias al río más caudaloso del planeta. La recibida se da en las cercanías del malecón Tarapacá. En el paseo por la costanera, se adivina la relación intrínseca de la gente y el coloso de agua. Barcazas de todos los tamaños transportando gente, animales y mil productos. Pescadores montando sus cañas y redes, buscando el alimento, que se vende como pan caliente en el cercano mercado de Belén. En el puerto homónimo y su zona de influencia, decenas de casas flotantes resisten las crecidas sobre pilotes. Exótica la postal, que potenciará sus atributos luego, con el recorrido por los alrededores.
Pero todavía es tiempo de charlar con el cemento. Por las calles, autos se ven poquitos y ninguno ¿Para qué gastar dinero  en un coche si ni siquiera hay carreteras que comuniquen con pueblos vecinos? Mejor moverse con las célebres mototaxis, pequeños ciclomotores de tres ruedas que llevan compartimiento techado en la parte trasera, y que se multiplican a lo largo y ancho de Iquitos. Silbando van los carritos, verdaderos íconos de esta singular metrópoli. Por monedas, el foráneo se da una vuelta por los suburbios, y cuando se cansa pide aterrizar en el centro propiamente dicho.
Allí reside la Plaza de Armas, punto neurálgico del mapa. Una preciosa explanada rodeada de arquitectura colonial y donde también destacan edificios insignes como la Casa de Fierro (diseñada en 1887 por el Gustav Eiffel, el mismo de la torre Eiffel de París), la Iglesia Matriz y el cercano ex-hotel Palace. Obras todas que reflejan la época dorada de Iquitos, transcurrida entre fines del Siglo XIX y principios del XX, en plena fiebre del caucho. El resto lo forman líneas de coloridas galerías con arcos, pies andando con exceso de sol o de lluvia, calor siempre, y muy frecuentes cortes de luz.  
 
Vamos a la jungla
 
Para poder decir que uno conoce Iquitos, también hará falta trasladarse a las periferias, donde la civilización da lugar a la naturaleza en estado puro. En ese sentido, recomendable es sumergirse en la selva, que se extiende hacia los cuatros puntos cardinales. Lo mejor es pernoctar en algunos de los muchos albergues perdidos en la espesura y desde este punto realizar caminatas, excursiones de pesca, avistamiento de animales y paseos en bote.  
Asimismo vale la pena conocer la Playa Santa Clara (a 10 kilómetros del centro) y algunos emprendimientos como la Reserva Natural Alpahuayo Mishana, la Isla de los Monos o el Mariposario de Pilpintuhuasi. Lugares donde el principal atractivo es la observación de los distintos animales que residen en la selva, desde serpientes y monos hasta tapires y jaguares. La visita a las comunidades indígenas, por su parte, ayuda a comprender cómo se ve el mundo con los ojos de estas tierras. La experiencia viene rodeada de un verde incontenible. Cerquita de Iquitos y tan lejos. 


 

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