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27 de Septiembre de 2013
Puntos de vista - Acerca del conflicto en el Poder Judicial cordobés
“Tu Justicia, tu reclamo; mi Justicia, mi reclamo”
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Los empleados de los Tribunales de Villa María se han sumado al justo reclamo de todos los trabajadores del Poder Judicial de la Provincia y las medidas de fuerza son una constante

 

Escribe: Dr. Eduardo Luis Rodríguez (*)
 
Pa­ra em­pe­zar a de­li­near es­ta opi­nión y que el lec­tor pue­da com­pren­der lo que pre­ten­do ex­pre­sar, es pre­ci­so de­ter­mi­nar que uno de los tres po­de­res fun­da­men­ta­les del Es­ta­do de­mo­crá­ti­co es el Po­der Ju­di­cial.
Es­te po­der se com­po­ne de los dis­tin­tos em­plea­dos y es­ca­la­fo­nes del Po­der Ju­di­cial, pe­ro tam­bién for­man par­te del mis­mo los abo­ga­dos, las fuer­zas de se­gu­ri­dad y otros au­xi­lia­res que son ne­ce­sa­rios pa­ra su fun­cio­na­mien­to. Es de­cir, en sen­ti­do am­plio, fun­cio­na­rios ju­di­cia­les, abo­ga­dos par­ti­cu­la­res y fuer­zas de se­gu­ri­dad so­mos dis­tin­tos en­gra­na­jes de una mis­ma ma­qui­na­ria, que es aque­lla que se de­be en­car­gar de apli­car la ley, ve­lan­do por los de­re­chos y ga­ran­tías de los ciu­da­da­nos de la pro­vin­cia de Cór­do­ba.
Co­mo cual­quier he­rra­mien­ta me­ca­ni­za­da, la fa­lla de un en­gra­na­je per­ju­di­ca en for­ma di­rec­ta su fun­cio­na­mien­to.
Pa­ra quie­nes no tran­si­tan a dia­rio los Tri­bu­na­les de la pro­vin­cia pa­re­ce­rá nue­vo el re­cla­mo de los em­plea­dos ju­di­cia­les, que en es­tos días han es­ta­do rea­li­zan­do asam­bleas y se han mos­tra­do más com­ba­ti­vos en la ve­re­da de ca­da se­de ju­di­cial.
Pe­ro pa­ra quie­nes es­ta­mos allí to­dos los días, ha­ce bas­tan­te tiem­po que ve­mos afi­ches y pan­fle­tos pe­ga­dos en cuan­ta puer­ta o ven­ta­na cru­za­mos, co­mo así tam­bién he­mos pa­de­ci­do el “tra­ba­jo a có­di­go” co­mo se­ñal de pro­tes­ta, cir­cuns­tan­cias es­tas que son le­gí­ti­mas y des­de lo per­so­nal apo­yo fer­vien­te­men­te.
Creo que es­ta si­tua­ción afec­ta a to­dos.
En for­ma di­rec­ta a quie­nes es­tán re­cla­ma­do por un sa­la­rio dig­no y jus­to. Esa me­di­da de dig­ni­dad y jus­ti­cia es­tá da­da por la gran di­fe­ren­cia sa­la­rial exis­ten­te en­tre los car­gos je­rár­qui­cos y el grue­so de la ma­sa de em­plea­dos del po­der ju­di­cial, que cons­ti­tu­yen el ver­da­de­ro “mo­tor” en esa ma­qui­na­ria que to­dos lla­man “la ad­mi­nis­tra­ción de jus­ti­cia” y que ven pa­sar los au­men­tos de sus su­pe­rio­res mien­tras sus sa­la­rios per­ma­ne­cen ina­mo­vi­bles.
Tam­bién en for­ma no tan di­rec­ta, pe­ro afec­ta­da al fin, se en­cuen­tra la ac­ti­vi­dad del abo­ga­do par­ti­cu­lar, que lle­ga a un Juz­ga­do o una Fis­ca­lía y no se en­cuen­tra el per­so­nal, que las re­so­lu­cio­nes se re­tra­san más de lo que nor­mal­men­te ocu­rre y, por so­bre to­das las co­sas, nos co­lo­ca en la in­gra­ta ta­rea de “lle­var tra­ba­jo” a nues­tros pa­res, que es­tán re­cla­man­do por sus ha­be­res. Por­que en de­fi­ni­ti­va so­mos los dis­tin­tos en­gra­na­jes de un mis­mo mo­tor, so­mos com­pa­ñe­ros de tra­ba­jo, aun cuan­do no es­te­mos en la mis­ma fun­ción.
Por úl­ti­mo, es­te jus­ti­fi­ca­do ma­les­tar de los tra­ba­ja­do­res ju­di­cia­les afec­ta en for­ma in­di­rec­ta a to­dos los ciu­da­da­nos cor­do­be­ses. Por­que la se­gu­ri­dad ju­rí­di­ca no ha­ce so­la­men­te a que no te ro­ben la mo­to o la bi­ci­cle­ta. Eso es tan só­lo una par­te.
La se­gu­ri­dad ju­rí­di­ca tam­bién se ve en un di­vor­cio, en una cuo­ta ali­men­ta­ria, en una quie­bra, en un con­cur­so o en un am­pa­ro por­que la obra so­cial no apor­ta una me­di­ca­ción, o en una com­pa­ñía de se­gu­ros que pre­ten­de sus­traer­se a pa­gar el arre­glo del au­to que te cho­ca­ron.
Eso tam­bién es in­se­gu­ri­dad ju­rí­di­ca y si la má­qui­na de la Jus­ti­cia tie­ne los en­gra­na­jes ro­tos, tu so­lu­ción no lle­ga o lle­ga muy tar­de.
To­dos es­ta­mos dis­pues­tos a po­ner vo­lun­tad po­si­ti­va pa­ra dar­le una jus­ta so­lu­ción a es­te pro­ble­ma, pe­ro sin du­das es ne­ce­sa­rio que la ini­cia­ti­va de ha­cer­lo pro­ven­ga de quien tie­ne la po­si­bi­li­dad ma­te­rial de apor­tar esa so­lu­ción y la ca­pa­ci­dad ju­rí­di­ca y po­lí­ti­ca de ha­cer­lo.
Es ho­ra de que ca­da uno, des­de su lu­gar, exi­ja una me­jor ad­mi­nis­tra­ción de jus­ti­cia, que de una vez por to­das se reor­ga­ni­ce el Po­der Ju­di­cial pa­ra que sea ver­da­de­ra­men­te in­de­pen­dien­te del po­der po­lí­ti­co, pe­ro que in­ter­na­men­te sea tan de­mo­crá­ti­co co­mo lo es la vi­da de nues­tro país des­de el año 1983.
El Po­der Ju­di­cial in­de­pen­dien­te es el em­ble­ma y es­tan­dar­te de una or­ga­ni­za­ción de­mo­crá­ti­ca; lo que no se en­tien­de es por qué esa de­mo­cra­cia lle­ga só­lo has­ta la puer­ta de los Tri­bu­na­les y pa­ra aden­tro se vi­ve una gra­ví­si­ma de­si­gual­dad den­tro de un sis­te­ma ab­so­lu­tis­ta y to­ta­li­ta­rio.
Ojo, ello no sig­ni­fi­ca des­co­no­cer las je­rar­quías ju­di­cia­les ni las dis­tin­tas res­pon­sa­bi­li­da­des que a ca­da car­go le co­rres­pon­den, pe­ro no es ne­ce­sa­rio que esa di­fe­ren­cia se ha­ga no­to­ria ex­pre­sa­men­te en el sa­la­rio.
El hi­jo de un al­to ma­gis­tra­do re­quie­re los mis­mos ali­men­tos y li­bros pa­ra cre­cer y es­tu­diar que los que re­quie­re el hi­jo de un or­de­nan­za. No ha­blo de cas­ti­gar a los que han he­cho ca­rre­ra y se han sa­cri­fi­ca­do pa­ra ocu­par un al­to car­go, a quie­nes res­pe­to y va­lo­ro en su ac­ti­tud de su­pe­rar­se y me­jo­rar día y a día. Pe­ro tam­po­co es jus­to que quie­nes ocu­pan es­ca­la­fo­nes me­no­res de­ban op­tar en­tre re­po­ner un par de za­pa­ti­llas de­rrui­das a su hi­jo o pa­gar el al­qui­ler de su ca­sa pa­ra no ser de­sa­lo­ja­dos. Oja­lá no lle­gue­mos a eso.
Mu­chas ve­ces he es­cu­cha­do crí­ti­cas al Go­bier­no na­cio­nal que no es­cu­cha y que no dia­lo­ga. Se­ñor go­ber­na­dor, es­cu­che y dia­lo­gue con los em­plea­dos del Po­der Ju­di­cial.
A dia­rio ve­mos el de­sin­te­rés por los pro­ble­mas de los de­más; sin em­bar­go, es­te no es el ca­so. Es­te es un pro­ble­ma de to­dos, in­te­re­sé­mo­nos y par­ti­ci­pe­mos. Creo que con la in­ter­ven­ción de to­dos los ac­to­res so­cia­les se pue­de lle­gar a buen puer­to y que nues­tro Po­der Ju­di­cial vuel­va a ser ejem­plo na­cio­nal.
 
(*) Abo­ga­do del fo­ro lo­cal

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