Su construcción

En 1599 es el año en que se inician las obras. Vendavales de tiempo pasarían hasta que en 1770 se terminaran las torres. Para 1784  la obra estaba consagrada. Fueron décadas de arduo trabajo, llevado a cabo fundamentalmente por la destreza de indígenas. La ciudad no era ni la sombra de la de hoy, pero el templo ya estaba bien parado.

Los siguientes cambios significativos se dieron a inicios del Siglo XX. Entonces, la estatua del Cristo Redentor fue colocada para que corone el frente del edificio y el interior se vio bendecido con la mano de Emilio Carrafa. El artista catamarqueño (cordobés por adopción) llevó a cabo una serie de pinturas que le cambiaría la cara a los muros. “Visión del Santísimo Sacramento”, “La Asunción” y “La Gloria” son algunos de los notables motivos que nacieron de su pincel. 

Nuevas reformas llegaron en el año 1954, tras demolerse algunas construcciones claves. Las cuatro fachadas (que dan a calles Independencia, 27 de Abril, Rivera Indarte y pasaje Santa Catalina) fueron restauradas a partir de 2007 y finalizadas en 2010, al unísono con los festejos del Bicentenario. Hoy, la iglesia mayor de la provincia no puede presentar una cara más bonita.      

 

En el interior

“Cruz latina de tipo basilical”, ésa es la estructura que exhibe la Catedral. Adentro, los ojos disfrutan de las joyas que reposan aquí y allá. Destacan los cuadros, los báculos de plata, los detalles en oro, las coronas, las estatuas. Con nombre y apellido, cabe subrayar el gran sagrario y las obras que alberga el presbiterio (cuadros traídos de España y de Cuzco y elementos del rococó, como la sillería de los canónigos y el sillón episcopal) y los retablos del crucero (cuadros en honor a San Jerónimo, Patrono de la capital, y a San Pedro, el primer Papa, realizados en el Siglo XVIII en la Real Academia de Nobles Artes de Madrid). 

Asimismo, vale mencionar las reliquias desplegadas en las diferentes capillas. La del Santísimo Sacramento guarda un tabernáculo de plata elaborado en el Alto Perú a principios del Siglo XVII. La de La Penitencia, una virgen traída por el propio Jerónimo Luis de Cabrera (fundador de la ciudad) en 1573. La de Nuestra Señora de la Nieva, en tanto, cobija la tumba del mítico Fray Mamerto Esquiú, el “orador de la Constitución”. Los restos de otros personajes célebres que descansan dentro del templo son los del Deán Gregorio Funes, el General José María Paz, Juan Bautista Bustos y Hernando de Trejo y Sanabria.