Escribe:
Lic. Alfredo Koncurat (*)
Son varios los indicadores que muestran signos de alarma. Analistas e investigadores resaltan, entre otras, la persistente inflación, la merma de las reservas del Banco Central de la República Argentina (BCRA), la reducción del superávit comercial, el freno en el sector inmobiliario y muchos otros indicadores que presagian, según no pocos futurólogos, la debacle económica.
Sin embargo, estas alarmas mediáticas que están en boca de todos y que tanto preocupan en lo coyuntural no son lo esencial, son apenas síntomas de una deficiencia estructural mucho más profunda que sufre nuestro país: una escasa tecnologización e industrialización de su economía.
Un poco de historia
El profundo proceso de desindustrialización empezó con el neoliberalismo del Gobierno de facto y culminó con el desparpajo del Gobierno de Menem.
En 25 años de activas políticas destructivas la industria nacional se vio corroída, a tal punto que la producción industrial a fines de 2001 apenas era comparable con los niveles de 30 años atrás.
Si bien en estos años la industria se ha vuelto a recuperar (en la última década se triplicaron la cantidad de parques industriales, se establecieron más de 140 mil nuevas empresas industriales con más de 1.500.000 puestos de trabajo), la inversión no ha sido suficiente y la falta de certidumbre sigue haciendo mella y aparece como el elemento crucial de la baja tasa de inversión nacional.
Para colmo de males, la mayor parte de la inversión en este período se dio en construcciones y no en maquinarias y equipos que son, por definición, el capital reproductivo, el capital que genera valor agregado y crea fuentes de trabajo.
Problema complejo
Cuesta digerir, pero ya con treinta años de democracia la Argentina no ha definido su rumbo económico de largo plazo, no existe consenso en sus lineamientos básicos estructurales y, tanto en crisis como en crecimiento, se encuentra sumida en medio de conflictos sociales y de pujas distributivas constantes de los diferentes sectores que no genera una sinergia positiva para el desarrollo nacional.
En vez de profundizarse el proceso de industrialización actual (variable determinante en el desarrollo de todos los países), las pujas sectoriales, en su afán de acaparar mayor porción de la renta nacional, contrarrestan el insipiente impulso.
Por falta de incentivos, por falta de reglas macro claras y perdurables o por propia idiosincrasia especulativa, el argentino medio fuga capitales y no invierte, una pena; pero seguro que este es un problema mucho más relevante que la mala noticia mediática del día.
(*) Asesor y Consultor de Empresas