No hay nada más odioso que algo no le haga honor al nombre.
Es increíble la originalidad planteada por los gobiernos de las ciudades de ambas orillas del río, con lo cual, hay que ponerle un nombre al puente que electoralmente debe inaugurarse antes del 27 de octubre. Lo cierto es que lo bueno era que todo pintaba para ponerle Néstor Kirchner, pero los tiempos no están para usar su memoria, ya que una obra más con ese nombre resultaría demasiado empalagoso. No ha quedado rincón de la Nación sin que lo bauticen de ese modo, y nuestra Villa y la del frente no han sido la excepción. En cualquier momento los estacionamientos y las paradas del colectivo se llamarán Néstor Kirchner.
Ahora bien, hay que poner sello a la obra, para aprovecharlo electoralmente, y hay que recurrir al plan B, “le pongamos Perón y listo”, dijeron, “total el Gobierno es peronista y eso lo justifica...”.
A rigor de la verdad, lo molesto no resulta el hacerle honor al emblemático General, pero sí a los vergonzosos argumentos, en los que se señala “que las dos Villas están unidas por un proyecto nacional”. Y esto es falso, porque no todos los ciudadanos compartimos ese proyecto.
El argumento de imponer el nombre JDP “porque hoy gobierna el justicialismo” recuerda los nefastos tiempos en que el entonces presidente gobernaba negándole derechos de opinión a la oposición política, copaba los medios y se peleaba con la Iglesia. Tal vez se recostaba en una falsa sensación de omnipotencia, él lo tenía todo: el mundo obrero, el empresario, el periodístico, las fuerzas armadas, la educación, pero una gran parte de la Nación no toleró la forma tan absoluta de su Gobierno y de su política.
Su desenlace fue lamentable, una toma nefasta del poder y un país desunido fue su saldo.
Hoy justamente, el Gobierno nacional actual, y sus referentes locales, no son el ejemplo de la unión y la fraternidad que tanto dicen tender. Hoy el país está nuevamente desunido, en razón de los modos prepotentes y soberbios de gobernar. Se salva el General, ya que lavó sus culpas en aquel histórico abrazo con el chino Balbín, un ejemplar legado de unión, que en estos tiempos se ha vuelto a romper, por causa del prepoteo de “muchos intolerantes” que hoy día nos gobiernan.
Seguramente dirán, por los que me conocen, que me ha salido el gorila de adentro, eso, por cierto, me preocupa poco. Yo me remito a los gestos y los ejemplos. Cuando en esta ciudad gobernó el radicalismo, éste dio muestras de madurez política y tolerancia. Tal es así, que la arteria de la ruta 9 viniendo de Buenos Aires se dispuso que pasara a llamarse avenida Presidente Perón. El radicalismo consideró que era justicia y estaba bien, celebraba el regreso de la democracia y la madurez de un pueblo unido. Han pasado 30 años y el radicalismo local solicitó hasta el cansancio que un bulevar de la ciudad pudiera llamarse Presidente Alfonsín. Pensar que hasta los Kirchner lo honraron en vida y aquí retacearon muchas veces el pedido y finalmente lo aprobaron, con la condición de limitarla a seis cuadras solamente. Hace meses se solicitó también permiso al actual Gobierno para emplazar un monumento al presidente que simbolizó el fin de los tiempos dictatoriales y marcó los tiempos de una democracia verdadera. Hoy los radicales villamarienses, a 30 años de aquel momento histórico, no podremos conmemorar tan distinguida y querida fecha para nuestros corazones, con un sencillo monumento, que ni siquiera paga el municipio y el cual debía estar listo para conmemorar el día 30 de octubre del corriente y así el pueblo sentirse libre de honrar la memoria de un paladín de la democracia argentina y los derechos humanos. Hay que reconocer que llamar Ramón Carrillo, al barrio aledaño al nuevo Hospital, es un acierto, pero la mezquindad política hoy aquí se hace presente vergonzosamente: “No vaya a ser que los opositores políticos a nuestro gobierno saquen ventaja electoral de dichos festejos” dicen por ahí. “Para eso la saquemos nosotros”, replican otros. Tales gestos no pueden provocar en mí más que una profunda repugnancia, porque en realidad no me interesa que la obra del puente lleve el nombre de algún ilustre radical, pero sí de algún ilustre villamariense o villanovense, y no tenemos pocos, basta nombrar, al historiador Bernardino Calvo, el Dr. Corigliano, el padre Hugo Salvatto, Juan B. Carranza, o el querido bombero Mulinetti, fallecido en cumplimiento del deber justo allí. También se podría haber considerado al primer gobernador de la provincia, General Juan Bautista Bustos, o simplemente que tienda a evocar en este tiempo el trigésimo aniversario del regreso a la democracia: denominándose simplemente: “Puente 30 de octubre” y el festejo no sería sectario, sino unánime y oportunamente celebrado en ambas orillas. De esos gestos hoy se carece, parece abundar la deshonestidad no solo material, sino intelectual y moral. Hoy la sociedad tiene sed de gestos honrosos y lamento que estos gobiernos locales hoy muestren la hilacha en esas pavadas. Con estos gestos se blanquea una oprobiosa mezquindad. No se puede decir que en este turno político no se hayan hecho buenas cosas y es honesto admitirlo. Pero nada hubiera sido mejor que inaugurar el puente conmemorando el trigésimo cumpleaños de la democracia ganada y un monumento al presidente que lo simbolizó. La pucha… ¡Qué lástima! Hubiera sido la fiesta de todos.
Juan Romeo Benzo