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6 de Octubre de 2013
Amores con historia - Hoy, ALFONSINA STORNI
Detrás de las palabras
Hablar de Alfonsina y el amor únicamente es dejar de lado una personalidad frondosa y una lucidez increíble: toda su vida… pasa por su poesía.
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Alfonsina nace en Suiza, un día 22 de mayo de 1892.

Sus padres, Alfonso Storni y Paulina Martignoni migraron una y otra vez,  de San Juan a Suiza, nuevamente a San Juan y después a Rosario.
Desde muy niña su lucidez, desparpajo y sus mentiras grandilocuentes provocaron más de un problema familiar. Ella recuerda sus cuatro años así:
“Estoy en San Juan, tengo cuatro años, me veo colorada, redonda, chatilla y fea. Sentada en el umbral de mi casa, muevo los labios como leyendo un libro que tengo en la mano y espío con el rabo del ojo el efecto que causo en el transeúnte. Unos primos me avergüenzan gritándome que tengo el libro al revés y corro a llorar detrás de la puerta”.
Muchos llantos hay en la vida de esta eximia poetiza, éste es inocente, fruto de una travesura, los demás serán más fuertes, recuerda a su padre como un hombre melancólico:
“Que por días enteros, vagabundo y huraño
no volvía a la casa y como un ermitaño
se alimentaba de aves, dormía sobre el suelo
y sólo cuando el zonda,
grandes masas ardientes
de arena y de insectos levanta en los calientes
desiertos sanjuaninos,
cantaba bajo el cielo”.
En su madre adivina deseos ocultos de mayor libertad:
“Dicen que silenciosas las mujeres han sido
De mi casa materna… Ah bien pudieran ser
A veces, en mi madre apuntaron antojos
de liberarse, pero se
le subió a los ojos
una honda amargura y
en la sombra lloró”.
La vida la coloca desde niña en situaciones extremas, un padre alcohólico que muere muy joven, una madre que no puede mantener a una familia tan grande, Alfonsina se convierte, con sólo 10 años en lava-copas del bar que la familia tiene en Rosario.
Pronto comienza a despuntar en medio de las angustias su verdadera vocación, papeles con escritos que gritan su verdad:
“A los doce años escribo mi primer verso. Es de noche. Hablo en él de cementerios, de mi muerte. Lo doblo
cuidadosamente y lo dejo debajo del velador para que mi madre lo lea antes de acostarse. El resultado es esencialmente doloroso; a la mañana siguiente tras una contestación mía levantisca, unos coscorrones frenéticos pretenden enseñarme
que la vida es dulce…”.
En 1907 llega la posibilidad de dejar su casa, una compañía teatral le ofrece trabajo, representaciones y un recorrido por las provincias argentinas la muestran en su esplendor, es capaz de recitar, actuar, escribir, indudablemente a través de las letras y de la actuación,  Alfonsina puede expresarse con mayor facilidad. Pero… sólo fue una gira por provincias argentinas…
En 1909 se dirige a Coronda, quiere ser maestra rural, trabaja y estudia, a los diecisiete años es maestra, pronto es nombrada en la escuela de Coronda.
Viajes misteriosos los fines de semana, un amante casado en Rosario y un embarazo… será madre soltera, pero… lejos de todo…
Buenos Aires, la meca… hacia allí se dirige con unos pocos libros, algunas pertenencias y un embarazo a cuestas.
En 1911 nace su único hijo ¿trabajos? Varios, en una tienda, como cajera de una farmacia y en una importadora de aceite y… escribe…
En 1916, su primer libro de poesías ve la luz, ¡La inquietud del rosal! Su angustia, su soledad, su alma se desnuda en estos versos.
Soy un alma desnuda en estos versos, Alma desnuda que angustiada
Y sola va dejando sus pétalos dispersos. 
… Alma que como el viento vaga inquieta 

Y ruge cuando está sobre los mares,
Y duerme dulcemente
en una grieta. 

…Alma que siempre disconforme de ella
Como los vientos vaga, corre y gira;
Alma que sangra y
sin cesar delira
Por ser el buque en marcha de la estrella
Realiza algunas colaboraciones en la revista Caras y Caretas, lo que le permite conocer personas como Amado Nervo, José Ingenieros, José Enrique Rodó y Manuel Baldomero Ugarte y formar parte del círculo literario de Buenos Aires.
Su posición económica mejora y viaja a Uruguay donde se relaciona con la poetiza Juana de Ibarbourou y con el escritor Horacio Quiroga.
 
¿Llega el amor para Alfonsina?
Es que anoche tus manos,
en mis manos de fuego
Dieron tantas dulzuras
a mi sangre, que luego,
Llenóseme la boca de
mieles perfumadas.
Alfonsina está hecha para las letras, brillar recitando o quizás cantando un tango, pero en el amor, el amor le es esquivo o quizás deliberadamente lo esquive.
Entre los pocos amores que se le conocen está el del padre de su hijo, Carlos Arguimbau, un diputado de 43 años casado y… el del prolífico escritor uruguayo Horacio Quiroga, hombre signado por la fatalidad, viudo, su esposa Ana María Cirés se había envenenado dejándolo con dos niños pequeños.  ¿Buenos Aires se convierte en su refugio y quiere el destino? ¿La casualidad? Que su vida se cruce con Alfonsina, madre soltera y poeta brillante. Ambos comparten su pasión por la literatura, hijos de la misma edad, reuniones literarias, cine, juegos, viajes, pero al momento de tomar la decisión de ir a vivir con él a Misiones, Alfonsina dice no.
Cuentan que Quinquela Martín, enamorado de Alfonsina, pero no correspondido, mucho tuvo que ver con este no.
Tiempo después Quiroga reincide en el matrimonio y Alfonsina continúa con su vida. Cuando Horacio Quiroga se suicida, Alfonsina escribe:
“Morir, como tú, Horacio,
en tus cabales,
Y así como en tus cuentos, no está mal,
Un rayo a tiempo y
se acabó la feria…”.
Mientras, su vida transcurre entre presentaciones, libros y premios, lo que no pudo prever es que en 1935 un cáncer de mama desencadenaría no sólo sufrimiento y miedo, sino también la idea de suicidio ¿acaso Quiroga no tuvo el coraje de hacerlo? ¿También Lugones? [1] ¿Por qué ella no?  Su padecer es inmenso, su vida toda ha sido una continua lucha, ya no tiene fuerzas.
El 25 de octubre de 1938,  en Mar del Plata, se arroja a las aguas desde una escollera. La decisión había sido tomada, cuidando hasta los últimos detalles, cartas a su hijo y un poema de despedida al diario La Nación:
Voy a dormir nodriza
mía, acuéstame.
Ponme una lámpara
a la cabecera,
Una constelación,
la que te guste
Todas son buenas, bájala
un poquito
 Ah, un encargo,
Si él llama nuevamente
por teléfono
Le dices que no insista,
que he salido. 
Y si algo faltaba de decir, lo llevó consigo. ¿Quién habría de llamarla? ¿Otro amor? Pregunta sin respuesta, sólo silencio… silencio sepulcral…
Te vas Alfonsina, con
tu soledad
¿Qué poemas nuevos,
fuiste a buscar…?
…Dormida Alfonsina, vestida de mar…
 
María Elena Caillet Bois

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