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8 de Octubre de 2013
Ri­no­plas­tia
De la mano de los hombres la cirugía de nariz vuelve a ser tendencia
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Hace cinco años los varones aumentaron la demanda de cirugías

La ci­ru­gía plás­ti­ca se po­pu­la­ri­zó en los años 80 y por en­ton­ces la in­ter­ven­ción más so­li­ci­ta­da era la de na­riz, téc­ni­ca­men­te lla­ma­da ri­no­plas­tia.

Sin em­bar­go, con el pa­so de los años los es­te­reo­ti­pos de be­lle­za cam­bia­ron y la so­cie­dad em­pe­zó a dar ca­da vez más im­por­tan­cia a la es­té­ti­ca ge­ne­ral del cuer­po, tan­to en hom­bres co­mo en mu­je­res. Es­to hi­zo que al­gu­nas ci­ru­gías pa­ra el con­tor­no cor­po­ral tu­vie­ran un au­ge im­por­tan­tí­si­mo, re­le­gan­do a los pro­ce­di­mien­tos fa­cia­les a un lu­gar se­cun­da­rio, fren­te al li­de­raz­go del au­men­to ma­ma­rio y de la li­po­suc­ción.
En cuan­to a la ten­den­cia en ci­ru­gía de na­riz, en sus co­mien­zos exis­tía la idea de que to­da in­ter­ven­ción de es­te ti­po de­bía apun­tar a lo­grar una na­riz res­pin­ga­da, chi­qui­ti­ta. Lo cier­to es que es­to era al­go an­ti­na­tu­ral en mu­chos ca­sos. Hoy, en cam­bio, se ha avan­za­do tan­to en las téc­ni­cas que se lo­gran re­sul­ta­dos mu­cho más na­tu­ra­les y glo­ba­les, tra­ba­ján­do­se el ros­tro co­mo un to­do.
Va­le de­cir que siem­pre ha ha­bi­do mo­das en re­la­ción a qué par­tes del cuer­po se con­si­de­ran más im­por­tan­tes. En los úl­ti­mos 15 años to­do lo que es cuer­po pa­só a ser ob­je­to de ci­ru­gías (ma­mas, glú­teos, con­tor­nos), pe­ro el re­que­ri­mien­to de ci­ru­gía de na­riz ha te­ni­do un re­sur­gi­mien­to en los úl­ti­mos años.
 
El re­sur­gi­mien­to de la ci­ru­gía de na­riz
 
Co­mo di­ji­mos an­te­rior­men­te, ha­ce 15 o 20 años la ci­ru­gía de na­riz era la más fre­cuen­te y por de­trás ve­nían las ci­ru­gías de ma­mas y li­poas­pi­ra­cio­nes. Lue­go dis­mi­nu­yó mu­cho la can­ti­dad de con­sul­tas, po­si­ble­men­te por es­ta ar­ti­fi­cia­li­dad en los re­sul­ta­dos de los que dá­ba­mos cuen­ta. Pe­ro en los úl­ti­mos cua­tro o cin­co años se es­tá vien­do un no­ta­ble au­men­to ge­ne­ral de so­li­ci­tud de ci­ru­gía de na­riz, con una fuer­te in­ci­den­cia de pa­cien­tes del se­xo mas­cu­li­no, quie­nes an­tes ni si­quie­ra con­si­de­ra­ban pa­sar por un qui­ró­fa­no pa­ra co­rre­gir una par­te de su cuer­po tan vi­si­ble.
La de­ci­sión de so­me­ter­se a es­ta ci­ru­gía es muy im­por­tan­te por­que se tra­ta de la ca­ra y lo que se bus­ca es que és­ta que­de na­tu­ral. Por eso creo que el re­sur­gi­mien­to se de­be en gran par­te a que los mé­di­cos que es­tán for­ma­dos pa­ra ci­ru­gía de na­riz han cam­bia­do el abor­da­je de la mis­ma y se es­tán lo­gran­do re­sul­ta­dos me­jo­res, más na­tu­ra­les.
Ade­más, es una ci­ru­gía que no es sim­ple pe­ro sí rá­pi­da, con bue­nas re­cu­pe­ra­cio­nes. Prác­ti­ca­men­te no hay do­lor y el posope­ra­to­rio es muy bue­no, ya que no le qui­ta al pa­cien­te mu­cho tiem­po de tu ac­ti­vi­dad la­bo­ral pos­te­rior (de 48 a 72 ho­ras).
 
De la ma­no de los hom­bres
 
Lla­ma la aten­ción, al me­nos en la ex­pe­rien­cia de nues­tro con­sul­to­rio, que es­te re­na­ci­mien­to de la ri­no­plas­tia ha ve­ni­do muy de la ma­no del se­xo mas­cu­li­no. Se­gún nues­tras es­ta­dís­ti­cas in­ter­nas, prác­ti­ca­men­te el 50% de nues­tros pa­cien­tes de ri­no­plas­tia son hom­bres, al­go ab­so­lu­ta­men­te im­pen­sa­do una dé­ca­da atrás.
El ran­go de edad de los pa­cien­tes, en tan­to, in­di­ca que hay un “boom” en­tre los  ado­les­cen­tes y jó­ve­nes de 17 a 20 años, en es­te ca­so prin­ci­pal­men­te mu­je­res. En­ten­de­mos que es­to se de­be a los es­tig­mas so­cia­les, las car­ga­das de los ami­gos. Hay otro ran­go que va de los 25 a los 45 años, en su ma­yo­ría hom­bres.
 
Qué bus­can ellos y ellas
 
Al so­me­ter­se a una ri­no­plas­tia, el hom­bre ha­ce mu­cho más hin­ca­pié en la na­tu­ra­li­dad. En otras pa­la­bras, quie­re una na­riz na­tu­ral, mas­cu­li­na. La na­tu­ra­li­dad hoy es el re­qui­si­to nú­me­ro uno pa­ra el pa­cien­te va­rón
In­clu­so con­si­de­ro que co­mo ci­ru­ja­no se de­be ser mu­cho más cau­te­lo­so con un pa­cien­te hom­bre que con una mu­jer, por­que la mu­jer pue­de to­le­rar una na­riz mas res­pin­ga­da, pe­ro el hom­bre no.
Ge­ne­ral­men­te la ma­yor con­sul­ta de los hom­bres es por per­fi­les con gi­ba, esos per­fi­les co­mún­men­te lla­ma­dos “agui­le­ños”. La mu­jer, en cam­bio, ob­ser­va la na­riz más en ge­ne­ral y ha­ce én­fa­sis en tra­ba­jar so­bre la pun­ta y el an­cho. En otras pa­la­bras, el hom­bre bus­ca so­lu­cio­nar la es­té­ti­ca de su per­fil mien­tras que la mu­jer ge­ne­ral­men­te bus­ca achi­car o afi­nar las pun­tas y re­du­cir las alas.
Otra di­fe­ren­cia en­tre am­bos se­xos es que, en ge­ne­ral, el hom­bre lle­ga a la con­sul­ta por re­fe­ren­cia de otros hom­bres. Y to­da­vía tie­ne muy en cuen­ta el “qué di­rán” o una cier­ta ver­güen­za por el posope­ra­to­rio con el ye­so. En la mu­jer, en cam­bio, has­ta pue­de ser gla­mo­ro­so mos­trar­se du­ran­te 15 días con un ye­so en la na­riz.
  
La im­por­tan­cia del diag­nós­ti­co
 
Vol­vien­do a las cau­sas de es­te re­po­si­cio­na­mien­to de la ci­ru­gía de na­riz, de­be­mos des­ta­car que en los úl­ti­mos años ha cam­bia­do mu­cho el en­fo­que que se da a es­ta ci­ru­gía. Hoy se ha­ce mu­cho hin­ca­pié en el diag­nós­ti­co, que es im­por­tan­tí­si­mo, por­que per­mi­te tra­ba­jar la zo­na de ma­ne­ra in­te­gral y pre­de­cir re­sul­ta­dos con­cre­tos.
Ac­tual­men­te tam­bién se in­di­vi­dua­li­za el plan qui­rúr­gi­co de ca­da ca­so. En otras pa­la­bras, ya no se ha­ce una ci­ru­gía es­te­reo­ti­pa­da; in­clu­so no siem­pre hay que achi­car na­ri­ces, si­no que a ve­ces hay que “agran­dar”, al­go im­pen­sa­do años atrás. Se de­jan de la­do las na­ri­ces en se­rie y lo que se bus­ca es te­ner la me­jor na­riz pa­ra ca­da ca­so.
Por otra par­te, el con­cep­to que mu­cha gen­te tie­ne de la ci­ru­gía de na­riz es el de la “li­ma­di­ta”, pe­ro es al­go mu­cho más com­ple­jo. Siem­pre com­pa­ro la na­riz con una car­pa: su for­ma es el re­sul­ta­do de una es­truc­tu­ra (pa­ran­tes) y la piel ex­te­rior (lo­na) se va a adap­tar in­de­fec­ti­ble­men­te a lo que hay aba­jo. To­da esa es­truc­tu­ra es­tá re­la­cio­na­da y si se mo­di­fi­ca al­go de la mis­ma, in­de­fec­ti­ble­men­te al­te­ra­re­mos to­da la zo­na, pa­ra bien o pa­ra mal. Por eso una ri­no­plas­tia no es só­lo li­mar hue­so, si­no tra­ba­jar in­te­gral­men­te so­bre es­ta es­truc­tu­ra, en bus­ca del re­sul­ta­do más ar­mó­ni­co pa­ra el ros­tro. 
Co­mo ci­ru­ja­no, hay to­da una se­rie de cues­tio­nes téc­ni­cas que res­pe­tar. Con es­to nos re­fe­ri­mos a que un ci­ru­ja­no se­rio no se fi­ja­rá só­lo en bus­car un re­sul­ta­do es­té­ti­co des­cui­dan­do o po­nien­do en ries­go la ca­pa­ci­dad de res­pi­ra­ción y otros fac­to­res im­por­tan­tes que tie­nen que ver más con fun­cio­na­mien­to que con la es­té­ti­ca.
 
Consejos
 
Co­mo pro­fe­sio­nal, con­si­de­ro que mos­trar a un pa­cien­te imá­ge­nes de un “des­pués” rea­li­za­das con pro­gra­mas co­mo el Pho­tos­hop es en­ga­ño­so, a ve­ces irreal. Y has­ta a ve­ces es con­tra­pro­du­cen­te, por­que cuan­do a la na­riz le mo­di­fi­cás la es­truc­tu­ra, se pro­du­ci­rá un cam­bio di­ná­mi­co; es de­cir, la piel se va a aco­mo­dar de de­ter­mi­na­da ma­ne­ra. Es­to es im­po­si­ble de mos­trar a tra­vés de una ima­gen re­to­ca­da me­dian­te un sis­te­ma in­for­má­ti­co. Hay que te­ner mu­cho cui­da­do con ese ti­po de mues­tras y más bien de­di­car ese tiem­po a ex­pli­car­le al pa­cien­te el pro­ce­di­mien­to.
Tam­bién creo que es im­por­tan­te ir a un ci­ru­ja­no con ex­pe­rien­cia en ci­ru­gía en na­riz. Es una ci­ru­gía de rá­pi­da re­cu­pe­ra­ción, pe­ro pue­de ser un de­sas­tre en ma­nos inex­per­tas.  Y ge­ne­ral­men­te la me­jor opor­tu­ni­dad es la pri­me­ra, por­que des­pués en­trás en un te­rre­no ya to­ca­do, mo­di­fi­ca­do ana­tó­mi­ca­men­te, con ci­ca­tri­ces in­ter­nas y una se­rie de cues­tio­nes que te con­di­cio­nan el as­pec­to téc­ni­co y el re­sul­ta­do.
 
 
Dr. Roberto Martínez 
Rinaldi, especialista en Cirugía Plástica, Estética y Reconstructiva

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