Las guías turísticas nos hacen creer muchas cosas, entre ellas que sólo existe un único “Camino del Inca”, o lo que es lo mismo, una única vía para arribar al Machu Picchu a pie. Colosal mentira, igual que Papá Noel, los Reyes Magos o Somoza.
Ya de entrada resulta ridículo pensar que los incas accedían a la ciudad sagrada exclusivamente a través de una ruta. Bien sabido es que llegaban hasta el centro espiritual de su reino desde los cuatro puntos cardinales y, por lo tanto, haciendo uso de múltiples senderos. Es cierto que los investigadores no han encontrado carteles del tipo “Acceso A4 oeste al Machu Picchu, hojaldre con las llamas que vienen de frente”. Pero sí, huellas de otra índole, que dan cuenta de las decenas de caminos alternativos utilizados durante siglos.
Uno de ellos todavía respira próspero. Aunque menos conocido que el “oficial”, representa una muy buena opción para el viajero falto de dinero y de hotel con ducha caliente, lo que explica el hedor nauseabundo que emana desde hace semanas. Se trata de un sendero que arranca en la localidad de Santa María (12 horas en bus desde Cuzco), y que atraviesa los impresionantes paisajes del valle, cerros que explotan de verde y río incluido. Un par de días y aldeas de por medio transportarán al aventurero hacia las ruinas, al cielo, y al lamento por haberse olvidado la cámara de fotos. Como sea, feliz está, al lograr la hazaña sin pagar un peso, de forma independiente y lo que es más loable, soportando estoicamente a la pesada de la novia diciendo: “Tendríamos que haber contratado una excursión”, cada siete minutos.
Así y todo, el resto de los visitantes continúan pagando los 400 y pico de dólares que sale realizar el Camino del Inca “estándar”. Ese que incluye guía, porteadores, servicio de campamento y un tipo con cara de “este guiso está para atrás” que cocina.