E el año 1683 y los miembros de la Compañía de Jesús se hacen con unos apetecibles terrenos del norte de las Sierras Grandes, de pampa a 1.200 metros de altura sobre el nivel del mar. Ahí nomás se arremangan, y arremangan a sus esclavos negros, y se ponen a levantar una importante estancia. La bautizarán “La Candelaria”, en honor a la Virgen de Las Candelas. Los siglos la convertirán en reliquia de la historia, uno de los seis eslabones erigidos por los jesuitas en Córdoba (cinco estancias y una manzana entera), y que son Patrimonio de la Humanidad. 

Para llegar a su ceno hará falta desandar los caminos. Una opción es pasar por Carlos Paz y dejando atrás Tanti arremeter hacia el norte a través del ripio y las subidas durante unos 80 kilómetros. Otra posibilidad es llegar hasta La Falda (70 kilómetros al norte de Córdoba capital) y desviando hacia el oeste tomar una ruta que también es de ripio y que conecta con el destino, 50 kilómetros mediante. Una tercera alternativa aparece en Traslasierra, desde La Higuera, y una cuarta yendo por los llanos de Villa de Soto. No importa cuál sea el itinerario escogido, cualquiera dejará al viajero contento. Sobre todo al arribar a la estancia, bien dispuesto a alimentarse de la propuesta. 

 

No sólo religión

La Candelaria fue durante muchas décadas un referente de la ganadería regional, sobre todo en lo concerniente a la cría de mulas (la mayoría de ellas utilizadas por quienes iban y venían por los caminos que conducen al Alto Perú). Parte de aquella herencia se puede apreciar en los restos de los corrales. 

Pero eso es apenas un fragmento del complejo. Lo más destacable del mismo está en el inmueble central. Allí hay que ir con los ojos bien abiertos, contemplando el pasado a través del patio, las habitaciones de los religiosos, las ruinas de las rancherías (donde vivían los esclavos) y del tajamar, el molino y las acequias, y la capilla. 

Esta última no sólo es la carta de presentación de la estancia, sino también su espíritu. Aires de redención resoplan a través de los sólidos muros, la puerta con arco hundido, los tejados, el triple campanario, el porte colonial. Ricas las siluetas del templo, que combinan con las suaves ondulaciones del paisaje, la inmensidad. Adentro, pinturas y demás objetos religiosos presentes en sacristías, nave principal, sagrario y altar, le dan identidad a la obra.

Ayer hogar de los jesuitas, La Candelaria pertenece hoy al Estado provincial. Ayer llegó a tener una extensión de más de 300 mil hectáreas regadas de movimiento, de frailes, de esclavos, de compradores, de baqueanos, de miles de vacas, cabras, caballos, mulas y ovejas, de campos de hortalizas y frutales. Hoy, aunque mucho más callada, continúa labrando su sello.