Casi todos los días, llega una mujer que es víctima de la violencia del hombre a requerir asistencia al Centro de Integración Social (CIS) de barrio Santa Ana.
Así lo confirmaron, entrevistadas por EL DIARIO, la psicóloga Ana Lucía Gamacchio, la abogada Patricia Rodrigo y la trabajadora social Juliana Vassia, integrantes de la Unidad de Violencia de este centro, que existe desde junio pasado.
Desde la misma, se trabaja de manera interdisciplinaria e interinstitucional haciendo hincapié en la vigencia de los derechos humanos y desde la perspectiva de género, bajo la Unidad de Violencia de la Provincia.
El equipo, según detalló, brinda “apoyo continuo para interrumpir el ciclo de violencia”, con asistencia psicológica, asesoramiento legal y asistencia social.
Las profesionales señalaron que en los primeros meses los casos atendidos eran remitidos desde el Juzgado de Violencia Familiar y desde la Policía, pero ahora se da ha dado también una demanda espontánea, lo que es positivo porque la ciudadanía va conociendo de la disponibilidad de este espacio.
Al CIS llegan mujeres de todas las edades y de distintas clases sociales, de todo el departamento San Martín, con cuadros de sufrimiento de violencia.
Gamacchio, Vassia y Rodrigo resaltaron que la denuncia al agresor “es un instrumento importante pero no es suficiente”, ya que “lo necesario es la decisión personal de la mujer de no volver” con el mismo y cortar esa situación que hace daño.
Esa determinación individual “es difícil de conseguir y lleva mucho tiempo”, admitieron.
“El abordaje es integral y es importante que la persona ponga en palabras lo que está viendo y viviendo, que empiece a percibir y tomar conciencia del riesgo”, resaltaron.
Aquí trabajan en fortalecerles el autoestima, empoderar a la mujer y alcanzar su autonomía. “No hablamos de víctimas, sino de personas en situación de violencia”, aclararon.
Describieron que en la generalidad de los casos hay un debilitamiento de los vínculos familiares, porque el victimario se encargó de hacerlo. Por eso, desde el equipo técnico persiguen “fortalecer las redes de amigos, la inserción en el mercado laboral y otras acciones destinadas a cortar con el aislamiento, ya que el agresor ha ido cortando vínculos”.
“Ese aislamiento la hace más débil”, manifestaron. También observan que muchas presentan culpas. Justifican la conducta del que tienen al lado y que las violentan: “Me pega porque se droga o porque toma alcohol”, dicen.
“La droga es un agravante, un indicador de riesgo, pero no por ser adicto alguien ejerce violencia”, aclararon. También precisaron que “nadie nace violento”, sino que se aprehende y que además “se sabe con quién la ejercen”.
Lucía Gamacchio añadió que la cultura patriarcal también influyó en el hecho de “naturalizar que el hombre sea agresivo” y por eso destacó la importancia de que “visualicen lo que están viviendo y desnaturalicen, acompañándolas desde aquí a cortar ese vínculo, que cuesta romperlo y luego sostener esa ruptura”.
Por eso, las profesionales apuntaron que “si se hace la denuncia, pero no se participa de algún espacio o no hay una red fuerte, el apoyo de hijos, un trabajo, amigos, es más complicado” salir de ese círculo.
“Cuesta reconocer lo que sucede. Sienten vergüenza y además miedo. Es común en los relatos la amenaza de muerte de hijos, de familiares”, ahondaron.
En tanto, dijeron que hay que estar alerta a señales durante los noviazgos, como celos excesivos, control de correo electrónico o teléfono, control de cuáles son las amistades o de la forma de vestirse. “Pueden ser los primeros indicios de una situación que quizás se torne extrema y peligrosa”, recalcaron.
El “me cela porque me quiere” aparece en los relatos. “Ven los celos como síntomas del amor y no es así”, concluyeron las integrantes de esta unidad del CIS, el que está al frente de Rosa Cámpora.