“Hay muchísimos talentos en Villa María, pero están todos dispersos. Culturalmente, nos hace falta un lugar así”. El que habla es Javier García y el lugar al que hace referencia es al Estilóbato, un ícono cultural villamariense de la década pasada. Desde su cierre, en 2010, “no apareció otro espacio de ese estilo”.
Junto con Marcela Zárate y Valeria Plovanich, Javier fue padre del mismo. Había llegado a esta ciudad en 2000, proveniente de Morón, Buenos Aires.
“Siempre mis vacaciones eran en Villa María, por tener acá a una prima. Veníamos en el tren con mis hermanos. Empecé a hacer malabares y elegí a la costanera para el primer espectáculo. En el primer año, me quedé un mes; en el segundo, ya dos meses. Y cuando me quise acordar, ya estaba instalado acá”, rememoró en su entrevista con EL DIARIO.
“Me gustó la tranquilidad. Creo que la rueda va girando: mi vieja es de acá, pero de muy chica se fue con su familia a Buenos Aires. Y ahora estoy yo”, añadió.
García dijo que siempre fue “muy hiperactivo” y que “lo que veía en la tele trataba de copiarlo”. Un día, se cruzó con un espectáculo callejero y sintió un click interior. “Tenía 16 años y ya trabajaba y estudiaba, pero vi esta posibilidad como un hobby”.
Arrancó con los malabares y más tarde con talleres de clown y teatro. Se inició en malabares en Escobi Llón, en Carlos Paz, y fue parte de un grupo en Buenos Aires.
Allá dio sus primeros pasos, hasta que eligió como destino a Villa María “viniéndome con una mochila”. “Me largué solo; un domingo en la costa hice un numerito y gustó”. No paró más.
Hace un lustro trabaja en un local de deportes del centro, porque su faz artística “es un hobby, una actividad que hice paralela” al empleo formal.
Hoy es integrante de Moskito, junto a exalumnos de El Estilóbato (Ramiro Chanquía y Mariana Pons), y además toca la trompeta hace tres años.
Javier aseguró que “cualquiera puede hacer malabares”: “Si te ponés un día con tres pelotas, seguro algo sacás”.
Con un largo camino andado, abrió en 2012 la escuela de arte y circo El Galpón en barrio Las Acacias, pero cerró tras un año de funcionamiento por diversos inconvenientes. Uno fue la falta de apoyo a la actividad y que se inundara la zona “de vereda a vereda”, lo que conspiraba con el espacio.
Con su familia residía allí. Su hija, Zoe, hacía trapecio y tela. Ahora no cree en la reapertura del mismo, pero sí en dar talleres para que los chicos aprendan.
A pesar de que las costumbres han cambiado, de que hoy los picados de fútbol en los “campitos” de los barrios sean remplazados por los videojuegos, de que la tecnología barrió con algunas recreaciones al aire libre, García afirmó que el circo continúa vigente.
“Todo esto sigue llamándoles la atención a los chicos. Y a la gente en general siempre le gustan los malabares. Hay una movida en ese sentido, fijate que en el Rivadavia hay circo con el ‘Chumy’ (Chanquía, también de Moskito). Y que haya personas que aprendan malabares hace que uno valore más lo que hace. A mí me gusta mucho trabajar con los chicos”, confió.
No duda en decir que “el circo tiene la magia de siempre”, aún cuando no sea bajo una carpa.
-¿Cuáles serían las claves para uno bueno?
-Considero que son las que llevaron a que el ‘Cirque Du Soleil’ sea lo que es: una fusión entre teatro, música y circo. Lograron diseñar el nuevo circo y tienen los mejores acróbatas, los mejores clowns.
Cree que en Villa María hay mucha gente que se dedica al arte y lo hace con calidad. Definió como “muy bueno” lo que brinda La SalaMandra, nombró a Juan Pablo Amante, a los domingos de “Me matan limón”, al Chumy y la Mona (Mariana Pons), entre otros.
Quizás en las últimas palabras de la entrevista se devele parte del porqué no hay un espacio que concentre todo lo que la Villa tiene para dar: “Hay una cultura villamariense de no ir al teatro: la gente va al Verdi, sí, pero no tanto a los espacios independientes”.
La heredera
Zoe es la hija de Javier García y estuvo presente en la entrevista.
“Disfruta tocando la batería”, contó él, quien sabe que su heredera ya tiene, a sus 6 años, el gusto por el circo como su padre.
“Disfruto verla en un espectáculo porque sé que es feliz”, aseguró y ella se rió.
Diego Bengoa