Esta edición del Torneo Provincial de Selecciones juveniles, sin dudas el certamen emblema de la Federación Cordobesa de Fútbol, acusó el impacto de lo que significó la partida de Darío Ranco de la Presidencia y son muchas las incógnitas de cara al futuro de la institución y de las competencias.
En la faz organizativa el certamen contó con graves falencias y dista mucho del nivel de otros años, restándole la jerarquía y atracción que supo tener el certamen.
Por nombrar algunos, no hubo acto inaugural, la comida fue escasa y la atención médica no fue la ideal, el sorteo del fixture se realizó “en un pasillo” y se jugaron en canchas cada vez más pésimas -sólo en la final se utilizó la principal y la que en mejor condiciones está- que hizo mella en cuanto a la integridad física de los jóvenes futbolísticas (como dato, los seleccionados villamarienses tuvieron dos bajas por lesiones producidas por el campo de juego, como casi todas las selecciones).
Además, el formato del torneo “fue una sangría”, fue equivocado el calendario elegido y el haber jugado únicamente en un turno (sólo por la tarde), comenzando en un horario con calores infernales y concluyendo la jornada a oscuras.
La dirigencia, sin dudas, tendrá que corregir y replantearse muchas cosas y volver a encaminar un campeonato que merece otra jerarquía en todos los niveles.