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20 de Octubre de 2013
PABLO BARONE Y ROMINA MIRANDA
Improvisando en el escenario de la vida
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Se conocieron en 2000 en “El Estilóbato”, ambos se formaron en Buenos Aires y tras muchas idas y vueltas en 2009 se volvieron a radicar en su ciudad natal. Hoy, Pablo y Romina son referentes ineludibles del nuevo teatro villamariense y de una corriente artística basada en la improvisación. Desde “El Ecléctico” que coordinan en los altos del Club Sarmiento o desde los talleres de circo que dictan en casa y el colegio Rivadavia, han devuelto a los adolescentes la pasión por subir a escena

Si alguien contara la historia de dos actores que, tras abandonar la Villa se reencuentran muchos años después; fundan una escuela de teatro, actúan y dirigen, hacen talleres de circo y se vuelven referentes de la vanguardia de una ciudad, uno se sentiría tentado a creer que esa ciudad es Buenos Aires, Londres o París. Pero nadie diría jamás que se trata de Villa María. Quizás porque no sea fácil entender que, muchas veces, la urbe que se ha dejado atrás no es la misma que se recupera; que las cosas pueden haber cambiado de manera esencial y que mucha es el agua que pasó bajo el puente de todos los Ctalamochitas del universo. Y también porque nadie podría decir a ciencia cierta que Pablo y Romina se hayan ido alguna vez del barrio, “si siempre están llegando…”, los defendería Troilo desde su nocturno. Si es lo más natural verlos dar clases en los altos del Club Sarmiento; o verlos con sus alumnos de circo con clavas y zancos por las calles de la ciudad como si lo hicieran desde siempre… Y sin embargo, alguna vez se fueron para no volver. O acaso para afirmar con Ulises que el viaje más alucinante es el de regreso a casa, el que conduce hacia todas las Itacas del corazón humano.

En la ciudad de la furia
Pablo empezó a estudiar teatro a los 8 años en la primaria, luego hizo todos los talleres habidos y por haber en Villa María y al terminar el secundario se fue a estudiar a Córdoba. La carrera elegida: Artes Plásticas. Pero su vieja vocación pudo más. Y en su necesidad de perfeccionarse, armó las valijas rumbo a Buenos Aires. ¿Su intención? Entrar al Conservatorio de Arte Dramático. Y así, al poco tiempo lo encontramos en aquella “ciudad de la furia” a la que alguna vez cantó Cerati.
“Hice un año de conservatorio, pero encontré otra veta del teatro con los talleres independientes. Tomé clases en El Teatrito, el grupo en donde estaba Alicia Muxó. Siempre me gustó la investigación y el teatro antropológico. Y el circuito alternativo era el que me ofrecía las mejores posibilidades, así que me quedé”.
Sin embargo, para Pablo, ya había pasado el “tiempo de vivir en la gran ciudad”. Y casi en un arrebato hippie o ecologista (“o de loco de atar”, dirá él) se traslada a Traslasierras, más precisamente a Villa Dolores, donde resucitará un festival de teatro callejero que ya no se hacía. Pero surge la posibilidad de viajar una vez por semana a Villa María y dar clases en “El Estilóbato”, la casa de arte más vanguardista de la ciudad en mucho tiempo. Así que aterriza en su aldea natal en el año 2000. Y allí, entre sus talleristas, figuraba una jovencísima Romina Miranda. Será el primer encuentro entre los futuros coequipers. El segundo tendrá lugar en Buenos Aires, con Pablo intentando trabajar en la capital y Romina haciendo un seminario con el actor Ricardo Bartis y la Escuela de Circo de los Hermanos Videla, la primera fundada en Argentina. Y como dice el refrán, la tercera será la vencida. En 2009 el encuentro entre Pablo y Romina será en Villa María y es el que dará comienzo a esta historia de cuatro años ininterrumpidos: fundarán “El Ecléctico”, darán talleres para adolescentes basados en improvisación y sostendrán durante tres años una obra que ya es un clásico del teatro local: “Marlene Club”.
-La pregunta del millón, chicos, ¿por qué decidieron volverse a Villa María?
Pablo: -Yo estaba que iba y venía, cansado de Buenos Aires; hasta que en 2009 me llama Valeria Plovanich porque hacían un evento en “El Estilóbato”. Así que me vengo con un espectáculo para presentar y me fue muy bien. El plan no era instalarme definitivamente acá, pero ese mismo día me llamaron del Jardín del Rivadavia para que diera clases a los chicos y empecé a trabajar. Me tomé estas dos casualidades como una señal. Y siento que tomé la mejor decisión.
Romina: -Yo me fui a Buenos Aires a aprender, pero al cabo de un tiempo me di cuenta de que no era el lugar donde quería quedarme. Buenos Aires está buenísimo para ver cosas, pero vivir es un bardo. Además con mi niña, se me hacía todo muy difícil. Así que elegí la tranquilidad de Villa María, que encima ahora está llena de posibilidades.
-¿La ciudad es otra en relación a la que dejaron?
Pablo: -Totalmente. Villa María cambió muchísimo; no tiene nada que ver con la que dejé en los 90. Cuando volvimos de Buenos Aires nos sorprendimos con Romina de la cantidad de gente que estaba haciendo cosas. A tal punto que hoy asistimos a un hermoso momento del teatro villamariense. “El Estilóbato” fue en parte el generador de esta movida, pero también la Universidad, que aportó muchísimo. Está muy bueno que haya tantas propuestas cada fin de semana y que la gente esté recuperando la costumbre de ir al teatro independiente, algo que se había perdido.
Romina: -Coincido con Pablo, la ciudad no es la misma; y ahora, además, está apoyando al teatro local. Antes, una obra llenaba en el estreno, pero después no iba más nadie. Ahora, en cambio, tenés un flujo de público regular en cada función. Y eso es maravilloso para el actor. Porque cuando preparás una obra, lo que más importa es la continuidad. Con el estreno apenas si arrancás, pero la pieza se va mejorando con el correr de las funciones. Hoy hay gente haciendo cosas muy lindas todos los fines de semana y estamos tratando de profesionalizar nuestro trabajo. Venimos de años de laburar gratis, por eso para nosotros es tan importante cobrar una entrada digna, porque estamos viviendo del teatro y eso nos hace sentir respetados.

Teatro para adolescentes
-¿Y cómo nace este laboratorio para adolescentes en escena llamado “El Ecléctico”?

Pablo: -Arrancamos hace cuatro años junto a Valeria Plovanich y luego Romina se sumó al proyecto. Empezamos en “El Estilóbato” con talleres para todo público, pero Vale se retiró por problemas personales, “El Estilóbato” cerró y nos quedamos con Romina buscando lugar, teniendo una vez más que improvisar además de arriba del escenario, en la vida (risas). Gracias a Raúl Zuin, que estaba encargado del teatro del Club Sarmiento, llegamos hasta acá. El año pasado tuvimos niños, jóvenes y adultos, pero este año, por una cuestión de tiempo, nos quedamos sólo con los adolescentes, que son quienes empezaron siendo nuestros niños. Son un grupo hermoso y tremendo, con muchísimas pilas y todos muy talentosos. Nos exigen todo el tiempo y eso a nosotros nos encanta.
-En el trabajo que realizan con los chicos hacen mucho hincapié en la improvisación. Incluso, hace poco, presentaron un “match” con los chicos actuando sin libreto. ¿Cuál es el valor de  esta técnica?
Romina: -Creo que la improvisación es un muy buen modo de empezar con el teatro. Pero ojo, ¡siempre y cuando tengas muchas herramientas! Porque para improvisar hay que tener mucho entrenamiento. Pero si sos bueno improvisando, cuando agarres un texto tu trabajo va a ser mucho más suelto y fluido. En teatro, es muy importante manejar la rapidez, lo inmediato en la creación y la acción para poder sostenerte en el escenario.
Pablo: -La improvisación para nosotros ha sido muy importante no sólo como actores, sino como personas. Y por eso la trabajamos en todos los niveles, no sólo con adolescentes, sino también con mayores; porque es una herramienta importantísima. En cuanto al “match de improvisación” que presentamos con los chicos es una técnica muy expandida en todo el país. Incluso hay una Liga Argentina de Improvisación, pero todavía no participamos (risas). Fabio “Mosquito” Sancineto es un referente ineludible en Buenos Aires.

Circo “beatllamariense”
-Además de actuar y dar clases, ambos están muy involucrados con el circo. Vos, Pablo, desde el taller del Rivadavia; y vos, Romina, dando clases de acrobacia en tu casa ¿Hay un boom circense en los últimos tiempos?
Pablo:  -Hay un boom que estamos tratando de aprovechar en conjunto con el teatro. Y me parece importantísimo que en este boom se haya plegado el Rivadavia, un colegio tan abierto que nos propuso dictar el taller al “Chumi” (Ramiro Chanquía) y a mí. El Rivadavia tiene muchos alumnos que se han decidido por esta actividad. Y creo que es buenísimo que una escuela inserte el circo como taller y lo haga llegar a los chicos desde otro lado.
Romina: -Creo que tengo el circo en los genes, porque mi tío, Hugo Avallay, era gimnasta y acróbata de la Academia Atlas. Cuando me preguntan por mi vocación yo lo mando al frente a él (risas). Yo siempre mezclé el circo y el teatro, porque además van de la mano. Vos fijate que en Argentina, el teatro empieza en el circo criollo, donde la obra era parte del programa. En mi casa tengo una escuela donde enseño acrobacia en telas, trapecio fijo, trapecio de vuelo y también equilibrio. Hay grupos de niños y adultos y estamos armando una muestra para fin de año que, seguramente, va a ser al aire libre. ¡Porque al techo ya no lo quiero más! (risas).
-Por si el éxito de la docencia fuera poco, están llenando todos los sábados a las 10 de la noche la sala del Club Sarmiento con “Extraño juguete”, la obra que hacen con Raúl Zuin y Marisabel Demonte. ¿Cómo llegan a esa comedia?
Pablo: -Fue muy loco porque la obra pertenece a la escritora Susana Torres Molina y ella no le daba permiso a nadie para hacerla. Hasta que un día, Marisabel nos viene a buscar y nos dice que había hablado por teléfono con la autora y que le permitía la representación. Pero esta vez me tocó dirigirla a mí. ¡Y lo más difícil cuando dirijo es poder quedarme quieto! (risas).
-Llevan cuatro funciones y a juzgar por la convocatoria que tienen parece que la cosa pinta para muchas más…
Romina: -Sí, porque estamos teniendo mucha gente y es una comedia muy ágil, de una hora de duración. Es para venir a reírse, olvidarse de todo y ver buen teatro.
-La última pregunta para los dos, ¿qué significa la sala del Club Sarmiento?
Romina: -Ante todo un espacio de muchísima libertad. Para que te des una idea, un día convertimos esta sala auxiliar en un cabaret y pudimos hacer una obra porque la principal estaba ocupada. ¡Y salió algo fabuloso! Luego volvimos a dejar todo como estaba y volvió a ser lo que era, una sala de ensayo casi vacía.
Pablo: -No hay muchos teatros en Villa María con la antigüedad y la mística del Club Sarmiento. Por eso nos estamos preparando para celebrar su cumpleaños a fines de octubre. Va a ser una sorpresa para toda la ciudad.
Y Romina y Pablo posan “improvisando” (¿de qué otra manera si no?) contra un telón olvidado en un rincón. Hacen caras. Se miran. Se ríen. Se desafían. Se abrazan. Y durante los dos minutos que dura esta breve sesión de fotos, la sala auxiliar se ha convertido de nuevo en sala principal en el teatro de la vida. Y entre el vacío del salón abandonado y los pasillos con las sillas dadas vuelta, se puede escuchar a un público fantasma que se ha hecho presente y que, poco a poco, se está empezando a reír.
Iván Wielikosielek


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