Vivir con el temor de que la vibración que produce el paso del tren provoque el desmoronamiento de las paredes. Vivir con carencias, llegando con lo justo para llevar un plato de comida a la mesa de las cuatro nenas. Mojarse cuando llueve, angustiarse por no tener un techo propio.
María Isaguirre (26) es mamá de cuatro niñas de entre 2 y 9 años y demandó, en diálogo con EL DIARIO, que el Estado le dé una vivienda. “Hace siete años que estoy anotada esperando. Siempre me encuentro con algunas excusas. Pasa el tiempo y sigo igual. Ellos (se refiere a funcionarios de la Municipalidad) dicen que me entienden, pero no es así. Me gustaría ver qué harían ellos viviendo en un lugar como en el que estamos nosotras. Ellos tienen casa, autos, viven bien”, expresó.
El hogar improvisado desde hace tres años es un gabín situado al costado de las vías del ferrocarril, en barrio Las Playas. Lo ocupó cuando su hermana le dijo que se tenía que ir de la vivienda en la que estaban. El principal riesgo actual, advirtió, es lo dañados que están los zócalos.
“El municipio me dio materiales (1.500 ladrillos, cuatro bolsas de cemento, una puerta) para cerrar un poco, pero sigue lloviendo igual porque no alcanzó. Encima, hace una semana me robaron un tele, las zapatillas y ropa de las nenas”, confesó. Entra agua por debajo de las paredes y por los techos, según reveló. Tienen luz y agua. En invierno, las garrafas aplacan las bajas temperaturas. “El pozo del baño está lleno, he pedido que me manden un camión para limpiar, pero no he sido escuchada. Da asco”, se quejó.
Las cinco viven de lo que ella obtiene al vender empanadas, canelones, pan casero, que hace con su hermana. “El sábado hicimos 40 docenas de empanadas”, precisó. Ha limpiado casas y trabajó en un bar céntrico. Y recibe 1.400 pesos mensuales por la Asignación Universal por Hijo. Su expareja “me pasa la mantención de las nenas”, tras la separación, hace un año.
“Hace tres años que vivimos así. Ir de mi mamá o de mi hermana no puedo, me tengo que bancar sola. Tengo miedo de que las paredes se vengan abajo y me maten a una de las criaturas. Parece que están esperando una tragedia para que me ayuden”, declaró.
“Desde hace un año, nadie nos visita para ver cómo estamos. No ha venido ningún asistente social”, concluyó María, quien concurrió a la Redacción de EL DIARIO para pedir ser escuchada. Luego, la fotógrafa y este cronista acudieron al gabín para observar el estado en que se encuentra y se advirtieron las carencias.