Si bien el espíritu de esta producción anual del Día del Seguro desearía poner de manifiesto un predominio de aspectos positivos, aún a riesgo de reiterarnos, no podemos sustraernos al tratamiento de uno de los dos flagelos por los que atraviesa la sociedad argentina, específicamente la inseguridad, que se divide en dos segmentos: el de los hechos delictivos y el del tránsito.
De este último es que, excluyentemente, hacemos referencia. De los otros se ocupa la diaria crónica policial.
A nadie escapa que tenemos uno de los países más densamente transitados por las motos y el crecimiento automotor. Sumado a la insuficiencia de caminos y autopistas convenientemente terminados y señalizados, se contabiliza la irresponsabilidad, la impericia, la imprudencia y el desapego a la vida de quienes cometen toda clase de transgresiones con los saldos trágicos y lamentables por todos conocidos.
En lo que a la famosa “autopista de la inseguridad” que nos atraviesa por el costado de la ciudad sobran los casos de accidentes “solitarios” producto del cansancio que hace dormirse a los conductores por exceso de horas, falta de precauciones, escasez de lugares de descanso y áreas de servicios. A tal punto es así que 7 de cada 10 accidentes son vuelcos en soledad y choques desde atrás a otro vehículo porque el que atropelló se durmió. Clarito como el agua.