Esta noche a las 20 y en homenaje al Día de la Madre, se expone en la Medioteca una colección de carteras tejidas en malla metálica. Su propietario, Miguel Alberto Cides Castro, habló de su pasión por esos objetos que combinan el diseño con la historia y dan cuenta de una concepción de la mujer.
Podría ser la cartera que llevaba madame Bovary para encontrarse con su amante en una iglesia de provincia; o acaso la que traía Camila O’Gorman durante las visitas a su novio, un cura de la Buenos Aires de Rosas. Efectivamente, cualquiera de las carteras que se exponen esta noche y hasta el viernes 1 de noviembre en la Medioteca podrían ser la de estas mujeres de vida intensa y trágica. Cualquiera de esas carteras cuyos sacos de seda huelen a siglos y guardan en su seno la historia de una mujer noble con sus amores prohibidos y sus secretos, con las cartas que portaron llenas de juramentos, con sus pañuelos de seda empapados por todas las lágrimas del diapasón humano. Sí, la cartera de Emma Bovary o Camila O’Gorman podría ser cualquiera de esas que, al abrirse, vuelven a soltar un perfume que se creía perdido para siempre; el del alma evanescente de una dama de antaño que, durante algunos segundos, vuelve a vivir en este mundo.
Miguel Alberto Cides Castro está provisoriamente radicado en Villa María. Es inspector de Vialidad y a un primer golpe de vista nada hará sospechar que se trata del ideólogo de esta colección. Pero detrás de la fachada de hombre de trabajo se esconde el poeta romántico. Y es este último el que hablará durante la entrevista.
-¿Como empieza tu pasión por las carteras?
-Es una historia muy vieja que arranca cuando yo tenía 6 años, en una vereda de Plaza Huincul, (Neuquén) mi pueblo. Estábamos jugando con mi hermana Nelly. Yo tenía un camioncito y ella una cartera de malla de mi mamá. Y yo la ponía de carga en el acoplado y andaba. Hasta que un travieso que pasaba nos robó todo. Le avisamos desesperados a mi mamá, pero ella no nos retó. Sólo nos dijo “las cosas de la familia se cuidan”. Desde ese entonces sólo pensé que de grande iba a comprar una cartera igual para reponérsela. Yo creía que en cualquier lado podía conseguirla. Pero cuando fui grande me di cuenta de que no era tan fácil. Las 42 carteras de malla tejida que se verán en la Medioteca pueden ser grandes o pequeñas, de más de medio kilo de peso o livianas como una pluma, para damas o para jovencitas, con doble o triple compartimiento o simples sacos “de dedo” para guardar el pañuelo de seda o el abanico. Fabricadas artesanalmente en bronce, plata o alpaca, algunas están bañadas en oro con apliques de platino y pellizcos de zafiros, otras tienen en el cierre labradas serpientes de orfebrería. Pero Miguel no tiene dudas: “El valor principal de estas carteras es el cultural, no el metálico”.
Fabricadas entre fines del Siglo XIX y principios del Siglo XX en Europa (especialmente en Alemania, Inglaterra y Francia) las pocas que aún sobreviven en Argentina fueron traídas en barco por las damas de esa época. “Algunas de esas carteras estuvieron guardadas por más de 70 años en roperos de familias aristocráticas y recién han salido a la luz con nuestra colección. Porque ésa es nuestra idea, mostrarla en todas partes, hacer una colección viva y mostrarlas a las nuevas generaciones”.
Cuando dice “nuestra colección” o “nuestra idea”, Miguel se refiere a él y a su esposa Delia. “Ella me apoyó en épocas muy duras, cuando el dilema era comprar la cartera o pagar el alquiler. Y también me ayuda ahora a repararlas y presentarlas. Por eso la colección se llama Delia Voltarel Cornaglia, en su homenaje”.
-La última, Miguel. En tus 40 años de coleccionista, ¿volviste a encontrar la cartera de tu mamá?
-¡No! ¡Pero encontré una muy parecida! Tan es así que a esa cartera le puse “Nelly”, en homenaje a mi hermana. Yo me la acuerdo como si la estuviera viendo ahora mismo, porque nadie se olvida jamás de la cartera de su mamá. Te podés olvidar de la de tu hermana o la de tu novia, pero la de tu madre…
Y cuando dice esto, una breve conmoción ha trabado la garganta de este hombre simple. De este hombre que viene de ganar el segundo premio en el Festival Internacional de Supercolecciones de La Plata 2013 y fue felicitado por los mejores anticuarios del país. “Sí, todo eso es muy importante pero…”, dice Miguel. Y ese “pero” quiere decir que en el fondo de todo, no colecciona para ganar premios, sino para algo mucho más noble; para encontrar un día la cartera que le perdió a su mamá y devolvérsela en este mundo o más allá de este mundo; para volver a ser aquel niño que jugaba junto a su hermana en una vereda de Neuquén, solos e inocentes, aquella tarde.
Iván Wielikosielek