Escribe: Jesús Chirino
Hace más de 90 años que el municipio inauguró su primer edificio dedicado a la atención de los enfermos. Este importante acontecimiento estuvo enmarcado en concepciones propias de la época, cuando no existía el concepto de la asistencia como una cuestión pública, idea que tomaría fuerza con el acenso del sabattinismo en la provincia.
Gobernador y obispo
El 8 de agosto de 1915, un grupo de vecinos junto a autoridades locales esperaron en la estación ferroviaria el arribo del gobernador Ramón J. Cárcano y del obispo de Córdoba, Zenón Bustos y Ferreyra. Llegaron junto con una comitiva, venían a inaugurar la Sala de Primeros Auxilios, importante obra para la atención de la salud de los vecinos de Villa María y Villa Nueva. Debe aclararse que si bien el municipio local fue el encargado de llevar adelante el emprendimiento, el decreto provincial otorgando un subsidio de cinco mil pesos para su construcción dice “considerando: que la población de Villa María y Villa Nueva carece de hospital y diariamente los hechos imponen la creación, por lo menos, de una sala de primeros auxilios que atienda a los enfermos y heridos indigentes, hasta que puedan trasladarse a los hospitales existentes en la provincia”.
Acerca de la importancia de este lugar de atención, el médico Roberto Sayago, en su libro “La medicina en Villa María y la región”, señala que “este efector sanitario constituía una sentida necesidad, pues el Hospital Pasteur funcionaba precariamente desde 1914, sólo como consultorio (allí se realizaban los controles de las pupilas de casas de tolerancia), razón por la que se requería un centro que diera respuesta a la demanda de atención de enfermos, fundamentalmente los indigentes, pues la población pudiente podía recurrir a la medicina privada de ese tiempo”.
Aquel decreto también fijó que en la sala se atenderían gratuitamente a los empleados del gobierno, a los agentes y los detenidos por la Policía.
Acto y trabajo de las mujeres
Apenas recibida la delegación que venía desde Córdoba, el jefe del Poder Ejecutivo provincial y el obispo encabezaron una manifestación que también integraron quienes habían estado aguardando su llegada. Circulando por la avenida que actualmente se denomina Hipólito Yrigoyen, alcanzaron la calle Buenos Aires, siguieron por ésta para girar en la Perú –actual General Paz- pasando frente a la plaza Centenario, para luego de un par de cuadras llegar a la esquina con San Juan. Luego de circular por las calles, entonces todas sin asfaltar, arribaron adonde estaba todo dispuesto para el acto. La dirección era Perú 345. La sala a inaugurar se erigía en los terrenos de la oficina departamental en la esquina que actualmente ocupa la Central de Policía provincial.
En la oportunidad tocó la banda de música, habló el gobernador y el obispo bendijo el lugar. Cinco integrantes de la Comisión de Damas oficiaron de madrinas. El diario provincial Los Principios señaló que luego del acto, “a mediodía, sirvióse en el salón del Oriental el banquete en honor de los representantes de la más alta autoridad eclesiástica y política de la provincia, ofreciendo la demostración (sic) el señor Luis Martínez Chávez”.
Entre los grandes precursores de la obra estuvieron Antonio C. Broggi, quien presidía la Comisión Administradora que entonces regía los destinos del Estado municipal, y su colaborador José María Maciel. Los nombres de las mujeres que colaboraron realizando colectas para equipar el edificio con el instrumental y el mobiliario necesario, podemos verlos en otro artículo de Los Principios donde se informa que “en la casa de la señora Elisa de Pereira se produjo una reunión de damas para organizar la visita” entre otras asistieron “Belisaria C. de Pérez, Elisa C. de Pereyra, Justina de Margueirat, Lola de Sánchez, Cleofé B. de Maciel, Juana Arines de Broggi, Josefa de Lancella, María F. de Plá, Adelina de Barella, Clementina C. de Broggi, señora de Herzog, Luisa S. de Liprandi, María de Narvaja, Benita de Lance”. También las “señoritas Esther Margueirat, Julieta Barella, Lina Goletti, Virginia Margueirat, Cotala Margueirat, Antonieta Colabianchi, Egle Goletti, Imeria Camperchioli, Filomena Narvaja, Aida y Regina Rodríguez, Carmen Galegori, María Borghi”.
Las ideas
En los discursos se decía que el emprendimiento venía a atender especialmente a los indigentes y obreros, incluso Sayago rescata las palabras de Broggi, señalando que la sala venía a llenar un vacío muy grande, “especialmente para el gremio obrero”.
Pero debe entenderse que en aquella época la salud de los ciudadanos se consideraba un tema básicamente de la órbita privada del sujeto. Es decir, que no era responsabilidad del Estado que sí podía acudir en auxilio de los enfermos a partir de un sentido caritativo.
En esa concepción sanitaria se encuadró la inauguración de la Sala de Primeros Auxilios, donde los privados tuvieron un papel importante. El Estado no equipó el lugar con lo necesario, por el contrario, fue en ejercicio de caridad por parte de ciudadanos locales.
La Comisión Popular de Damas y Caballeros a partir de las subscripciones realizada por vecinos logró reunir 1.748 pesos con treinta centavos nacionales, con lo cual pudo adquirirse lo necesario para la flamante Sala de Primeros Auxilios.
En el acto inaugural también estuvo el ministro González, a cargo de la cartera de Obras Públicas de la provincia. Todas las autoridades concurrieron al almuerzo y, según consigna el diario Los Principios, posteriormente el obispo dictó una conferencia acerca de la “conquista y civilización de esta privilegiada región”. Zenón Bustos y Ferreyra fue obispo de la Iglesia Católica a partir de ser propuesto, en 1903, para el cargo por el presidente de la Nación Julio Argentino Roca. Asumió en 1905, ejerciendo hasta su muerte en 1925. De la orden franciscana, supo ejercer como profesor de Matemáticas, Filosofía, Derecho canónico, Teología y Moral.
Desde su juventud abrazó la historia, siendo cronista e historiador de la orden como también de la eclesiástica del país. Sobre estos temas publicó varios títulos. Así, en 1903 en los anales de la Universidad de Córdoba publicó un título acerca de la historia eclesiástica de esa casa de estudios.
Años después se editó Idea de Emancipación Política de 1810, también de autoría de Bustos. Fue un entusiasta impulsor de la Unión Popular Católica Argentina generada por el Episcopado Argentino en 1919.
El surgimiento de esta institución pasaba por centralizar las diferentes organizaciones católicas y supervisarlas desde el Episcopado y, en última instancia, por el Papa. Pretendían fortalecer la presencia católica entre los sectores de menos recursos y convertirse en una opción ante las fuerzas de izquierda.
Según sostiene Gardenia Vidal, investigadora de la UNC, en su trabajo “La Unión Popular Católica Argentina, su creación y funcionamiento en Córdoba”, esta “unificación pretendía recristianizar a la sociedad ‘invadida’ desde hacía décadas por las ideas liberales, socialistas y anarquistas cuya visión ‘materialista’ del mundo ponía en riesgo el orden social elemental”. Desde la visión que el catolicismo llevaba adelante, pretendía mediante la caridad favorecer las clases sociales postergadas, pero siempre que respetaran el orden y la autoridad tanto establecidos como indiscutibles.
Zenón Bustos y Ferreyra accionaba en favor de los obreros, pero siempre que se sometieran a la autoridad de la Iglesia y demostraran respeto, cuando no sumisión, a los patrones. Este obispo también fue contrario a los principios de la Reforma Universitaria, dado que la identificaba con ideas de la izquierda.
En el marco de estas concepciones, propias de la época, y de las que no era ajeno el entonces gobernador, fue que se inauguró de la Sala de Primeros Auxilios.