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27 de Octubre de 2013
La Literatura neolatina pasó por la ciudad
Desde Villa María, con espíritu jesuita y cordobés
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Especialistas de todo el país y de Latinoamérica se dieron cita el pasado fin de semana en las Primeras Jornadas de Estudios Coloniales de la UNVM. Bajo la consigna de la literatura producida en el Virreinato del Río de La Plata y los 400 años de la Universidad Nacional de Córdoba, hubo conferencias sobre temas fundamentales para nuestra identidad cultural, como la expulsión de La Compañía de Jesús de América o la vida del cordobés Luis de Tejeda, el primer poeta argentino




Un exultante doctor Alfredo Fraschini saludaba a los disertantes, alumnos e inscriptos. Los abrazos se repetían y se palpaba una fuerte emoción en el aire. Y no era para menos, el primer encuentro organizado desde Villa María para especialistas en literatura neolatina americana había sido un éxito. A tal punto que muchos disertantes del país y el exterior ya confirmaron su presencia para el año que viene, aún sin saber si 2014 permitirá un nuevo simposio. 
“El encuentro fue maravilloso tanto en lo intelectual como en lo humano -comentó Fraschini- La gente de Letras Clásicas somos una gran familia desperdigada por el país y el mundo y volverla a reunir es siempre una felicidad”. El coordinador de las jornadas y del Centro de Filología Clásica y Moderna de la UNVM desde 2006, agradeció muy especialmente “a todo el equipo de trabajo de Villa María, sin el cual estas jornadas no hubieran sido posibles, muy especialmente a Lidia Moreira, a Juan Sánchez y a Juan Kalinowski”. Y también aprovechó para tirar la artillería pesada de sus flores “a la orquesta de cuerdas del Conservatorio Felipe Boero y a Fabricio Valvasori que la dirigió; porque nos regalaron el maravilloso concierto en fa menor de Bach con una solista de 12 años en piano impresionante (Clara Muñoz Longo) y una ejecución de una calidad asombrosa, digna de una orquesta de Buenos Aires o de Córdoba. Y en esto mucho tiene que ver el director del Conservatorio, Germán Ruiz, que busca permanentemente la excelencia”.
Más allá de la felicidad del organizador de este encuentro que ha dejado sembrada fuertemente la semilla de las Humanidades en la Villa, hete aquí un pantallazo general de lo que pasó durante el 17, 18 y 19 de octubre a través de notas y conferencias, esas que siempre intentaron arrojar luz sobre la identidad argentina a través de aquel “protopaís del Virreynato” que lo prefiguró, y cuya capital cultural era Córdoba de la Nueva Andalucía.
 
La Compañía de Jesús y los próceres de Mayo
 
Si alguien mencionase, a modo de etiqueta de librería, “la literatura latinoamericana del exilio”, automáticamente vendrán a la memoria los nombres de Pablo Neruda, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Daniel Moyano y Juan Carlos Onetti; escritores que huyendo de la represión militar se instalaron en Europa en las décadas del 60 y del 70 del siglo XX. Sin embargo, la que podríamos señalar como “la primera generación de escritores latinoamericanos exiliados”, hunde sus raíces dos siglos atrás, cuando aún no existía Chile, Colombia, Perú, Argentina y Uruguay sino el Virreinato del Río de La Plata, el Virreynato del Perú y la Capitanía General de Chile. O sea, los tiempos míticos de La Colonia. Y en esa patria lejana cuyo suelo terroso fue disuelto en sangre en pos de la creación de las actuales naciones, tuvo lugar el primer exilio masivo. Ocurrió exactamente en el año 1767, con la expulsión de la Compañía de Jesús de estas tierras. Sobre ese acontecimiento ineludible para los destinos de América y sus consecuencias literarias inmediatas, disertó la doctora Marcela Suárez, profesora titular de la UBA e investigadora del Conicet. Haciendo hincapié en la obra de dos monjes jesuitas (uno guatemalteco y otro español) Suárez trazó unas “vidas paralelas” entre Rafael Landívar (1731-1793) y José Manuel Peramás (1732-1793), respectivamente, y habló de sus libros pos-exilio, que hoy son fundamentales en la literatura del continente.
“El destierro es, sin dudas, lo que obliga a escribir a estos monjes casi al mismo tiempo, como una manera de sublimar esa experiencia traumática. En el caso de Landívar, sus dos poemarios didácticos en latín no sólo expresan su malestar por la expulsión sino que pretenden demostrar a los europeos que los americanos tenían identidad propia, que a la hora de escribir éramos tan buenos como los italianos o los españoles. En el caso del padre Peramás, a pesar de ser español y haberse radicado en América en 1755, es paradigmático porque asume el nuevo continente como su propia patria, al punto de tener una tremenda nostalgia por Córdoba, ciudad en la cual se había formado”. 
Respecto al legado cultural de los jesuitas en América, Suárez señaló que “es riquísimo y no admite comparación con el de ninguna otra Orden. Y no sólo en el plano cultural sino también en la formación integral del ser humano, que fue determinante para Latinoamérica y para nuestra identidad nacional. Yo creo que como argentinos deberíamos volver más seguido a las raíces jesuitas para entender mejor de dónde venimos, ya que si nos fijamos bien, casi todos los próceres de Mayo se formaron en el Colegio Máximo de Córdoba. En cuanto a la literatura se refiere, los jesuitas fueron los pioneros no sólo de la literatura del exilio sino también de la literatura independentista”.
 
Roa Bastos: escribir en español pensando en guaraní  
 
La doctora Andrea Ostrov, docente de la UBA e investigadora del Conicet, disertó también sobre el exilio pero “lingüístico”, o el modo en que un autor deja de lado su lengua originaria (en este caso el guaraní) y escribe en la lengua oficial de una cultura dominante (en este caso el español). Y estas propiedades cristalizan en la obra del novelista paraguayo Augusto Roa Bastos (1917-2005). Sin embargo, Ostrov no habló en su ponencia de “exilio idiomático” sino de “supervivencias literarias”, las que hacen que el imaginario de una lengua doblemente silenciada (por el conquistador y por una decisión estética) siga siendo el “sustento” de lo escrito en lengua oficial.
“Este trabajo entraría en la rama de la transculturación narrativa -comenta la doctora- y tiene que ver con la decisión que toman algunos escritores que comparten la cultura originaria y la europea. Se trata de escritores que deciden escribir en español para apuntar a un público más amplio, pero al mismo tiempo les interesa fundir en sus relatos la cosmovisión perteneciente a su cultura nativa, en este caso la guaraní. Eso no significa que los mitos de esa cultura sean el contenido o que mechen expresiones de su lengua materna, significa que la estructura misma de esa cosmovisión aparece sosteniendo y estructurando la narración toda. De hecho, en las novelas de Roa Bastos la cultura oral de su pueblo está muy presente, ya que a él como autor le interesa romper con la fijeza de lo escrito. En sus obras, todo viene de relatos que a su vez nacen de relatos, y todo tiene que ver con la ambigüedad o con la relatividad temporal apenas marcada por algún hecho de la naturaleza, como antes o después del paso del cometa”.
Ostrov remarca que su interés por Roa Bastos es el mismo que siente “por todos los escritores latinoamericanos que al igual que él han decidido adoptar el español como lengua literaria, como el caso del peruano José María Arguedas o del mexicano Juan Rulfo, en México. Pero lo cierto es que las novelas de Roa Bastos me atraparon especialmente. Y creo que si son tan interesantes, es porque ha logrado su propósito de incorporar la cultura guaraní a su escritura de manera fluida y consistente”.
 
Pertenecer a la Universidad de Córdoba
 
Una de las charlas más emotivas de las jornadas estuvo, sin dudas, a cargo del doctor Ramón Cornavaca, especialista en literatura griega y formado en la UNC de la cual es docente. Bajo la consigna “Pertenecer a la UNC, una experiencia de vida” Cornavaca contó la suya como una intensa autobiografía espiritual de diez minutos.
“Mi primer profesor del Monserrat nos dijo a los alumnos de doce años que tomáramos con cariño el latín. Fue el primer mandamiento que me hizo feliz. Pero luego, así como él, muchos profesores nos ayudaron a descubrir el valor del mundo clásico y nos enseñaron a amarlo. Precisamente por eso entré a la carrera de Letras Clásicas. Cuando años después hice el doctorado en Alemania, me di cuenta que la formación que habíamos tenido en la humilde Universidad de Córdoba había sido muy buena, y que los alemanes la apreciaban mucho. A mi vuelta me inserté como docente y con muchas ganas de trabajar. Fueron años hermosos, dando clases no sólo en Letras Clásicas sino también en Letras Modernas y Filosofía, lo que me confirmó lo maravillosa e importante que es la formación interdisciplinaria. Durante el doctorado, conocí al doctor Fraschini, que fue mi jurado. Y desde hace 24 años él es un amigo, pero además un referente intelectual y humano para mí. En este momento, en el otoño de mi vida universitaria, puedo hacer una reflexión más serena y decir que es muy importante para mí la integración de la vida académica con la vida misma. Al menos yo no puedo concebirlas como algo separado. Quizás porque así lo aprendí de mis maestros. La Universidad Nacional de Córdoba nos brindó a mí y a muchos compañeros un campo para la búsqueda de la Verdad. Y por eso insisto en fomentar en el aula el concepto griego de filías o sea de amistad, de relación afectiva y respecto para con los colegas y estudiantes como la concebía Platón. Eso me parece fundamental: buscar de La Verdad desde la amistad y sin fomentar la competencia. Yo creo que lo más importante de una Universidad es entregarse a esa amistad y a la maravillosa experiencia de transmitir conocimientos a las generaciones que vienen”. 
Tras esta ponencia, el licenciado Juan Kalinowski docente y miembro del Centro de Filología de la UNVM contó, con mucha emoción, su experiencia como alumno del Colegio Monserrat cordobés. 
“Desde muy chicos el colegio nos enseño a conjugar las Letras y la Virtud; es decir, a leer los clásicos en pos de la búsqueda del conocimiento, que fue el mandato de los jesuitas y de San Ignacio de Loyola. A la virtud la asociamos siempre con el amor de los docentes para dar las clases y a la relación que ellos establecían con los alumnos. Y eso es algo que, me parece, se ha perdido en los últimos tiempos. Hoy, la mayoría de las universidades propone estudiar para insertarse en el mundo laboral en vez de proponer estudiar por amor al conocimiento. Y esto último es lo que intentamos transmitir como docentes a nuestros estudiantes”.
 
El primer poeta argentino nació en La Docta
 
La doctora Olga Santiago, profesora de la UNC e investigadora del Conicet, se refirió al primer texto poético de la literatura argentina, “Peregrino en Babilonia” o “Coronas Líricas”, los dos títulos con que se conoce la obra magna del cordobés Luis de Tejeda (1604-1680), uno de los primeros egresados de la UNC y el primer poeta nacido en tierras argentinas.
“El libro de Tejeda, cuyo códice se encuentra intacto en el Convento de las Carmelitas Descalzas de Córdoba, fue escrito desde 1760 hasta su muerte en 1780 -comentó Santiago en su ponencia- Es el único texto barroco perteneciente a nuestro país y el primer texto literario argentino. Nos ha costado instalar este concepto ya que la literatura argentina se piensa y escribe desde Buenos Aires. Pero el texto de Tejeda se adelanta en un siglo al que proponen los porteños. El libro está escrito en forma de rosario, respetando los misterios en cada poema. Sin embargo, esta obra no es solamente religiosa, ya que también da cuenta de la vida civil y profana de Tejeda, desde su nacimiento en el seno de una familia noble cordobesa hasta su muerte, del Convento de las Carmelitas Descalzas que fundó y protegió, desde su vida como vecino principal y sus trabajos en el Cabildo de Córdoba hasta la denuncia por abuso de poder que lo desaforó y lo tuvo prófugo de la Justicia. El libro de Tejeda es una suerte de expiación y descargo contra lo que él consideraba una injusticia cometida contra su persona. A tal punto que en su rosario literario trata de seguir los pasos de la Virgen tras Jesús, para conseguir la perfección espiritual. Incluso durante su Vía Crucis, se compara con el Rey David, un hijo de Dios que pecó al igual que él en esa Babilonia llamada Córdoba, y fue difamado por una sociedad que lo envidiaba. El es el fraile y el pecador a la vez. Sin  embargo, Tejeda no llega en su rosario personal al quinto misterio, o sea a la parte donde dice hágase tu voluntad. Y es que Tejeda, no está dispuesto a que se haga la voluntad de Dios; él quiere hacer todavía su propia voluntad, vengarse de quienes lo denunciaron y desaforaron. Este libro suyo es, sin dudas, uno de los más fabulosos legados de Córdoba a la literatura y a la historia argentina”.
 
Iván Wielikosielek


Las fotografías

1) Doctora Andrea Ostrov, docente de la UBA e investigadora del Conicet

2) El doctor Ramón Cornavaca habla sobre el  sentimiento de pertenencia a la UNC

3) Doctora Marcela Suárez, docente de la UBA e investigadora del Conicet

4) Apertura de las Jornadas de Estudios Coloniales. Alfredo Fraschini, 
coordinador; Luis Negretti, decano; Cecilia Conci, vicerrectora

5) Juan Kalinowski y Olga Santiago


 

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