Por Juan Montes
La Corte Suprema de Justicia no hizo más que cumplir con su obligación y ratificar la vigencia plena del estado de derecho. ¿A qué apelará ahora la corporación mediática cuando ya las tres instancias de nuestro sistema democrático le han negado su pretensión? Porque si una pata le hubiera faltado a la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual para ser definitivamente reconocida como legítima, legal y constitucional era la pata del Poder Judicial.
El “Señor Magma”, como padrino emergente de la economía concentrada y manipulador de los hilos que manejan los mercados sociales, políticos y económicos de la República Argentina, influyente en las apologías y los derrumbes, según su antojo y necesidad, de todos los gobiernos democráticos desde Alfonsín hasta Duhalde, fantasmagórico ser que ha construido desde la sombras de la impunidad el relato social de los argentinos, ha negado la procedencia popular de la Ley de Medios, ha negado la libertad del Poder Ejecutivo de elevar leyes en favor de las mayorías, ha negado la representatividad del pueblo argentino del Poder Legislativo… ¿Qué podría hacernos pensar que acatará mansamente la decisión desfavorable de quien consideró siempre sus aliados de privilegio y en contexto donde se definen las arenas políticas hacia 2015?
Celebro la decisión de la Justicia como un gesto de garantía institucional que consolida aún más las tres décadas ininterrumpidas de democracia, más que como un punto de llegada de la Ley en sí misma. El grupo Clarín se corresponde con la construcción del pensamiento dominante que se fue instalando en la idiosincrasia de los argentinos por más de doscientos años. La creación de sentidos sociales, es decir, nuestras formas culturales exceden a cualquier corporación porque ya se han hecho naturaleza en el pensamiento argentino. El grupo podría representar en todo caso la sangre envenenada de un gigante de 40 millones de cabezas. La decisión de la Justicia obliga a un proceso de desinversión, pero la constitucionalidad de la Ley obliga también a generar procesos de reconversión cultural. Y estos son los escenarios a promover y consolidar. La reconversión de la cultura comunicacional no se logrará con decretos ni con leyes sino con procesos sociales mucho más amplios, más participativos y especialmente más federales.
En estas perspectivas, la constitucionalidad de los tres o cuatro artículos que implican la desmonopolización por cierto que alientan a seguir acompañando a los entes de aplicación e ir profundizando la implementación de los más de 160 artículos restantes, lo que equivale a decir que la decisión de la Justicia “no nos da derecho a hacer la planchita” como diría el historiador Norberto Gallasso, sino todo lo contrario, a poner más énfasis en la edificación cultural de la Ley, cuya génesis debe ubicarse en la militancia de la comunicación generadora de los 21 puntos fundacionales y a la que cualquier área debería volver para inspirarse.
Pero esta decisión cierra o abre sólo un círculo, el de la pelea con las corporaciones. Hay que plantear la constitucionalidad con la aplicación, y la vigencia del instrumento público con la apropiación de la ley por parte de la sociedad. Dos instancias que no nos dejan bajar los brazos.
La Ley de Medios ha provocado escenarios impensados, casi soñados podríamos enfatizar. Ha motorizado no sólo una regulación del sector audiovisual sino el debate cultural de la comunicación. La Ley de Medios se ha trascendido a sí misma porque la gente (el sector) se apropió de sus significantes, trasciende banderas y procesos, está más allá de las corporaciones y los gobiernos. La Ley de Medios puso en escena el debate de la comunicación y los comunicadores, desnudó la hipocresía, y desenmascaró el rostro abstracto de la impunidad.
Y en estos escenarios emergentes comienza a madurar la necesidad de otra organización nacional de las comunicaciones, de concentrar las áreas y jerarquizarlas ministerialmente, de repensar la comunicación en todas sus manifestaciones, de poner en discusión otros 21 puntos que vayan por más… La Ley de Medios le devolvió la palabra a la gente, y la gente quiere participar. Habrá que escucharse.
Celebremos la democracia.