“Un hombre que se hizo viento de grandes banderas. ‘Sigan a las ideas, no sigan a los hombres’, fue su gran consejo, pero qué difícil se nos hace no ver en el Dr. Raúl Alfonsín, un dirigente ejemplar.
Un 30 de octubre de 1983, las boletas que llevaban su nombre desbordaron las urnas con más del 50% de los votos y dedicó su gestión como presidente de la Nación a construir una utopía posible: asegurar la democracia para todos, con la convicción de que con la democracia se come, se cura y se educa.
Vivir en un orden democrático es hoy una aclaración redundante para las generaciones pos 1983, pero lo cierto es que el 30 de octubre conmemoramos el día de la recuperación democrática porque hubo un tiempo en que no hubo. Un tiempo oscuro, una etapa cruda en que intereses mezquinos y ciegos de pasión impusieron, por las armas, sus ideas.
Raúl Alfonsín no se conformó con llegar al poder por el apoyo popular, le dio contenido y vida a la palabra democracia y llevó a juicio ante un tribunal civil a aquellas Juntas Militares que habían irrumpido en 1976.
Además, derogó la ley de autoamnistía del Gobierno de facto del general Bignone, mantuvo el control y aseguró la paz ante la rebelión militar carapintada encabezada por Aldo Rico, firmó una declaración de paz y amistad con Chile e impulsó la integración económica con los países limítrofes, que más tarde constituiría el Mercosur.
‘La democracia no es sólo el ejercicio de la libertad, es también la búsqueda de la igualdad’, dijo el padre de la democracia y creó la Comisión Nacional de la Desaparición de Personas (Conadep), el Plan Alimentario Nacional, instrumentó el Plan Nacional de Alfabetización, reorganizó las universidades nacionales bajo los principios de la Reforma Universitaria, restableció la patria potestad compartida, sancionó la Ley de Divorcio Vincular y buscó democratizar los sindicatos mediante la inclusión de las minorías en su dirección.
Sin lugar a dudas, Raúl Alfonsín dedicó su militancia, su presidencia y su vida a una tarea para nada fácil: materializar la democracia como algo más que un resultado electoral y asegurar sus privilegios a lo largo y ancho de la República no sólo para sus contemporáneos, sino para las generaciones futuras sin importar la bandera política.
Ojalá su bandera sea la de muchos dirigentes más en cada punto del país y la democracia en su plenitud se ponga de manifiesto más allá de la expresión de las urnas.
Ojalá el prólogo de nuestra Constitución Nacional, aquel rezo laico insigne que nos enseñó como cotidiano, sea el eje rector de muchas gestiones.
Actualmente y cuando creíamos que la democracia era un hecho consolidado, suena a menudo la palabra democratización sobre muchos aspectos troncales para la vida cívica.
Es, sin duda, tiempo de reflexionar qué pasó con aquella herencia que se nos dio en el 83.
Gustavo Bustamante
Unidad y Compromiso Radical Villa María