"Recordemos esas verdades fundamentales de nuestras vidas, que a veces parecen lejanas y no tienen incidencia en la vida cotidiana. Fundamentalmente, hay que saber de dónde vengo y adónde voy. Si no, estamos desorientados. Ninguno pidió nacer, ninguno compró la vida: es un don, un regalo".
Palabras del obispo diocesano Samuel Jofré Giraudo.
A las 10 de la mañana, en la puerta de la capilla ubicada en el acceso central del cementerio La Piedad, el titular de la Diócesis encabezó una misa por los fieles difuntos, ayer.
"La muerte entró en el mundo por el pecado. Es la separación, dramática, durísima, de cuerpo y alma. El cuerpo se deshace", precisó el pastor, seguido atentamente por la feligresía local que se dio cita en el camposanto.
Luego, aclaró que "somos libres, pero no porque quisimos, sino porque Dios nos concedió la libertad. Lo hizo para algo, para que podamos querer a él y compartir la felicidad para siempre".
Jofré sostuvo que "complicamos las cosas cuando pretendemos ser felices sin El" y subrayó que "con la muerte termina el tiempo de la elección". En ese instante "se comparece ante Dios y es el juicio, en el que nos va a conceder a cada uno lo que hayamos elegido". La muerte "se nos presenta a veces como algo malo, vengador", pero esta concepción "es una deformación", ya que "Dios es un padre amoroso" y "consecuente con su bondad, nos da lo que hemos elegido" en la vida. "Si lo elegimos, compartiremos con El la felicidad eterna. Si no, dolorosamente, dirá 'andá a vivir sin mí para toda la eternidad'. Es el infierno", especificó.
Como "de Dios tenemos todo y es pura bondad", el obispo recalcó que entonces "es un absurdo el pecado".
"El pecado pretende organizar la vida sin él y organizar la vida como si él no existiera es ridículo. Sin embargo, muchas veces lo hacemos", declaró.
El pastor indicó que "el que muere en pecado mortal" estará "sin Dios para toda la eternidad", quien muere "en gracia, pero tiene debilidades, como tenemos todos, se va al purgatorio, donde se purifica y reparamos todo lo que no hemos reparado en la vida". "Al cielo nadie entra mientras no repare todo", aclaró.
Para eso, señaló, "hay que arrepentirse y hacerlo de verdad" y "reparar todos los daños que se hizo en esta vida" y para eso está el purgatorio.
Ejemplificó que un ladrón debe devolver todo para ir al cielo. Y explicó que con las oraciones "nosotros ayudamos a los difuntos a poder reparar" los pecados.
"El cielo es amar a Dios, si no lo quiero, ni Dios me hace entrar. El diablo nos hace creer que Dios es malo, que castiga al pecador. Pero no es así, Dios nos ha creado libres y respeta nuestra libertad", expresó y advirtió que "mientras estemos acá, siempre podemos recuperar la amistad con El".
"Uno de los peores pecados de esta época es pretender que nuestra libertad no tenga límites. Nos hace bien recorrer las tumbas, si uno va a cementerios grandes del país puede ver a quienes fueron poderosos y que ahora están allí. La gloria les pasa a todos", manifestó.
Casi sobre el final de su pronunciamiento, confesó que reza mucho por Alberto Dean y Alfredo Disandro, otrora obispos de esta Diócesis, ya fallecidos. "Qué lindo pensar que otros van a rezar por nosotros", confió. Y propuso "vivir siendo amigo de Dios, de todos" y saber perdonar.