El proyecto de desarrollo lechero que está impulsando Carlos Berra desde Guatemala, es un programa con un enfoque de cadena productiva lechera, donde se están poniendo en marcha centros de acopio de leche, que distribuyen la leche fluida enfriada a las fábricas de la región.
Se trata de alrededor de cincuenta mil litros diarios, número que es muy importante en ese país que produce solamente un millón de litros por día.
En su estadía en Villa María, dijo a este medio que el proyecto para el que fue convocado “no es sólo productivo, sino social, ya que cumple la doble función de formalizar la producción, blanquear el trabajo de la gente de campo y abastecer a los centros escolares primarios, para mejorar el nivel nutricional de la primera infancia, ya que dan un vaso de leche diario a 600 mil niños”.
Los niños primero
En la actualidad, Berra está trabajando para desarrollar nuevos proyectos para que la cooperación internacional se interese y dé la posibilidad de que otros programas complementen lo realizado hasta el momento y puedan darle continuidad en el tiempo, ya que Guatemala depende fuertemente de cooperaciones internacionales como la sueca, la finlandesa, la de la UE, la japonesa, la canadiense, organizaciones alemanas y Naciones Unidas que es la entidad que coordina el programa con auditorías.
Estos programas en su gran mayoría, apuntan al desarrollo rural en los países latinoamericanos, con distintos componentes, siempre en el enfoque de cadena para darle continuidad en el tiempo, especialmente a todo lo que sea producción de leche y carne y eventualmente de granos autóctonos, como el café o la producción de cañas, que son cultivos que mueven la economía.
Dos componentes muy fuertes, son los incluidos en lo que llaman “economía de patio”, similar al pro-huerta del INTA en Argentina, para que los sectores más marginados puedan autoabastecerse en alimentos, y el otro aspecto es fortalecer a las organizaciones de productores asociados bajo cualquier figura grupal, con el relevante aspecto de priorizar a la mujer y su rol dentro de ese entorno.
El tema étnico no queda afuera de estas cuestiones, puntualizó Berra, ya que entre el 75% y 78% de la población es de origen maya o de otros pueblos originarios, generando con las tareas rurales mano de obra genuina.
El trabajo aumenta la producción y reduce la importación de alimentos a mayor precio, apuntando especialmente en el caso de la leche y la carne a blanquear el mercado de elaboración y laboral.
Experiencia y aprendizaje
“Lo que más fuerte pega de esta experiencia, es convivir con la pobreza y la marginalidad total, que alcanza un porcentaje de más del 65% de la población de 13.500.000 habitantes, con NBI (Necesidades Básicas Insatisfechas) y en un nivel muy abajo de la línea de pobreza, en un país que tiene una excelente biodiversidad tanto en clima como en suelos, y esto hace encontrar el sentido de la vida y el trabajo, especialmente en los países como el nuestro dónde se pueden producir alimentos”, indicó el especialista.
Por eso, a manera de conclusión, señaló que todos los “vinculados a la producción de alimentos, tenemos mucho por hacer”.
Cabe señalar que a mediados de este año, Carlos Berra estará trabajando ya a pleno en Villa María, con la satisfacción de haber iniciado la puesta en marcha de un proyecto productivo y social para centroamérica.
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