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9 de Noviembre de 2013
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Cuando te roban un sueño
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Hace dos años vine a vivir a  esta hermosa ciudad, con muchos proyectos, ilusiones y sueños, entre ellos el de la casa propia.
En lo laboral vine a trabajar en una escuela, como lo hacía en mi ciudad de origen ya que soy docente del Nivel Primario, encontré una escuela hermosa y un grupo humano de compañeras maravillosas.
Al tiempo de llegar recibí un dinero que lo estaba esperando para hacer la casita, pues había visto la propaganda en este periódico que me entusiasmó y así fue que fui a la oficina de esta empresa de casas prefabricadas de mucha trayectoria aquí y en la región, aunque su fabrica está en otra provincia.
Allí la vendedora me mostró varias fotos, me habló sobre los precios, hicimos las cuentas respectivas, incluyendo un terreno módico y me iba a alcanzar el dinero recibido, y aun algo me sobraba.
Con gran entusiasmo pagué el sitio y la casa de contado y seguí viviendo en una pensión hasta que se construyera. 
Pero luego vino lo peor de esta historia, yo aquí estoy sola y mis hijos que son mayores, por estudio y trabajo están viviendo lejos, además debo admitir que no entiendo sobre construcciones y no tenía a nadie para que me ayudara en esto.
Luego comenzaron a aparecer más gastos para poder traerla y armarla, y más gastos para terminarla, cosa que no me habían avisado previamente las vendedoras y para esto yo comencé a sacar préstamos y créditos, y de tanto sacar llegue a no tener casi nada de sueldo, fue una situación desesperante. 
Y para agregar más complicaciones, la empresa me recomendó a un, según ellos, constructor, para mi es un delincuente, por no escribir otros términos, él es un porteño que se dedica a aberturas de aluminio, pero a mí me dijo que se iba a encargar de terminarla toda. Para esto volví a sacar dos préstamos, más todos los ahorros de uno de mis hijos, este “personaje”, no sólo no terminó ninguna parte de mi casita, sino que me robó el dinero, ventanas, cerámicos y muchas cosas más.
Yo sé que los que leen esta nota dirán: ¿cómo pago sin facturas?, es que yo confiaba en él, ya que la empresa me lo recomendó y ¿por qué no pude hacer nada para retener la casita? Pues contra esa empresa sola no pude, cuando busqué un “buen” abogado no quiso ayudarme, pues yo no tenía dinero para pagarle, de él supe luego por una colega que si no vas en un cero y tenés dinero no toma el caso y, claro, yo andaba en bicicleta. Además la propia gente de la empresa, oralmente, me dijo que yo no podía ir contra la empresa pues tenían “buenos” abogados en Buenos Aires.
Y con respecto al “delincuente”, como así yo lo llamo, cuando en una tarde del verano fui a la Policía a decir del robo, el mismo oficial que me escuchaba me dijo que no podía hacer nada, pues no había nada escrito y aun desconfió de mi testimonio. No saben cómo me sentí, a partir de allí fue todo muy triste y penoso.
Tuve que irme  a vivir a la casita sin terminar y ponerle el cartel de “venta”, para poder pagar todos los préstamos y créditos que debía.
Antes había hecho miles de llamadas a la fábrica, pero sólo me decían que podían descontar “los detalles” de las cuotas, pero yo lo había pagado de contado, ellos nunca dieron la cara, y del arquitecto que iban a mandar sólo fue un abogado que con dos mil pesos arregló todo, yo no pude seguir con esta lucha, tanto el policía que me escuchó, como el abogado al cual acudí, como  la misma empresa y el constructor delincuente, no tienen valores. A esta altura sigo creyendo en los “valores”, valores con los cuales enseñé y eduqué a mis tres hijos y hoy son hombres de bien, y valores que demuestro y enseño todos los días en la escuela a mis niños y a mis alumnos.
Sólo pude vivir en ella cuatro meses y luego la vendí, y allí se fueron mis sueños mis ilusiones, mi casita… y eso que el lema de esta empresa era “el sueño de la casa propia”, ¡qué paradoja!
Ahora me encuentro alquilando, llego con lo justo a fin de mes y tampoco tengo opción a una casita de barrio, pues no tengo cinco años de residencia en la ciudad.
Pero sobreviví y quería escribirlo para que no le pase a otra mujer que por ser sola o no entender del tema o no leer la letra chica, como dicen, perdió su propia casita.
Pienso que sólo hará justicia Dios y que todo en este mundo vuelve, como dice la canción, y aquel que hace el mal, el mal le vuelve…
A pesar de vivir tantas injusticias, me sigo quedando en Villa María, porque es una ciudad hermosa y creo en Dios.
¡Gracias a los que me ayudaron también!
Ana M. Nicolorich

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