El mundo es una fuente extraordinaria de pureza. Eso hasta que los coreanos del norte se decidan a tirar la bomba atómica y acaben con todo de una buena vez. Entretanto, lo mejor será aprovechar para conocer los espacios vírgenes que hacen efectiva la frase del principio, aquellos que todavía no han sido comprados por la Cargill o Grobocopatel.
Estos “jardines del Edén” encuentran un fiel representante en Surinam. País cortito como la vida de un cabrito de Quilino, ubicado en el norte de Sudamérica. Allá arriba, entre el Océano Atlántico, Guayana Francesa, Guyana y Brasil, donde casi todo es selva, follaje, espesura. El sueño de Tarzán, si no fuera porque la pesada de Jane y sus constantes reclamos ya han acabado con las ganas de vivir y anhelar quimeras del pobre “Rey de los monos”.
Se trata de un ecosistema único, que alberga una enorme cantidad de especies animales y vegetales desconocidas en otros puntos del planeta. Allí, de hecho, un grupo de científicos descubrió recientemente más de 60 tipos de plantas, peces, aves, mamíferos, anfibios e insectos nunca antes vistos por el hombre. “Claro, porque nosotros somos androides”, dijeron ofuscados los aborígenes de la región, quienes conviven con estos bichos y arbustos desde tiempos inmemoriales. “Ejem, nunca antes visto por el hombre civilizado”, se corrigieron los expertos. “A ustedes les vamos a dar algo que nunca antes ha visto el hombre civilizado”, retrucaron todavía más enojados los nativos, al tiempo que dejaban caer sus taparrabos. “Glup”, respondió la saliva de los investigadores.
Así son las cosas con Surinam. Un tesoro que el viajero anhela descubrir, sobre todo porque se cree que va a atrapar una rana de tres ojos y la va a cambiar por una F100.