Por Pepo Garay
Especial para EL DIARIO
Al lado, Mina Clavero acapara decenas de miles de turistas en cada temporada, alborotando calles, playas y demás espacios públicos. Villa Cura Brochero, en cambio, mantiene el statu quo de Traslasierra. Sencillo, este pueblo copioso en tradiciones y siestas prefiere la reunión discreta al gentío, el murmullo al bullicio. La solución para los que añoran la inconfundible calma del valle está ahí, al otro lado del río.
Es justamente el Panaholma (que se convierte luego en Los Sauces) y sus aguas templadas el que define la silueta del municipio. Playas y balnearios para relajarse junto al sol, la arena y la piedra, sierras de fondo. Antes o después de aquello, lo que toca es el paseo por las callecitas llenas de pasado, donde una vez caminara el padre José Gabriel Brochero, el “Cura Gaucho”, hoy beato. Siguiendo sus huellas, que son las de las montañas, las quebradas y los ríos, uno llega a compenetrarse con el lugar tal y como se debe.
La visita comienza junto al agua. Dichoso aquel que desfila sus mañanas en la costanera, para desembarcar en el Balneario Municipal. Piletón y espacios verdes dispuestos en un ambiente familiar con interesante movimiento. Propuesta similar presenta Los Cedros, también a pasitos del centro, pero con rumbo sur. Aunque si el tópico “playas” viene a la charla, mejor movernos hacia el norte, la mirada en Las Maravillas. Ubicado a unos 5 kilómetros del poblado, el balneario natural no deja lugar para la queja. Allá se ven las altas cumbres, contundencia de la creación, y acá la arena ancha, bien ancha, acomodada entre laderas e inmensos paredones de piedra. El estacionamiento, los baños y la proveeduría apenas interrumpen los aires de pureza que acompañan al mate.
Pero la naturaleza va por más, y convida con la Quebrada del Toro Muerto. En las adyacencias de la comuna de San Lorenzo (a unos 11 kilómetros de Villa Cura Brochero), viene con una cascada de casi 10 metros de altura, una enorme hoya y frondoso rededor. Espectacular en cada postal, es un homenaje al paisaje serrano. Ya ahí, también resulta recomendable llegarse hasta el nacimiento del Panaholma.
Volvamos ahora con la fuerza de la corriente hasta Cura Brochero y de vuelta en el sur presenciar cómo el Panaholma (de aguas templadas) se funde con el Mina Clavero (de aguas frías) engendrando el Río Los Sauces. Con este caudal como protagonista, quienes reclaman la atención son los balnearios Los Cajones, primero, y Los Elefantes, después. Cerrados vericuetos y ollas profundas son la antesala de dos formaciones rocosas con forma del animal en cuestión. El fenómeno también da vida a una pequeña cascada.
Historia con tono religioso
Cuando el sol ya cumplió con el quehacer de cada día, viene bien ponerse a deambular y conocer otros íconos locales. La Plaza Centenario es el núcleo de todo, con el Monumento al Cura Brochero y la compañía de la Iglesia Nuestra Señora del Tránsito, donde descansan los restos del célebre religioso. Fue él mismo quien asumió un papel preponderante en la edificación del templo, levantado en 1902. Junto a la iglesia, aparece casualmente la “Casa de Ejercicios” (el conjunto fue declarado Monumento Histórico Nacional). Allí funciona el Museo Brocheriano, donde destacan elementos personales del cura así como un espacio dedicado a los indios comechingones, antiguos habitantes del valle. Buena la oportunidad para aprender sobre la vida y obra de Brochero, ejemplo de entrega y compromiso con los sectores más necesitados.
Cerca también está la casa que habitó este protector de los pobres desde 1885 hasta que falleció, en 1914. Su impronta, no obstante, sigue dando vueltas en la gente, las montañas, las quebradas y los ríos.