"Volví a abrir mi corazón, a mostrar mi herida para ver si la ciudadanía toma conciencia de lo tremendo que es perder a un hijo".
Con esas palabras, Lucía Gigena de Deheza, la fundadora en la ciudad de Padres Guardianes del Camino (por la que trajo la campaña de las estrellas amarillas a nivel local), definió lo que fue repintar la estrella en calle San Juan y avenida Alem, donde perdió la vida su hijo Damián cuando fuera atropellado por una mujer que cruzó el semáforo en luz roja.
Lo hizo el miércoles pasado con su familia e integrantes de la campaña, "a pedido de Carlos de Falco -secretario de Prevención Comunitaria del municipio- para impulsar la concientización".
"Fue muy duro y difícil, no sé qué hacer, no sabemos ya qué hacer, ni yo ni quienes me acompañan. A veces, las otras mamás no continúan en esta idea porque creen que fracasamos. Yo no lo tomo así, sino como una lucha que no hay que abandonar ni dejarse vencer", declaró.
Ya llevan 47 estrellas amarillas pintadas en la ciudad y hay más en la zona. "Cumpliré mi compromiso con la sociedad, hay que estar donde nos necesitan y donde hay dolor. Creo que mi hijo me sigue guiando para que continúe adelante, para que siga de pie. Damián me da fortaleza: cuando voy a bajar los brazos, recuerdo sus palabras en su corta vida y eso me saca del pozo y me ayuda a estar viva", confesó.
Desea que quienes dejaron el grupo se reintegren, con la certeza de que "este es un camino muy largo y quizás veremos algún resultado en un largo tiempo”.
Con el calor, menos cascos
Lucía dijo estar preocupada porque con la llegada del verano, disminuyó el uso del casco protector en los motociclistas.
"Ayer (por el viernes), vi que andaba la gente con casco por la tormenta. El casco sirve para salvarte la vida, no para evitar el pago de una multa o para protegerte de una lluvia. Tenemos que cambiar", remarcó en su charla con EL DIARIO.
Indicó que el municipio "nos está ayudando mucho, hemos entregado cascos en escuelas y dimos charlas, pero a veces observo que tras una charla salgo del colegio y está la mamá llevando al chico con el casco en el codo".
"Hoy me enojo con la gente cuando noto la imprudencia, pero si miro para atrás hago una autocrítica, porque yo vivía encapsulada: mi vida era mi marido, mis dos hijos y mi trabajo y nunca me planteé nada. No pensaba en el tránsito. Hoy les digo: no esperen a que te pase un dolor tan inmenso para cambiar", concluyó.