Hace bastante tiempo comencé a redactar estas líneas. Sabía que llegaría el momento de publicarlas. Estuve a punto de hacerlo tiempo atrás, al ver el cartel de: “Se vende” pendiendo en la fachada. Pero ahora, cuando la propiedad ya pasó lamentablemente de manos de sus antiguos dueños a las de inversores privados, es un deber hacerlo.
Obliga el hecho de ver como posibilidad un atentado a lo que es un monumento para quienes somos egresados del Instituto Secundario Manuel Belgrano o del Colegio Mariano Moreno y para también muchísimos villamarienses que a diario bregan para que la ciudad siga manteniendo su identidad y referenciando su historia en edificios como el de Corrientes y Mariano Moreno.
Aquel cartel de “Se vende” ya había chocado en mis pensamientos con el sueño de muchos para que allí funcionara el museo de la Escuela Mariano Moreno y del Colegio Manuel Belgrano.
Familias villamarienses, villanovenses y otras que venían de campos aledaños y pueblos cercanos, confiaban sus hijos al establecimiento. O sea que esa casona no es solo un montón de ladrillos apilados, sino que fue el lugar que desde al año 1928 cobijó a muchas generaciones que luego emergieron, egresaron, desde la plataforma de la educación y la cultura.
En este edificio que nos ocupa, decenas, cientos, miles de ciudadanos crecieron en conocimientos, en valores morales, en la honradez, para asumir la vida venturosa y servir a la sociedad. Entre tantos y tantos se cuentan mis padres y sus amigos, a mis primas que ya no me acompañan en este mundo, la mayoría de mis profes... todo seguramente tan dolidos como yo.
Cuando iba a primer año, estudiábamos la historia de la ciudad y nos llevaban de recorrido a visitar edificios que mostraban en sus fachadas haber sido parte de la epopeya de la ciudad. Frente al Colegio Viejo, como cariñosamente siempre le decimos, el deseo era el de ingresar. Eramos noventa alumnos y se volvía casi imposible. Pero un día, a mediados de la década pasada, con mi querida profe de Geografía, organizamos una visita al Colegio Viejo. Una tarde llamé a Don Aldo Rocchi, comentándole un poco de nuestras ansias por visitar la Casona y, sin más trámite, y con mucho gusto nos esperó una mañana en su casa, buscó las llaves y nos acompañó hasta el Colegio Viejo.
Don Aldo abrió el candado de la puerta y abrió también la historia. Poder pisar ese piso fue para mi como estar pisando el Louvre; sinceramente llenó mi alma la posibilidad de dar el “presente” donde tantas veces lo dieron mis viejos, mis primas y otros tantos que escribieron parte de la historia de su vida en este lugar.
Imposible no imaginarme a la señorita Perla, sentada en la Secretaría, con su delantal celeste y su melena blanca, o llamando para entrar al aula.
También, se me venía a la memoria, la imagen del maestro Carlos junto al monseñor Deane, caminando ese patio y conversando sobre ese sueño educativo superior, que se plasmó tiempo después en el Instituto Secundario Manuel Belgrano.
¡Cómo no imaginarnos la familia Rocchi caminando de punta a punta esos patios, por la galería, por esos pisos crujientes de pinotea; cómo no imaginar esos frescos que nos describía el queridísimo profesor Ricardo Vagliente, como uno de las bellezas que atesoraban los techos de este antiguo edificio!
En el corto pero antiquísimo hall de paredes estucadas, hacia el patio chico, todavía quedaban algunas placas que reflejaban el sentido de pertenencia, el amor que sus alumnos le tenían y le tienen aún, hoy mismo, al Colegio, al Mariano Moreno, al Belgrano.
La puerta de los sueños
Al final del hall de entrada, una puerta de hierro forjado, que seguramente abrió los sueños de Juan y de Carlos y del cuerpo docente de la época para visionar lo que hoy tenemos…
Muchas cosas quedaban, muchas cosas quedan. Y ahora que la supuesta “modernidad” amenaza arrasar, me pregunto ¿qué sentirían los fundadores del Moreno y del Belgrano, Don Juan, Doña Gina, el profesor Carlos y Don Aldo, quien tanto apostó para que este colegio permaneciera en el tiempo, al punto tal de despojarse del capital que tenía en Buenos Aires para invertirlo en la educación de miles de jóvenes? ¡Qué acto de amor al prójimo, de dar sin esperar!
Por aquí, más o menos, terminaba mi primer escrito, hace ya unos años.
Queridos villamarienses, les digo que el Mariano Moreno, el Belgrano palpitan en nuestros corazones y también en el de la ciudad. No dejemos que arrasen con nuestro Patrimonio Arquitectónico e Histórico.
Al propietario
Y a usted, doctor, le comento lo que ya imaginará: a mi juicio es una verdadera atrocidad querer derribar la propiedad que hoy legalmente le pertenece.
Hace unos meses, cuando me enteré de la venta efectiva de la propiedad, un sentimiento muy fuerte me apretó el corazón. Más aún cuando supe del deseo de ustedes de modificar la fachada totalmente o de demolerla.
La verdad es que durante cuatro o cinco noches me desperté pensando en qué podría hacer. Y en ese mar de dudas decidí iniciar la lucha para que la Casona del Colegio Mariano Moreno no se modifique y solamente se restauren la fachada y el interior.
Le digo y se irá enterando de que no estoy solo en este nuevo sueño que nace de esos mismos ladrillos.
Por último, es mi deseo hacerle saber que el Decreto Número 418 del Departamento Ejecutivo Municipal, en cumplimiento con la Ordenanza número 2.144, declara “de Interés Histórico y Arquitectónico de la Ciudad” en su artículo 1 inciso 2 al Colegio Mariano Moreno, haciendo referencia minuciosamente a “esquina sin ochava y destacado patio interior”, ubicado en Corrientes 698.
Y le repaso también el texto de la vigente la Ordenanza Municipal 2.144 de fecha 22 de agosto de 1995, que establece en su artículo 2 que el Edificio Declarado de Interés Público Municipal no podrá ser demolido o sufrir modificaciones en su fachada o estructura de frente, que no sean las de conservación o remodelación sin perder su aspecto original.
Agustín Turletti,
exalumno
Fotografías: 1) Imágenes del interior del edificio, que hoy se encuentra prácticamente en ruinas
2) Escolares en las puertas del establecimiento educativo