Guido Buffo era italiano, pero además era pintor, y astrónomo, y científico, y escritor, y músico, y muy sensible. Se radicó en los alrededores de Unquillo, en las cercanías de la Córdoba capital, a fines de la década del 20, buscando en el aire de las sierras chicas la cura para la tuberculosis que sufrían su esposa Leonor y su hija Eleonora. No tuvieron suerte: para 1941, las dos habían fallecido. A Guido sólo le quedó el dolor, el amor, una cabeza y dos manos, y con ese capital se puso a levantar una obra notable. El homenaje le llevó nueve años de trabajo. Hoy se lo conoce como Casa Museo Buffo.
Se trata de un panteón y capilla ubicado a siete kilómetros de Unquillo, en el paraje Los Quebrachitos. Mística y hermosa, la construcción es también un testimonio de la genialidad de su polifacético autor. Hay que abrir los ojos y prestarle mucha atención a la diversidad de ejemplos que expone al respecto.
Lo especial del lugar
La casa está instalada en plena ladera, rodeada de arroyos y vegetación. Tras un buen trecho subiendo desde el centro, el visitante divisa con claridad una figura blanca. Para apreciarla con mayor detalle se dispone a desandar la escalinata que la precede. Ahí comienza a darse cuenta de lo especial del lugar, con la cúpula ojival alumbrando. Una pequeña construcción en forma de habitación, un campanario sin campana y variar pinceladas vanguardistas en las terminaciones, dan más para pensar y sentir. La fachada se completa con una oración, perteneciente a San Mateo, y unas notas, pertenecientes a Beethoven.
Aquella mezcla de religiosidad, espiritualismo y arte también está presente en el interior. Allí descansan los restos de Buffo (fallecido en 1960) y sus dos amadas, y una serie de joyas que hay que citar. Son las pinturas que cubren los muros las que dan mayor brillo, el azul y el celeste dominando la escena. Dios (representado por la creación), Leonor y Eleonora figuran como los protagonistas de las mismas. Objetos pertenecientes a la familia descansan en el rededor: dibujos, escritos, cerámicas, planos, acuarelas, libros y símbolos religiosos. Otra estrella es el péndulo que imita al del físico francés León Foucault, con el que Buffo podía predecir los movimientos sísmicos de esta zona de las sierras.
Todo el conjunto está bendecido por la luz natural, que ingresa a través de ventanas circulares y va regalando distintas tonalidades según el movimiento del sol (aunque los frescos -en particular el dedicado a Leonor- se aprecian mejor en horas de la mañana). Asimismo, la acústica que regala la casa es sobresaliente. Particularidad que hoy es aprovechada para la realización de conciertos de carácter “intimo”.
Para el final, vale la pena caminar por el paseo pedestre que se encuentra detrás de la capilla. Un sendero que deja al descubierto las poesías escritas por Eleonora, respirando bajito en compañía de los árboles.