Existe abundante bibliografía que explica cómo la última dictadura clausuró cualquier plan de desarrollo industrial preexistente, para pasar a cortarle el crédito al sector y abrir las importaciones sin restricción alguna. Roberto Tortosa, Israel Berestan, Oscar López Caballero y muchos otros autores de distinta extracción describieron ese auténtico terrorismo económico encabezado por José Alfredo Martínez de Hoz, que destruyó gran parte del aparato productivo. Y, a partir de allí, el crecimiento del 600% de la deuda externa y el inicio de décadas marcadas por los ajustes y la inflación creciente.
La primera pregunta dirigida a Rodolfo Banchio intenta saber en qué punto se encuentra hoy la industria argentina.
“Y… fueron muchos años desde Martínez de Hoz. Después se agudizó en los 90 por el tipo de cambio, que no dejaba márgenes para la competitividad y fue malísimo para la industria”, comienza. Y enseguida señala que “recuperar tanto tiempo es un desafío muy grande que exige, entre otras cosas, mantener también en el tiempo las reglas de juego claras, políticas activas hacia el sector, los créditos blandos que ayuden a amortiguar los costos de renovar la tecnología…”.
-¿O sea que a su criterio la doble matriz, agroexportadora por un lado e industrial por el otro, es posible?
-Pero claro. No hay antinomia entre los sectores, se pueden complementar… Me gustaría mucho dejar de ver pasar camiones que van al puerto con materia prima sin procesar… Aunque desde nuestro lado tenemos una cuestión estructural enfermiza, que ha generado una distorsión en la utilización de los recursos.
-¿Cuál es esa distorsión tan terrible a la que hace referencia?
-La Ley de Promoción Industrial que en los 70 benefició a San Luis, La Rioja, Catamarca y San Juan (hace alusión a la norma de 1979, que sancionó la dictadura empujada por el crecimiento exponencial de la desocupación, a partir del cual se comenzaban a superpoblar las villas de emergencia de las grandes urbes).
“Certificado a la estupidez”
-¿Qué se debería hacer?
-Yo ya lo dije en un acto delante de la ministra Débora Giorgi. Eso que aún está vigente es un certificado a la estupidez. Tengo manera de demostrarle que esa “Promoción” le costó al país más de 160 mil millones de dólares en impuestos no recaudados. Pero, además, a quién se le ocurre que los servicentros de chapa se encuentren en esas provincias promocionadas, cuando se emplean mayormente en San Nicolás, Rosario, Córdoba y Buenos Aires. Lo más cercano sería San Luis. El planchado de chapa en origen tiene un costo del 2%. Allá acceden a un beneficio de 29% si se suman el IVA, Ganancias y derechos que gravan las importaciones. El costo de logística es del 13%... Es costo país. Lo pagamos entre todos. Además, gastamos y pagamos combustibles que no tenemos, gastamos y pagamos cubiertas que no tenemos…
-Pero ¿hay voluntad política de terminar con todo eso?
-Yo creo que sí. Estimo que más temprano o más tarde habrá que hacerlo. Cuando dije lo de “certificado a la estupidez” me lo festejaron. Creo que está la decisión de no prorrogar más.
-La pregunta es cómo se sale de ese brete. Porque yo he leído notas en diarios que le ceden la palabra a directivos de empresas de distintos rubros beneficiadas por ese régimen, como Valot, por citar alguna, que no sólo amenaza con despidos, sino que lo hace con el cierre de una fábrica que da trabajo a 100 de sus 500 empleados…
-Se hace de muchas maneras. Entre otras, con créditos a tasa subsidiada para radicarse en parques industriales. Lo natural es que las empresas se radiquen en lugares que tengan que ver con las economías regionales, como ocurre en todos los países desarrollados.
“Las posibilidades son inmensas”
-¿Y aquí?
-Aquí vamos. Poco a poco se ha ido multiplicando la cantidad de parques industriales en todo el país y la cantidad de empresas que se establecen en ellos. En Villa María nomás, empezamos de cero y ya sobrepasamos las 90. Las posibilidades son inmensas. Argentina tiene 40 millones de habitantes, pero cuenta con capacidad para llegar a producir para 400 millones de personas. Es necesario para el país y para el mundo, que tiene 7.000 millones de habitantes, muchos de los cuales han adquirido niveles de confort que difícilmente retrocedan. El confort es el que más reclama productos industriales. Y en este plano surge la necesidad de ser cuidadosos con el ambiente, pero al mismo tiempo razonables, porque no queremos la minería a cielo abierto, no queremos la extracción de petróleo, pero después nos subimos al auto y lo ponemos en marcha…
Sergio Vaudagnotto
TRAYECTORIA
AERCA, la UIA y EPEC
Rodolfo Banchio creció desde abajo en la industria del metal, hasta convertirse en un referente entre los empresarios de la ciudad y la región, que lo eligieron para encabezar la asociación que los nuclea (AERCA) entre 1983 y 1987.
Desde la gremial empresaria de primer grado saltó a la conducción de la Unión Industrial de Córdoba (UIC), cuya Presidencia ocupó en dos períodos, de 2001 a 2003 y de 2003 a 2005.
También fue miembro del Directorio de la Empresa Provincial de Energía de Córdoba (EPEC) entre 2009 y 2011, cuando renunció en desacuerdo con la construcción de la Central Termoeléctrica de Pilar.
Actualmente preside (lo hace desde su creación) la Sociedad de Economía Mixta Parque Industrial y Tecnológico de Villa María.
Foto 1: Banchio: “El confort es el que más reclama productos industriales. Y en este plano surge la necesidad de ser cuidadosos con el ambiente, pero al mismo tiempo razonables, porque no queremos la minería a cielo abierto, no queremos la extracción de petróleo, pero después nos subimos al auto y lo ponemos en marcha…”
Foto 2: Banchio recibiendo las felicitaciones de la ministra de Industria Giorgi, durante un acto en el Parque Industrial villamariense