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18 de Noviembre de 2013
Político - Coordinación general: Nancy Musa
Un debate abierto “por derribo”
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Por: NET

"Es un debate que hay que dar”. La frase, increíble a esta altura del partido, pertenece al gobernador de Buenos Aires Daniel Scioli.

Fue la respuesta a otra frase de un bonaerense: Sergio Massa, a la que adhirió buena parte de la oposición, sobre impulsar la ley de “derribo” para los aviones sospechosos de traer droga. Una legislación que tienen varios países, entre ellos Brasil.
No fueron las únicas en la semana que pasó. El mandatario cordobés José Manuel de la Sota tuiteó (que no es lo mismo que tuteó) que un empresario chino le dijo que en “su país no hay droga porque los narcos huyeron”. “Hay pena de muerte, mataron muchos”, según las palabras de un empresario reflejadas por De la Sota en su tuit. 
Resulta irónico, si no fuera por la gravedad del problema, escuchar a los políticos decir banalidades como si fueran parte de una película en cuya trama ellos son los buenos y los demás los malos. O considerar que “muerto el perro, se acabó la rabia”.
Con su característico humor, el actor y escritor estadounidense Groucho Marx (1890-1977) dejó una frase interesante sobre la política: "La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados".
Y aquí, sin duda, los políticos no puedan sacarse el sayo del avance del narcotráfico. Es un problema que han buscado, encontrado, mal diagnosticado y todavía siguen buscando el remedio correcto de la manera que saben hacerlo: echando la culpa a otros.
De la Sota no se hizo cargo, todavía, de la responsabilidad que le cabe en el “narcoescándalo” que hizo rodar cabezas de funcionarios y policías. 
Tibiamente y después del pedido de la Iglesia salió a decir que “el narcotráfico es un problema nacional y lo debemos resolver entre todos”. Casi una osadía, en “tiempos de cólera” y en debates abiertos “por derribo”.
Su ministra de Seguridad, Alejandra Monteoliva, experta según dicen en estos temas, encendió una mecha aprovechada por la oposición al tratar de poner paños fríos a la situación de la causa contra un grupo de policías. 
La flamante funcionaria intentó ser “precavida” y terminó cuestionando los títulos de los medios de comunicación y recibiendo el repudio de una oposición que está al salto por ver liderazgos “derribados”.
No obstante, en la entrevista dada a un medio de comunicación provincial, señaló: “El narcotráfico es un fenómeno que permea a toda la realidad social, no sólo a las instituciones policiales y a la política. Afecta a la ciudadanía en general.”
Bien, un concepto más reflexivo que los tirados al azar en los últimos días por varios representantes de la política, muchos de ellos con cargos desde hace más de veinte años, en las épocas en que los “capitales” sin mirar procedencia llegaron a nuestras costas.
Porque a nadie escapa que el narcotráfico es uno de los negocios que más dinero mueve en el mundo.
El avance del narcotráfico en la Argentina quedó ratificado en el informe de este año de las Naciones Unidas sobre drogas, que ubicó al país como el tercer puerto proveedor mundial de cocaína, detrás de Brasil y Colombia. 
 
No nació de un repollo
 
El fenómeno que nos ubica en un lugar “privilegiado” de tan dolorosa estadística no nació de un repollo ni lo trajo la cigüeña ni vino en el disco de una netbook.
Determinadas políticas económicas del neoliberalismo (gestadas en la década del 90) se convirtieron en tierra fértil para el tráfico ilegal de drogas en nuestro territorio.
Hablar de narcotráfico no es sólo hablar de delito, incluye también un complejo entramado social con múltiples factores que no desaparecerán debatiendo sobre si “se derriba o no se derriba” un avión. 
Porque después habrá que debatir quién da la orden de derribarlo y ése es otro punto de alta complejidad.
Por eso, y por mucho más, es que la frase de Scioli fue una de las tantas que el dirigente debería haber guardado en el “cofre del silencio”.
Scioli viene en puestos de relevancia políticos desde la década del 90. Los años en que el narcotráfico comenzó a transitar con cierta tranquilidad los caminos de los grandes centros urbanos argentinos.
Lo hizo acompañando la vulnerabilidad en el plano social y laboral de un sector de la población marginado por las recetas de la globalización.
Creció ante la complicidad (directa o indirecta) de numerosos políticos y fue derivando en muertes y hasta en atentados, como el sufrido por el gobernador de Santa Fe Antonio Bonfatti.
Los ciudadanos comunes no se comen el verso (como afirmó Aníbal Fernández que debería tener también un cofre del silencio), los vecinos padecen las consecuencias, las observan y, en algunos casos, las pagan con el sufrimiento de toda una familia.
En los próximos días, el socialista Antonio Bonfatti y el justicialista José Manuel de la Sota van a concretar un encuentro para abordar el problema que, según ellos, “están vinculados a la libertad de circulación, sin mayores controles por parte del Estado”.
En Santa Fe ponen la mira sobre el río Paraná, donde circularían barcazas con cargamentos de droga.
En Córdoba, el arribo de las sustancias estaría relacionado con las pistas clandestinas.
“La Nación debe ponerse las pilas”, afirman los funcionarios de la Región Centro. Desde la Nación creen que los gobernadores e intendentes tienen que ponerse las pilas y apuntan también a los jueces. Los jueces cargan tintas sobre los políticos.
Y todo va y viene, en un debate que se parece al cuento de la buena pipa, mientras crece el nivel de adicciones y el Estado poco o nada hace para contener a los que necesitan ayuda porque el abuso en el consumo los está derribando. Las adicciones son una de las formas de esclavitud del hombre. Una de las tantas.
Esperemos que este debate abierto, más vale tarde que nunca, traiga soluciones a favor de la vida y no termine cerrado por derribo.

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