Emilia Mazer se convierte en escena en un juego de mamushkas de personajes complejos y controversiales. En una suerte de torbellino frenético, Mazer esgrime la vida cotidiana y la cosmovisión de una adolescente afectada por densos conflictos intrafamiliares, cuya deriva creativa o escape del pequeño infierno se alimenta en la paleta de representaciones que dispara su ídolo máximo: Madonna.
Como refugio reparador e ícono liberador del despertar sexual, la “reina del pop” ac-túa como catalizador de emociones que atormentan el día a día de Lucy, el personaje central desde donde pivotea Mazer para ponerle cuerpo y voz a personajes masculinos determinantes: su padre, su padrastro y su novio, como también a su madre, madrastra y sus amigas.
La actriz aprovecha los distintos perfiles de Madonna para regodearse en el placer sexual o en el costado naif romántico, para cristalizar una simbiosis con otro ícono de la femineidad moderna como es Evita, y hasta para plasmar la cuestión del poder que se conjuga con el éxito. Entre el desparpajo, las ironías o guiños sobre la realidad (aludió a “los seis pesos para comer por día” que se le achaca al INDEC), Mazer extremó aún más su puesta al interactuar con el público, interrogando sobre relaciones conjugales, como en un café concert. La obra “Buscando a Madonna” fue presentada el viernes a la noche en La Panadería, en el marco de los festejos por los 10 años del Profesorado de Teatro que se dicta en dicha entidad. Vale destacar que la actriz arribó especialmente a Villa María para la función.
Juan Ramón Seia