La edición 2013 se llevará a cabo en el sitio acostumbrado: el Predio Calle Angosta, punto histórico de la ciudad. Allí las noches vendrán con folklore del bueno, pero también con humoristas, cuerpos de baile, artesanías y patio de comidas para hacerlo todo más criollo. Lo esencial tiene lugar en el escenario mayor, aunque ya entrada la madrugada, los famosos “fogones” son los que sobresalen. Se trata de especies de peñas distribuidas por todo el parque donde la fiesta alcanza su zenit. 

Todas las noches presentan formato similar. El telón se abre a las 21 horas, dando comienzo al desfile de cantos y melodías. Una decena de protagonistas sirven de previa al número mayor, el que alrededor de la una de la mañana reúne la mayor cantidad de miradas. El jueves aquel puesto le corresponde a Abel Pintos, actualmente uno de los músicos más convocantes del circuito festivalero. El viernes, quien corona la velada es el maestro riojano Sergio Galleguillo, mientras que el sábado el traje de estrella se lo calzan Enrique Espinoza y el chamamecero Octavio Ozuna, dos veteranos con mucho de talento, pero lamentablemente poco de cartel.    

Finalmente el domingo, Soledad es la encargada de cerrar la grilla principal. El “Tifón de Arequito” pondrá moño con un rejunte de sus clásicos y nuevas composiciones, esas que buscan redefinir el rumbo de la popular cantante. Después, como en cada jornada, será tiempo de los fogones. Estos espacios, que son cinco y representan una de las principales marcas de la fiesta, se abren sobre de las tres de la mañana y duran hasta el amanecer. Tradiciones que rescatan los verdaderos valores de este tipo de convites, llaman con artistas de poco renombre y cantidad de fuego telúrico.        

 

Una calle con historia

A fines del Siglo XIX, la llegada del ferrocarril le cambió la cara a Villa Mercedes. El tendido de vías convertía a la localidad en una posta elemental para el transporte de cargas entre el oeste argentino y Buenos Aires. De allí que el arribo de carretas repletas de mercancías a las inmediaciones de la estación de tren no se hicieran esperar. Estas pasaban por la entonces llamada “Calle Ancha”, arteria que, con la extensión del espacio destinado al ferrocarril y la construcción de casas para sus trabajadores, mutó en “Angosta”. En el aire quedaron las guitarreadas que se organizaban espontáneamente entre la comunidad de familias vecinas. La cueca “Calle Angosta”, escrita por José Zabala e inmortalizada por Los Chalchaleros, nos cuenta al respecto.